Capitulo 55

En el corazón vibrante de Londres, Hugo había decidido darse un respiro de la opresiva magnificencia del penthouse de Ronaldo y las monótonas reuniones con los socios. Necesitaba respirar aire fresco, sentir el pulso de una ciudad ajena a sus problemas. Se había aventurado por las callejuelas adoquinadas de Covent Garden, donde artistas callejeros entretenían a las multitudes y el aroma a café y flores se mezclaba con el bullicio de las conversaciones. La ciudad lo envolvía en su abrazo impersonal, un alivio para la tensión que sentía.

Mientras paseaba, observando la arquitectura georgiana y las fachadas de las tiendas boutique, su mirada se posó en una figura familiar que salía de un elegante café. Era una melena rubia brillante, un andar elegante, la silueta inconfundible. Su corazón dio un vuelco.

—¿Emma? —murmuró, casi sin aliento.

No podía ser. ¿Qué hacía Emma en Londres? Acababa de verla entrar en un taxi negro, su rostro, aunque brevemente visible, era el de ella. La misma elegancia, el mismo estilo que siempre la había caracterizado. La incredulidad y una oleada de añoranza lo invadieron. No había hablado con ella desde que se fue, había cortado todo lazo para no ponerla en peligro. Pero allí estaba ella, a unas pocas calles, entrando en un taxi que se alejaba rápidamente.

Hugo reaccionó por puro instinto. Se abrió paso entre la gente, sorteando turistas y londinenses apresurados, corriendo por la acera en un intento desesperado de alcanzar el vehículo. El taxi viró en una esquina, y Hugo aceleró el paso, su mente un torbellino de preguntas. ¿Por qué estaba aquí? ¿Estaba en peligro? ¿Podría alcanzarla? La oportunidad de verla de nuevo, de quizás hablar con ella, lo impulsaba con una energía febril.

Justo cuando el taxi parecía alejarse definitivamente y la frustración comenzaba a instalarse, su teléfono vibró en su bolsillo. Sacó el dispositivo con la mano temblorosa, la pantalla iluminándose con un mensaje de texto.

De: Gael

Asunto: Urgente. Ronaldo. Peligro.

El mensaje era corto, pero la urgencia del remitente era palpable. Hugo detuvo su carrera bruscamente, el aire abandonando sus pulmones. Sus ojos se fijaron en la pantalla, las palabras de Gael resonando con un eco de alarma en su mente.

Mensaje: Hugo, necesitas saberlo. Ronaldo... no es quien crees. Lo he seguido. Está involucrado en contrabando y... prostitución. Trata de mujeres. Es un monstruo. Ten mucho cuidado, hermano. No sé qué hacer con esto, pero tú... no confíes en él.

El mundo de Hugo se detuvo. El bullicio de Covent Garden se desvaneció en un murmullo distante. Las palabras de Gael lo golpearon con la fuerza de un rayo. Prostitución. Trata de mujeres. Ronaldo. El hombre que lo había traído a Londres, el hombre en quien había depositado su última esperanza, era un traficante de personas.

La visión de Emma se desvaneció de su mente, reemplazada por la imagen de las sombras en el almacén que Gael había descrito, el rostro de Ronaldo transformado en una mueca demoníaca. Un frío glacial le recorrió la columna vertebral. Se había metido en la boca del lobo. Y no solo él. Si Ronaldo era así, ¿qué significaba eso para la misión? ¿Y para Vanessa, que estaba a punto de casarse con Tomás Holler, otro hombre de sombras, que ahora parecía parte de un ecosistema criminal mucho más vasto y repugnante?

Hugo se quedó inmóvil en medio de la acera, el teléfono apretado en la mano. Emma, a unos metros de distancia, pero ahora tan inalcanzable como la verdad que acababa de chocar con él. La revelación de Gael había cambiado todo. Londres, la promesa de una nueva vida, se había transformado de repente en un tablero de ajedrez más oscuro y peligroso de lo que jamás hubiera imaginado. La danza de los destinos, ahora en un nuevo y aterrador compás, había cobrado un giro inesperado, entrelazando sus vidas en un tapiz de peligro y desesperación...