En el corazón de Londres, bajo el techo abovedado de "The Ivy", Emma, ahora Eleanor Vance, se sentía en su elemento. El restaurante zumbaba con la conversación discreta y el tintineo de copas, un telón de fondo perfecto para su cuidadosamente orquestado encuentro. Eleanor, vestida con un elegante traje pantalón color crema y un collar de perlas que le daban un aire de sofisticación madura, sonrió al ver a Anthony McBeen acercarse a su mesa.
Anthony, con su sonrisa afable y sus ojos vivaces, se veía aún más encantador que en el evento.
—Eleanor, es un placer verte de nuevo. Ya había reservado tu mesa favorita, espero que te guste —dijo Anthony, indicando una mesa discreta junto a una ventana con vistas a la calle, donde el bullicio era un eco distante.
—Anthony, eres un encanto. Me alegra mucho que pudieras hacer un hueco —respondió Emma, su voz modulada para sonar cálida pero profesional.
La conversación fluyó con una facilidad asombrosa. Comenzaron hablando de arte, de las últimas exposiciones en la Royal Academy, de viajes exóticos que ambos habían realizado. Emma se mostró como una empresaria exitosa en bienes raíces, con intereses en inversiones estratégicas y un gusto por la cultura refinada. Anthony, por su parte, se abrió con entusiasmo, compartiendo anécdotas de su vida en los círculos empresariales de lujo.
—Siempre me ha fascinado cómo ciertas personas construyen imperios desde la nada —dijo Emma, llevando la conversación hacia su objetivo con la sutileza de una araña tejiendo su red—. Me refiero a figuras como Tomás Holler. Es realmente inspirador.
Anthony sonrió, sus ojos brillando.
—Ah, Tomás. Es un visionario, sin duda. Un hombre de un ingenio extraordinario y una red de contactos que pocos pueden igualar. Lo conocí hace años, en una de sus propiedades en la Riviera. Desde entonces, hemos compartido algunos negocios muy lucrativos. Él tiene un don para ver el potencial donde otros solo ven obstáculos.
—Eso me han dicho —replicó Emma, con una nota de admiración en su voz—. Me encantaría aprender de él. Tengo algunas ideas para proyectos que creo que encajarían perfectamente con su visión. ¿Es un hombre... accesible?
Anthony tomó un sorbo de su copa de vino, reflexionando.
—Depende. Para la gente adecuada, siempre está abierto. Es selectivo, sí, pero si ve una oportunidad, es implacable. Y muy leal con sus socios. Ha construido su reputación sobre esa lealtad, y por supuesto, su habilidad para anticipar las tendencias del mercado.
La conversación continuó, cada detalle que Anthony revelaba sobre Tomás era una pieza más del rompecabezas. Habló de su discreción, de su amor por el lujo y la privacidad, de su ética de trabajo implacable. Anthony se sintió cómodo, seducido por la inteligencia y el encanto de Emma. Ella le hizo preguntas abiertas, permitiéndole divagar, revelando sin saberlo pequeños fragmentos de información sobre los socios de Tomás, sus hábitos de viaje, la forma en que operaba su red.
Al final de la cena, Anthony se inclinó ligeramente sobre la mesa, sus ojos fijos en los de Emma.
—Sabes, Eleanor —dijo, su voz más baja y personal—, estoy realmente impresionado. No solo eres inteligente y perspicaz, sino que tienes una energía... cautivadora. Me encantaría presentarte a Tomás. Creo que harías una excelente impresión. De hecho, no dudo que vería el valor en conocerte. ¿Qué tal si organizo algo para la próxima semana?
El corazón de Emma dio un brinco, pero su rostro mantuvo la calma y la gratitud.
—Eso sería maravilloso, Anthony. Realmente te lo agradecería.
Mientras se despedían, Anthony le tomó la mano, sus dedos se demoraron un momento.
—Ha sido la cena más interesante que he tenido en mucho tiempo. Espero que podamos repetirlo, Eleanor, incluso sin Tomás de por medio.
Emma sonrió, una sonrisa perfecta y controlada.
—Lo mismo digo, Anthony. Ha sido un verdadero placer.
Salió de "The Ivy" con la sensación de victoria. La primera fase de su plan había sido un éxito rotundo. Había ganado la confianza de Anthony, y más importante, la puerta a Tomás Holler estaba a punto de abrirse. Pero la inquietud seguía allí: se estaba adentrando en un terreno peligrosamente inestable...