< Capítulo 24 >

La sombra de Borja Torrente se cernía sobre Vanessa como un halcón sobre su presa. La cabaña, testigo de la confrontación, había dejado en ella una mezcla tóxica de rabia y un miedo visceral. Había demostrado que no cedería, pero la vulnerabilidad de su posición era innegable. Los hombres de Tomas Holler, si bien la protegían físicamente, también la aislaban, convirtiendo su chalet en una fortaleza de cristal donde cada movimiento era escrutado. La soledad era una carga aplastante, y el recuerdo de Hugo, su mirada decepcionada, la perseguía en cada momento de quietud.

Mientras tanto, en las entrañas de Ciudad Esmeralda, Donatella Bossi se movía con la astucia de una cobra. El quiebre con Borja había encendido en ella una fría determinación. Si Borja quería la destrucción de Vanessa para construir su imperio, Donatella quería lo mismo por pura y sanguinaria venganza, y no se detendría ante nada para lograrlo. Su red de informantes, tejida con años de poder y amenazas, había dado con un objetivo clave: Tomas Holler.

La reunión se concertó en un lugar tan discreto como lujoso: el ático privado de un ruidoso club nocturno, cuya música ahogaba cualquier conversación. Donatella, vestida con un traje impecable que gritaba poder y desafío, se sentó frente a Holler, cuya presencia imponente llenaba el espacio a pesar de su calma. Las copas de brandy, casi intocadas, reflejaban las luces de la ciudad.

–Tomas– comenzó Donatella, su voz aterciopelada, pero con un filo de acero. –Tenemos un enemigo en común, aunque nuestros motivos difieran. Borja Torrente. Y, me atrevo a decir, una molestia común: Vanessa Robles–

Holler la miró con esos ojos penetrantes que parecían ver a través del alma. No parpadeó.

–La señora Robles es mi aliada– respondió Holler, su voz grave. –Y los aliados son valiosos. ¿Por qué debería traicionarla?–

Donatella sonrió, una sonrisa sin calor.

–Porque yo valgo más– dijo con la seguridad de quien sabe de lo que habla. –Vanessa Robles está en caída libre. Sus negocios se tambalean, su reputación está hecha jirones. Borja la está desangrando lentamente. Ella solo puede ofrecerte un futuro incierto y una guerra sin fin. Yo te ofrezco un final a esa guerra, y un futuro de prosperidad sin precedentes–

Se inclinó ligeramente hacia adelante, su voz bajando a un susurro conspirador.

–Propongo una alianza, Tomas. Una alianza millonaria. Yo te doy acceso a mis redes de distribución en Europa y Asia, el control de rutas comerciales que ni Borja ni Vanessa podrían soñar con tocar. A cambio, tú abandonas a Vanessa Robles. La dejas sin protección, sin apoyo. Y, si te atreves, la aprisionas, la entregas a su propio destino. O la entregas a mí, si el precio es el adecuado–

Holler mantuvo la calma, pero sus ojos brillaron con un interés apenas perceptible. La oferta era tentadora. La estabilidad y el control de esas rutas comerciales valían más que cualquier promesa que Vanessa pudiera hacerle, especialmente si su imperio se desmoronaba.

–¿Y qué gana usted, Donatella, al entregarme todo esto?– , preguntó Holler, su escepticismo palpable.

–Gano la satisfacción de ver a Borja Torrente arder en el infierno que ha creado, y a Vanessa Robles pagar por sus insolencias– respondió Donatella, un brillo de venganza en sus ojos. –Además, compartiríamos el control de ciertos activos de Vanessa que Borja aún no ha logrado apoderarse por completo. Piensa en el imperio Robles, Tomas. Dividido entre nosotros, sin Borja de por medio.–

Holler se recostó en su silla, pensativo. La propuesta era audaz, despiadada, y terriblemente atractiva. La lealtad de Vanessa era un ancla que podía soltar, si el nuevo puerto era lo suficientemente rico.

–Su propuesta es... interesante, Donatella– dijo Holler finalmente. –Déjeme sopesar mis opciones. Pero sepa que, si acepto, el trato será vinculante, y el fracaso no es una opción.–

Donatella asintió, una victoria silenciosa en su mirada. –No tengo ninguna duda de eso, Tomas. Y estoy segura de que ambos saldremos victoriosos de este nuevo pacto– La partida de ajedrez se volvía más compleja, y Vanessa era una pieza cada vez más vulnerable...