En los círculos de élite de Beverly Hills, la vida de Hugo era un torbellino de contradicciones. Por un lado, la misión de desmantelar a Borja lo mantenía ocupado y centrado. Por el otro, el recuerdo de Vanessa y la enigmática presencia de Denmet se disputaban su atención.
Denmet lo encontró una semana después en la inauguración de una galería de arte contemporáneo, un evento tan exclusivo como el anterior. Llevaba un vestido azul noche que realzaba sus ojos color ámbar, y su cabello oscuro en una elegante cola de caballo. Había algo en su forma de moverse, una ligereza y una confianza que capturaban todas las miradas.
–Hugo– saludó Denmet, su voz suave, pero con una cadencia hipnótica. –Parece que el destino insiste en cruzarnos. O quizás soy yo la que tiene una especial predilección por el arte y por los hombres con problemas interesantes–
Hugo sonrió, a pesar de sí mismo. La mujer era una fuerza de la naturaleza. –O quizás ambos somos aficionados a la buena intriga–
Denmet rió, un sonido melodioso. –Touché. Pero dime, ¿has encontrado la paz en este paraíso dorado? ¿O tus tormentas interiores siguen soplando fuerte?–
Hugo la observó, intentando descifrar el misterio detrás de sus ojos. –Todavía soplan. Y tú pareces saber mucho sobre tormentas–
–Tengo una afinidad con ellas– Denmet admitió, su mirada fija en una escultura abstracta. –A veces, el caos es el único lugar donde se puede encontrar la verdadera verdad. Y tú, Hugo, pareces estar buscando una verdad–
Se volvieron hacia él, sus ojos ámbar brillando con una intensidad que lo atraía y lo inquietaba a partes iguales. –Borja Torrente, Tomas Holler, Vanessa Robles... un trío peligroso. ¿Sabes que las noticias de su... incapacitación, por así decirlo, ya están viajando por el subsuelo financiero?–
El corazón de Hugo dio un vuelco. –Lo sé. Estoy involucrado en eso. Pero, ¿cómo sabes tú de... la incapacitación?–
Denmet solo sonrió, esa sonrisa enigmática. –Digamos que tengo mis fuentes. Y mis intereses. El mundo es un tablero de ajedrez muy grande, Hugo. Y a veces, las piezas más pequeñas tienen los movimientos más inesperados–
Un silencio cómodo, cargado de tensión, se instaló entre ellos. La energía era palpable, una mezcla de curiosidad intelectual y una atracción innegable. Había algo en la inteligencia de Denmet, en su audacia, en su forma de desafiarlo, que encendía una chispa en Hugo.
–¿Y cuáles son tus intereses, Denmet?– , preguntó Hugo, su voz más baja, más íntima.
Ella se acercó un poco, su perfume exótico envolviéndolo. –Eso, Hugo, es un misterio que se revela lentamente. Pero te aseguro que no soy un peón. Y tú, tampoco deberías serlo– Su mirada descendió a sus labios por un instante, y una corriente eléctrica recorrió a Hugo.
–Te he investigado, Hugo– Denmet confesó de repente, su voz un susurro. –Sé de tu pasado, de tu idealismo, de tu dolor por Vanessa.–
–Eres un hombre raro en este mundo. Y eso me intriga. Me fascina–
Hugo sintió una punzada de alarma, pero también una extraña fascinación. La audacia de Denmet, su honestidad brutal, era desarmante. Había una verdad en ella, aunque envuelta en velos. –Y yo te he buscado, Denmet. Pero eres un fantasma. ¿Quién eres realmente?–
Denmet se acercó aún más, sus ojos ámbar fijos en los suyos, la pasión y el misterio danzando en ellos. –Soy lo que necesitas que sea, Hugo. Una aliada, una confidente, una distracción. O quizás... algo más– Su mano se deslizó suavemente por su brazo, su toque eléctrico. –El juego es peligroso. Pero, ¿te atreverías a jugarlo conmigo?–
La cercanía, la intensidad de su mirada, el desafío en sus palabras, encendió algo en Hugo que creía dormido. Una punzada de deseo, una chispa de curiosidad que iba más allá de la razón. Denmet era un enigma irresistible, y Hugo se encontraba, contra su voluntad, siendo arrastrado por su órbita...
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Vanessa se sentía como una marioneta, sus hilos manejados por Tomas Holler. La "victoria" sobre Borja se había disipado, dejando un vacío, una sensación de servidumbre. La advertencia de Donatella resonaba en su mente, la posibilidad de una doble traición por parte de Holler la carcomía. La culpa por lo que le había hecho a Borja, por usarlo de esa manera, se mezclaba con el cansancio de la guerra. Necesitaba ver a Borja, no por piedad, sino por una necesidad brutal de comprender, de evaluar.
Se dirigió a las mazmorras de Holler, un lugar al que nunca había querido volver. La pesadez del aire, el silencio sepulcral, los guardias silenciosos, todo contribuía a la atmósfera opresiva. Cuando llegó a la celda de Borja, lo que vio la dejó helada.
Borja yacía en el suelo de hormigón, un bulto demacrado cubierto por una delgada manta. Su piel estaba pálida y cerosa, su cabello enmarañado. Apenas era reconocible como el hombre imponente y arrogante que había sido. Sus ojos, cuando los abrió al sentir la presencia de Vanessa, estaban hundidos y llenos de una desesperación abismal, pero aún conservaban una chispa de su antigua ferocidad.
–Vanessa– susurró Borja, su voz ronca y apenas audible, una sombra de su antiguo rugido. –La vencedora viene a regodearse–
Vanessa se acercó a los barrotes, su corazón encogiéndose ante la visión. No había regocijo en ella, solo un inmenso vacío. –No, Borja. Solo vengo a ver al hombre que solía creerse invencible–
Borja soltó una risa seca, que terminó en una tos dolorosa. –Invencible... hasta que la pequeña Vanessa Robles decide jugar a la araña. Bien jugado. Me subestimaste. Y tú... tú te has convertido en un monstruo. En una marioneta de Holler–