Capítulo 46

La tensión entre Denmet y Hugo había estado latente durante semanas. La urgencia de la misión, la cercanía forzada por las circunstancias, la vulnerabilidad compartida ante la amenaza de Holler, todo ello había tejido una red de atracción que se hacía cada vez más difícil de ignorar. Denmet, siempre calculadora y consciente de los riesgos, se debatía entre la cautela y un deseo que la desconcertaba. Hugo, lidiando con la angustia por Vanessa y la responsabilidad de la lucha, encontraba en la presencia firme de Denmet un inesperado refugio.

Esa noche, tras una larga jornada de planificación y coordinación, el ambiente en la residencia donde se alojaban se tornó más íntimo. Las luces se atenuaron, el silencio se hizo más profundo, y las palabras se volvieron innecesarias. Denmet, observando la fatiga y la profunda tristeza en los ojos de Hugo, dio un paso hacia él, una decisión tomada en el fragor de la emoción contenida.

—Hugo— susurró, su voz apenas audible, cargada de una mezcla de deseo y duda. —Sé que no es el momento. Sé que piensas en Vanessa. Pero... no puedo seguir fingiendo que esto no existe—

Hugo la miró, su propia lucha interna reflejada en su mirada. Había evitado deliberadamente confrontar la creciente atracción que sentía por Denmet, aferrándose a la imagen de Vanessa como ancla. Pero la sinceridad en los ojos de Denmet, la vulnerabilidad que ahora revelaba, lo desarmó. La línea entre la cautela y la rendición se desdibujó.

—Denmet...— comenzó, su voz ronca. No podía negar lo que sentía, ni la manera en que ella había estado a su lado, firme y solidaria.

Y entonces, la razón se rindió a la pasión. En la penumbra de la habitación, entre susurros y caricias desesperadas, Hugo se dejó llevar. Fue una noche de intensidad cruda, un torbellino de emociones reprimidas liberándose en un abrazo que era a la vez consuelo y rendición. La necesidad de olvidar, de sentir algo que no fuera el dolor y la responsabilidad, los consumió. Fue un encuentro fugaz, pero profundo, un fuego que ardió con la fuerza de lo prohibido.

A la mañana siguiente, la realidad se impuso con la crudeza habitual. El sol se filtraba por las cortinas, revelando el rastro de la noche anterior. Hugo y Denmet se miraron, una mezcla de ternura, vergüenza y la cruda comprensión de haber cruzado un umbral.

Mientras tanto, Emma, levantándose temprano, buscaba a Hugo para discutir un detalle crucial de la investigación. Su búsqueda la llevó a la habitación que él compartía temporalmente con Denmet. Al abrir la puerta, la escena que presenció la golpeó con la fuerza de un puñetazo. Vio a Hugo y Denmet, abrazados, en un estado de intimidad que no dejaba lugar a dudas.

El alivio que había sentido al saber que Vanessa, al menos en apariencia, estaba "bien", se desmoronó al instante. La imagen de Vanessa, atrapada en las garras de Holler, con su sonrisa forzada y su mentira silenciosa, se superpuso a la escena ante sus ojos. La traición, el dolor, la cruda realidad de la situación golpearon a Emma con toda su fuerza.

Sentía una profunda pena por Vanessa. Había estado convencida de que Hugo era su ancla, su esperanza, su amor incondicional. Y ahora, verlo en los brazos de otra mujer, justo cuando Vanessa estaba sufriendo de esa manera, le pareció una crueldad inimaginable. La empatía por Vanessa la inundó, mezclada con una decepción amarga.

Retrocedió sigilosamente, cerrando la puerta con suavidad, sin hacer ruido. Las lágrimas nublaron su visión. La lucha por Vanessa se sentía ahora más solitaria, más dolorosa. La traición, incluso si era producto de la desesperación, dejaba una herida profunda, un recordatorio de lo frágil que podía ser la esperanza y de lo complejo que era el corazón humano en medio del caos...