Luna Roja

Capitulo 32

La imagen de Borja, demacrado y roto, era un espejo distorsionado de su propio alma torturada. Las palabras de Donatella, la advertencia velada de la traición de Holler, resonaban en su mente, ahogando cualquier vestigio de victoria. Si Holler la estaba usando, si planeaba deshacerse de ella tan fácilmente como había encarcelado a Borja, entonces la lealtad ya no era una opción. La supervivencia era la única ley que importaba.

Con el corazón latiendo desbocado, Vanessa se deslizó hacia la oficina de Holler esa noche, mientras la fortaleza dormía bajo el manto de una luna invisible. Sabía dónde guardaba Holler las llaves maestras de las mazmorras, escondidas en una caja fuerte tras un cuadro de un paisaje nevado. El código, una combinación de fechas de nacimiento y cifras fiduciarias, lo había obtenido de forma discreta, esperando este momento.

El metal frío de las llaves en su mano era un presagio. Se deslizó por los pasillos silenciosos, sus pasos amortiguados por las gruesas alfombras. La oscuridad de las mazmorras la recibió como un abrazo helado, un lugar que había jurado no volver a pisar. Siguiendo las instrucciones tácitas de su mente, llegó a la celda de Borja.

La encontró vacío. Un golpe de pánico la recorrió. ¿Acaso él había escapado solo? ¿O Holler ya lo había... eliminado? La idea la horrorizó, pero la realidad la golpeó cuando escuchó un crujido sordo proveniente de la oscuridad al fondo del pasillo.

Allí estaba él. Borja, apoyado contra la pared, visiblemente más débil pero con una chispa de su antigua astucia brillando en sus ojos. Lo había sacado de la celda.

Vanessa– susurró Borja, su voz aún ronca pero con un matiz de ironía. –Veo que la lealtad de los socios es tan firme como un castillo de arena. Pensé que te habías convertido en la perra faldera de Holler–

Vanessa se acercó a él, la urgencia consumiéndola. –Las cosas han cambiado, Borja. Holler me mintió. Me usó. Y ahora, él también debe caer–

Borja la miró, un atisbo de asombro cruzando su rostro demacrado. –Has desobedecido. Has deshecho mi trabajo. Y ahora... te unes a mi causa. Fascinante–

No es una causa, es supervivencia– replicó Vanessa, su voz firme. –Necesitamos salir de aquí. Tú estás débil, y yo necesito tu fuerza. Y tu conocimiento–

La salida de la fortaleza fue una misión tensa, un ballet de sombras y sigilo. Vanessa, armada con su ingenio y las llaves de su carcelero, guió a un Borja tambaleante a través de pasillos secretos y túneles de servicio, evitando las patrullas de los guardias de Holler. El riesgo era inmenso, cada sombra una amenaza, cada crujido un posible delator.

Justo cuando estaban a punto de alcanzar la salida trasera, un ruido metálico resonó desde el piso de arriba. El sonido de pasos apresurados. Tomas Holler.

¡Vanessa!– la voz de Holler, llena de furia contenida, resonó por los pasillos. –¡Qué demonios has hecho!

Se giró, sus ojos fijos en Vanessa, y luego en Borja. La comprensión golpeó a Holler como un rayo. Su expresión, usualmente impasible, se transformó en una máscara de rabia pura.

¡Tú!– rugió Holler, señalando a Vanessa. –¡Traidora! ¡Pagaras por esto!–

Los guardias de Holler irrumpieron en el pasillo, cerrando cualquier ruta de escape. Vanessa y Borja se encontraron acorralados, la adrenalina disparándose en sus venas. Borja, a pesar de su debilidad, se interpuso ligeramente entre Vanessa y Holler, una muestra de una extraña y peligrosa lealtad nacida de la traición compartida.

Parece que tus marionetas se rebelan, Holler– dijo Borja, su voz ronca pero con un deje de desafío. –Y esta vez, no tienes el control–

Holler, al borde del colapso, sacó un arma. –¡Nadie me desafía! ¡Nadie se burla de mí!–

En ese instante, Vanessa reaccionó. Sabía que no podían luchar contra los guardias armados. Agarró la mano de Borja y lo empujó hacia una estrecha abertura de servicio que había descubierto, un conducto de ventilación por el que podían escabullirse. –¡Por aquí, rápido!

Corrieron, los disparos de Holler resonando detrás de ellos, impactando contra las paredes de hormigón. Lograron cerrar la compuerta del conducto justo cuando las balas empezaban a silbar cerca de sus cabezas. En la oscuridad, jadeando y cubiertos de polvo, se miraron. Habían escapado, pero la confrontación directa con Holler los había expuesto. La guerra acababa de escalar a un nuevo nivel.

🦋

Lejos de la tensión de la fortaleza suiza, en Ciudad Esmeralda, Ronaldo, el amante de Donatella, se movía con un propósito sombrío. La relación con Donatella, una mezcla de pasión y manipulación, había alcanzado un punto de quiebre. Había descubierto algo que lo había perturbado profundamente, algo que iba más allá de las habituales intrigas del mundo en el que se movían.

Ronaldo contactó a Gael, quien aún trabajaba incansablemente en el apartamento convertido en cuartel general. La llamada llegó en un momento crucial, justo cuando Gael y Emma estaban analizando los últimos informes sobre los movimientos de fondos de Borja.

Gael–. dijo Ronaldo, su voz tensa y urgente. –Soy Ronaldo. Debo hablar contigo. Es sobre Donatella. Algo grave–

Gael, sorprendido por la llamada de un desconocido, pero sintiendo la urgencia en su tono, asintió. –Dime, Ronaldo. ¿Qué pasa?–

Es Atilio– comenzó Ronaldo, su voz quebrándose ligeramente. –Atilio Khoury. Donatella... ella lo mató. Lo hizo ella misma. Y lo enterró en el jardín de su mansión. Yo... yo lo descubrí–

La confesión cayó sobre Gael como una losa. Atilio, desaparecido hacía semanas , oficialmente en un viaje de negocios, era en realidad una víctima de la crueldad de Donatella. El remordimiento y la culpa se cernían sobre Ronaldo, quien se dio cuenta de que su conexión con ella lo hacía cómplice en cierto modo.



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En el texto hay: mafia, romance, venganza

Editado: 04.10.2025

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