Luna Roja

Capítulo 38

La mansión londinense de Tomas Holler, con su opulencia fría y sus silenciosos guardias, se había convertido en la jaula de Vanessa. Los días transcurrían con una monotonía sofocante, marcados por las comidas servidas en su habitación, los paseos solitarios por el jardín bajo la atenta mirada de los vigilantes, y las noches largas, envueltas en la inquietud. Sin embargo, un elemento inesperado comenzó a infiltrarse en su cautiverio: la presencia de Magda.

Magda era la ama de llaves de la mansión. Una mujer de edad, con el cabello gris recogido en un moño pulcro y unos ojos que parecían haber presenciado incontables historias. Su porte era sereno, su movimiento silencioso, pero en su mirada residía una sabiduría profunda y una calma que contrastaba con la opresión del ambiente. Al principio, Vanessa la veía como una extensión más del control de Holler, una figura distante que cumplía órdenes. Pero pronto, Magda comenzó a mostrar atisbos de algo más.

Sus interacciones eran breves, casi imperceptibles. Un saludo suave al entrar a dejar la comida, un asentimiento discreto al cruzarse en los pasillos. Pero un día, mientras Vanessa observaba la lluvia golpear contra los cristales de su ventana, Magda entró a ofrecerle té.

Parece que la lluvia se ha llevado la luz, señorita— dijo Magda, su voz un murmullo suave, teñido de una resonancia que sugería años de experiencia.

Vanessa suspiró, su mirada perdida en el gris exterior. —La luz se ha ido de muchas maneras, Magda—

Magda colocó la taza de té sobre la mesita de noche, su mirada posándose en el rostro pálido y tenso de Vanessa. —Las tormentas, por fuertes que sean, siempre terminan. Y el sol siempre vuelve a brillar, aunque a veces tarde en asomar—

Fue un comentario sencillo, pero cargado de una profundidad inusual. En las semanas siguientes, esos breves intercambios se hicieron más frecuentes. Magda no hablaba de Holler, ni de la situación de Vanessa. En cambio, compartía reflexiones sobre la naturaleza, sobre la resiliencia, sobre las cicatrices que el tiempo deja en el alma.

Las flores más bellas a menudo crecen en los terrenos más áridos, señorita— le dijo un día, mientras recogía la vajilla. —La vida siempre encuentra una manera de florecer, incluso en las circunstancias más difíciles—

Vanessa comenzó a buscar esas interacciones. La sabiduría tranquila de Magda era un bálsamo inesperado en su aislamiento. Sentía que, detrás de la servicialidad de la ama de llaves, había una comprensión, una empatía que Holler nunca podría ofrecer.

Una tarde, mientras Magda arreglaba unas flores en el salón, Vanessa se atrevió a preguntar directamente. —Magda, ¿usted... usted sabe lo que me está haciendo Holler?—

Magda detuvo su labor, sus ojos se encontraron con los de Vanessa. Eran ojos que habían visto demasiado, que habían aprendido a leer entre líneas, a discernir la verdad bajo las apariencias.

He servido a esta casa durante muchos años, señorita— respondió Magda, su voz serena. —He visto a muchos hombres y mujeres pasar por aquí. Algunos con brillo en los ojos, otros con sombras profundas. El señor Holler es un hombre que ama el control. Y el control, a menudo, se basa en el miedo. Pero el miedo, por muy poderoso que parezca, nunca dura para siempre—

—¿Y usted?— , inquirió Vanessa, su voz apenas un susurro. —¿No tiene miedo de él?—

Magda sonrió, una sonrisa tenue y sabia. —El miedo es una emoción que nos limita, señorita. Yo he aprendido a observar. A escuchar. A entender las corrientes subterráneas. A veces, la mayor fuerza reside en la quietud. En saber cuándo hablar y cuándo callar. Y en encontrar la belleza, incluso en los lugares más sombríos—



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En el texto hay: mafia, romance, venganza

Editado: 04.10.2025

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