Luna Roja

< Capítulo 20 >

El aire en el remoto escondite de Tomas Holler era denso, cargado con el olor a humedad, metal y el inconfundible aroma de la desesperación. Vanessa se encontraba en una habitación austera, las paredes desnudas y la única luz provenía de una bombilla que colgaba lánguidamente del techo. Tomas Holler, sentado frente a ella con una calma inquietante, observaba cada uno de sus movimientos.

Señora Robles– comenzó Holler, su voz resonando con una autoridad natural, –usted busca mi ayuda, y yo estoy dispuesto a brindársela. Paulino era un hombre al que respetaba, y veo en usted su misma fuerza. Pero la lealtad, como el oro, debe ser probada. Y nada prueba el temple de una persona como la sangre.–

Ante él, en el suelo de cemento, yacía un hombre, con las manos y los pies atados, cubierto de heridas y con el rostro bañado en sudor y sangre. Era uno de los hombres de Borja Torrente, capturado por los secuaces de Holler durante un intento fallido de sabotaje contra sus operaciones.

Este hombre– continuó Holler, señalando al prisionero con la barbilla, –es uno de los arquitectos de la caída de Borja. Pero también es una molestia. Un peligro. Quiero que usted, Vanessa, le dé el final. Que demuestre que está dispuesta a hacer lo que sea necesario para alcanzar nuestros objetivos.–

Vanessa sintió un nudo en el estómago. La petición de Holler era una prueba de fuego, un precipicio moral al que no estaba segura de querer asomarse. La imagen de la violencia que había intentado combatir se cernía ante ella, ahora demandando su participación activa.

Holler, yo...– Vanessa comenzó, su voz vacilante. –No soy una asesina. Mi lucha no es por la violencia, sino por la justicia.–

Holler soltó una risa seca, desprovista de humor.

La justicia, señora Robles, es un concepto que los débiles inventan para justificar su impotencia. En nuestro mundo, la justicia es la fuerza. Y yo necesito saber si usted tiene esa fuerza. Si está dispuesta a mancharse las manos para proteger lo que le importa.–

Vanessa lo miró, la duda atormentándola. La imagen de Hugo, su confianza, sus palabras sobre la lealtad, resonaban en su mente. Pero también la imagen de Borja, sus maquinaciones destructivas, la amenaza constante a su imperio y a la vida de quienes amaba. Si no aceptaba, ¿perdería la única posibilidad de obtener el poder necesario para vencer?

La lucha interna se reflejó en su rostro. Cerró los ojos por un instante, respiró hondo y cuando los abrió, había una nueva determinación en ellos, una dureza que la sorprendió a sí misma. La supervivencia, la victoria, a veces exigían sacrificios impensables.

Muéstreme cómo– dijo, su voz apenas un susurro, pero firme.

Tomas Holler asintió, complacido. Le entregó un cuchillo con la empuñadura de marfil y le indicó la dirección del prisionero. El hombre en el suelo la miró con terror en los ojos, un terror que Vanessa ahora compartía, pero por razones muy diferentes.

Con manos temblorosas, Vanessa se acercó al prisionero. Las lágrimas nublaban su visión, pero la determinación de hacer lo que creía necesario para proteger a los suyos la impulsaba. El acto fue rápido y brutal, una mancha oscura que quedaría grabada en su alma para siempre.

Oculto en las sombras, en una habitación contigua y con la ventana abierta para escuchar los crueles designios de Holler, Hugo presenció la escena. El sonido del enfrentamiento, la voz de Vanessa y la respuesta final, todo llegó a sus oídos, desgarrando el último resquicio de confianza que le quedaba.

Cuando Vanessa salió de la habitación, su rostro estaba pálido y su mirada vacía, marcada por el peso de lo que acababa de hacer. Hugo la vio, y en ese instante, la imagen de la Vanessa que él amaba, la que luchaba por un mundo mejor, se desvaneció, reemplazada por una figura que se deslizaba por la senda de la oscuridad.

La decepción lo embargó, una ola fría y amarga que lo inundó por completo. Había confiado en ella, había creído en su lucha por la integridad, y ahora la veía sucumbir ante la pragmática crueldad de un mundo que él aborrecía. Las palabras de advertencia de Holler resonaban en su mente, ahora con un significado mucho más doloroso.

Cuando Vanessa se dirigió hacia la salida, Hugo se deslizó fuera de su escondite, su corazón latiendo con una mezcla de dolor y resignación. No hubo confrontación, no hubo palabras de reproche. Solo una mirada de profunda tristeza y decepción que cruzó la distancia entre ellos.

Vanessa se detuvo al ver a Hugo, su rostro palideció aún más si cabía. En sus ojos, Hugo vio el reconocimiento, el remordimiento, pero también la justificación.

Hugo...– su voz fue un murmullo ahogado.

Hugo solo pudo negar lentamente con la cabeza. La confianza que había depositado en ella se había roto, y no sabía si podría ser reparada. El exilio suizo, que había prometido ser un refugio, se había convertido en el escenario de la mayor decepción de su vida. Se dio la vuelta y se alejó, dejando a Vanessa sola con su culpa y la sombría alianza que había forjado. La fuerza que creía haber encontrado, para Hugo, era solo la sombra de una oscuridad más profunda...



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En el texto hay: mafia, romance, venganza

Editado: 13.09.2025

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