Emma se encontraba en un estado de agitación constante. La noticia de la captura de Vanessa por parte de Tomas Holler la había sumido en una profunda preocupación. Había intentado desesperadamente ponerse en contacto con ella, llamando a todos los números conocidos, enviando mensajes a través de canales seguros, pero solo obtenía el silencio gélido de la incomunicación.
–Nada– murmuró Emma para sí misma, mirando la pantalla de su teléfono con frustración. –Es como si hubiera desaparecido del mapa. Y sé que Holler está detrás de esto. No va a soltarla fácilmente–
La tensión la estaba consumiendo. Había trabajado codo a codo con Vanessa, había visto su fuerza, su inteligencia. No podía permitirse que cayera en las manos de Holler sin hacer nada.
Fue entonces cuando sintió una presencia detrás de ella. Al darse la vuelta, se encontró con Ronaldo, su rostro pálido y una expresión de profunda turbación. Había estado evitando a Emma desde la confesión sobre Donatella, atormentado por la culpa y la complejidad de sus acciones.
–Emma– comenzó Ronaldo, su voz temblorosa. –Necesito hablar contigo. Sobre... sobre cosas que han sucedido–
Emma lo observó, su preocupación por Vanessa momentáneamente eclipsada por la extraña aura que envolvía a Ronaldo. –Ronaldo. ¿Qué sucede?–
–Donatella– dijo él, su mirada fija en un punto inexistente. –Ella... Me amaba de verdad –
Emma se quedó sin habla. La revelación la dejó completamente atónita...
–No sabía que semejante monstruo podía tener sentimientos – repitió Emma.
–Sí– continuó Ronaldo, su voz llena de una amarga resignación. –Y no solo eso. Ella me ha dejado... algo. En su testamento. Soy uno de sus herederos. Algo que no sabía hasta hace poco. Y que me ha hecho darme cuenta de lo entrelazados que estábamos todos en sus juegos–
La confesión de Ronaldo era un torbellino de implicaciones. Si él era un heredero, ¿qué significaba eso para la investigación? ¿Qué secretos más guardaba la familia Bossi?
–Ronaldo– dijo Emma, recuperando lentamente la compostura. –Esto es... mucho que asimilar. Pero ahora mismo, lo más importante es Vanessa. Y tú, de alguna manera, podrías tener información que nos ayude. Donatella debió tener contacto con Holler. Quizás a través de ti...–
Ronaldo negó con la cabeza. –No. No tengo nada que ver con Holler. Mi relación con Donatella era complicada. Y su testamento... es aún más. Pero sí, quizás... quizás haya algo que pueda ser útil. Pero no ahora. Ahora, necesito procesar esto. Y tú, Emma, necesitas saber que este es un nido de víboras. No te fíes de nadie–
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En la tranquilidad de un parque neoyorquino, bajo la sombra de altos rascacielos, Hugo presentó a Denmet y a Gael. La tensión era palpable, una mezcla de cautela y curiosidad. Gael, con su pragmatismo habitual, observaba a Denmet con una mirada escrutadora. Denmet, por su parte, mantenía su habitual aura de misterio, pero sus ojos ámbar revelaban una inteligencia aguda.
–Denmet, este es Gael– dijo Hugo, su voz intentando sonar neutral. –Un aliado en nuestra lucha. Gael, Denmet es... una amiga–
Gael asintió con la cabeza, un gesto educado pero reservado. –Es un placer conocerla, Denmet. Hugo me ha hablado de usted–
Denmet sonrió levemente, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. –El placer es mío, Gael. Hugo tiene un corazón noble, pero a veces, la nobleza es un peso demasiado grande en este mundo. Un mundo donde las sombras son más poderosas que la luz–
Se dirigió a Hugo, su tono volviéndose más íntimo, casi suplicante. –Hugo, hemos hablado de esto. Tú y yo. Este camino que estás recorriendo... es peligroso. Te está consumiendo. Y te está alejando de lo que realmente importa–
Hugo la miró, sintiendo el conflicto interno intensificarse. La atracción hacia Denmet era innegable, su comprensión de su lucha, un bálsamo. Pero la imagen de Vanessa, atrapada y en peligro, era un recordatorio constante de su compromiso.
–Denmet, sabes que Vanessa está en manos de Holler– dijo Hugo, su voz tensa. –No puedo simplemente darle la espalda. Ella me necesita–
–¿Y tú te necesitas a ti mismo, Hugo?– replicó Denmet, su mano buscando la de él. Sus dedos se entrelazaron, una conexión que enviaba una descarga eléctrica a través de Hugo. –Este juego de venganza y justicia te está devorando. Yo puedo ofrecerte algo diferente. Un refugio. Un futuro lejos de todo esto. Un futuro conmigo–
Sus ojos se encontraron, una invitación silenciosa, una promesa de paz en medio de la tormenta. Denmet representaba una salida, un camino menos tortuoso. Pero el camino de Hugo, marcado por la lealtad y la necesidad de rescatar a Vanessa, lo impulsaba en otra dirección.
Gael, observando la interacción, intervino con su habitual franqueza. –Hugo, Denmet tiene razón en que esto es peligroso. Pero tu compromiso con Vanessa es lo que te define. Y creo que, en el fondo, sabes que no podrías vivir contigo mismo si la abandonas. Necesitamos tu fuerza, Hugo. Y necesitamos que sigas luchando–
Hugo miró a Denmet, la oferta de paz y amor resonando en su interior. Luego miró a Gael, la determinación y la camaradería en sus ojos. El dilema era desgarrador. Podía elegir la seguridad, el consuelo, un futuro con Denmet. O podía elegir la lucha, el riesgo, la posibilidad de salvar a Vanessa.
–Denmet— dijo Hugo, su voz cargada de una profunda melancolía. —Aprecio todo lo que me ofreces. Y quizás, algún día, pueda aceptar esa paz. Pero ahora... ahora no puedo. Vanessa me necesita. Y yo... yo soy la persona que soy por haber luchado por lo que creo que es correcto. Y eso incluye luchar por ella—