Luna Roja

Capítulo 48

La información llegó a Emma como un rayo en cielo despejado. A través de sus contactos habituales, aquellos que operaban en las sombras del mundo financiero y de la alta sociedad, se enteró de un próximo evento benéfico organizado por Tomás Holler en Londres. A primera vista, parecía una iniciativa más de las tantas que pululaban en la élite, una oportunidad para lavar su imagen y, quizás, para exhibir su poder. Pero el instinto de Emma le gritaba que había algo más.

Una subasta benéfica, dice— murmuró Emma para sí misma, repasando los detalles en el informe. —Holler. Justo cuando Vanessa está bajo su control. Demasiado conveniente—

La fachada de filantropía, Emma lo sabía, a menudo ocultaba las transacciones más turbias. Holler, con su reputación de manipulator, seguramente usaría este evento para sus propios fines, ya fuera para blanquear dinero, para tejer nuevas alianzas o, peor aún, para dar una apariencia de normalidad a su cautiverio de Vanessa.

La decisión fue rápida y resuelta. Tenía que ir a Londres. Tenía que infiltrarse en ese evento, observar a Holler de cerca, y tratar de descifrar sus verdaderas intenciones. La comunicación con Vanessa había sido nula desde el último mensaje, y la creciente sospecha de que algo grave ocurría la impulsaba a actuar.

El viaje a Londres fue un torbellino logístico. Emma se movió con la discreción que la caracterizaba, utilizando recursos y contactos para asegurar su presencia en la exclusiva subasta. La ciudad se desplegó ante ella, majestuosa y ajena a las intrigas que se urdían en sus salones más opulentos.

El evento se celebró en un palacete histórico, adornado con una opulencia deslumbrante. La élite londinense se congregó, luciendo sus mejores galas, sus sonrisas pulidas y sus miradas calculadoras. Emma, vestida con un elegante traje que la hacía pasar desapercibida entre la multitud, se movió con cautela, sus ojos escudriñando cada rincón, buscando la figura de Holler.

Lo encontró pronto, rodeado de un séquito de admiradores y socios comerciales, su sonrisa falsa brillando bajo las luces. Estaba en su elemento, jugando su papel de filántropo generoso. Emma mantuvo su distancia, observando, analizando cada interacción, cada gesto.

Mientras se deslizaba entre los invitados, tratando de mantenerse alejada de las miradas de Holler, su camino se cruzó con el de un hombre de porte distinguido y una sonrisa amable. Era Anthony McBeen, un ejecutivo de renombre en el sector financiero, conocido por su agudeza en los negocios y su discreción.

Disculpe, ¿se ha extraviado?— preguntó McBeen, con un tono de cortesía genuina. —Parece estar buscando algo... o a alguien—.

Emma se giró, encontrándose con sus ojos azules y penetrantes. Sonrió, adoptando una pose de invitada despreocupada. —Solo intentando orientarme. Es un lugar fascinante, ¿no cree? Tantas personalidades interesantes—.

McBeen rió suavemente. —Ciertamente. Y usted, señorita...?—.

Eleanor Vance— respondió Emma, improvisando un nombre sobre la marcha. —Un placer conocerle—

Anthony McBeen. El placer es mío, Eleanor—

La conversación fluyó con naturalidad. McBeen era un conversador ameno, con un agudo sentido del humor y una inteligencia notable. Mostró un interés genuino en ella, haciendo preguntas perspicaces sobre sus supuestos negocios y sus impresiones sobre el evento. Emma, siempre alerta, respondió con evasivas calculadas, sin revelar nada comprometed or. Sin embargo, no podía negar que se sentía intrigada por él. Había una cierta nobleza en su comportamiento, una falta de la arrogancia superficial que a menudo encontraba en este círculo.

Observo que también tiene un ojo agudo para los detalles— comentó McBeen, después de un intercambio particularmente agudo sobre la economía global. —Es raro encontrar a alguien con esa combinación de perspicacia y elegancia—

Emma sintió un leve rubor. —Intento estar informada. El mundo de los negocios es un campo de batalla, después de que todo. Y en una batalla, es mejor conocer a tus adversarios... y a tus aliados—.

McBeen la miró, una chispa de interés intensificándose en sus ojos. —Una analogía interesante. ¿Y qué piensa de nuestro anfitrión, el señor Holler? Un hombre de negocios... formidable, sin duda. Pero hay mucho que no se dice en voz alta

Emma aprovechó la pregunta para sondear. —Siempre hay más de lo que parece, ¿no cree? Los eventos como este... a menudo sirven para proyectar una imagen. Pero la verdadera naturaleza de un hombre se revela en sus acciones, no en sus palabras—

McBeen asintió lentamente, una sonrisa enigmática en sus labios. —Precisamente. Y usted, Eleanor, parece tener una comprensión muy clara de esa verdad. Me gustaría mucho continuar esta conversación. Quizás fuera de este... teatro. Tengo una cena privada mañana por la noche. Una reunión informal. Le agradecería enormemente si pudiera acompañarme—

La invitación era tentadora, y, para ser honesta, útil. Tener a alguien como McBeen, con sus conexiones y su aparente discreción, podría ser una ventaja inesperada. Sin embargo, la cautela era su aliada más fiel.

Me halaga enormemente, señor McBeen— respondió Emma, su voz teñida de una cortesía medidos. —Pero debo confesar que mi visita a Londres es de naturaleza... temporal. Y bastante secreta. Espero que comprenda—

McBeen no pareció decepcionado. Al contrario, su sonrisa se amplió. —La discreción es una cualidad que valoro enormemente, Eleanor. Y la intriga solo añade un toque de emoción. Quizás haya otras oportunidades para que nuestros caminos se crucen. Me gustaría mucho saber más sobre sus "negocios secretos". Y quizás, yo podría ofrecerle alguna información valiosa—



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En el texto hay: mafia, romance, venganza

Editado: 06.11.2025

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