Vanessa se mantuvo a una distancia segura, escondiéndose tras pilares y estatuas. Vio a Magda detenerse frente a una pesada puerta de madera oculta detrás de un gran tapiz. La ama de llaves sacó un juego de llaves, y con un crujido sordo, la puerta se abrió a un pasillo oscuro.
Vanessa esperó unos minutos, su respiración apenas un suspiro. Luego, con una audacia que no sabía que poseía, siguió los pasos de Magda. El pasillo era frío y húmedo, el aire cargado con un olor metálico y a cerrado. Al final del pasillo, una luz más brillante se filtraba por una abertura. Vanessa se acercó sigilosamente y se asomó por la rendija de una puerta entreabierta.
Lo que vio la dejó helada. Era un vasto almacén subterráneo, mucho más grande de lo que parecía desde el exterior. Magda no estaba sola. Un grupo de hombres, todos robustos y con miradas duras, descargaban cajas de un camión que había sido introducido por una rampa oculta. Las cajas no eran de muebles ni materiales de construcción; eran herméticas, selladas, con etiquetas ilegibles y un aura de peligro que emanaba de ellas. Algunos hombres abrían una de las cajas con palancas, revelando paquetes envueltos en plástico, algunos con un polvo blanco, otros con billetes de alta denominación. Otro cargamento, aún más inquietante, era una serie de grandes cajas de madera, con aberturas de ventilación, de las que se oían débiles gemidos ahogados.
Magda, lejos de ser la ama de llaves asustada, estaba dando órdenes. Su voz era baja y autoritaria, sus gestos precisos. Señalaba dónde debían colocar las cajas, supervisaba el traspaso de los paquetes de dinero y se aseguraba de que las "cajas ventiladas" fueran manejadas con "cuidado especial". Su rostro, iluminado por la débil luz de las bombillas del almacén, era el de una mujer fría y experimentada, totalmente diferente a la dulce y comprensiva figura que había conocido.
Vanessa retrocedió, su corazón golpeándole en las sienes. La visión de las cajas con aberturas, los gemidos, el polvo blanco... la verdad la golpeó como un rayo. Magda no solo estaba al tanto de las actividades ilegales de Tomás; era una participante activa, una pieza clave en su oscuro imperio. Drogas. Contrabando. Y, por los gemidos, quizás incluso más allá. La mansión, que había sido su jaula, ahora revelaba sus entrañas, un nido de víboras donde ni siquiera la figura materna en quien había confiado era real. Estaba completamente sola, rodeada de depredadores, y la boda se acercaba a pasos agigantados.
🦋
En un café tranquilo de Londres, el murmullo de las conversaciones y el aroma a café no lograron disipar la oscuridad que se cernió sobre Hugo. Había estado siguiendo la prensa local, buscando alguna pista, alguna noticia que pudiera llevarlo a Vanessa o a Tomás. No esperaba encontrarla de una manera tan brutal.
En la página de sociales de un prestigioso diario, a toda página, el titular brillaba con letras doradas: "La Boda del Año: Tomás Holler y la Encantadora Vanessa". Debajo, una foto de Vanessa sonriendo, una sonrisa que Hugo sabía era forzada, junto a un impasible Tomás Holler. El artículo detallaba los preparativos, el lugar de la ceremonia en la finca de Holler, la lista de invitados de la élite mundial y la fecha: ese mismo fin de semana.
Hugo sintió como si un puño invisible le apretara el corazón. Las palabras se difuminaron, la imagen de Vanessa, el amor de su vida, comprometida, atrapada, bajo el dominio de un monstruo, era insoportable. Una punzada de desesperación y furia le atravesó. Había fracasado. Se había demorado demasiado. Vanessa estaba a punto de casarse, de sellar su destino con un hombre del que ahora sabía que era un criminal despiadado.
Sus manos temblaban mientras doblaba el periódico, la imagen de Vanessa grabada a fuego en su mente. No podía permitirlo. No podía quedarse de brazos cruzados mientras la mujer que amaba era sacrificada en el altar de un imperio oscuro. Las advertencias de Gael sobre Ronaldo, la conexión entre el tráfico de personas y la red de Holler, todo cobraba un sentido más oscuro y urgente. Necesitaba llegar a Vanessa. Necesitaba rescatarla.
Se levantó del asiento, su mente trabajando a mil por hora. Una invitación. Necesitaba una invitación para esa boda. Era la única forma de entrar en la fortaleza de Holler, la única manera de acercarse a Vanessa sin levantar sospechas. La misión de rescate se había vuelto personal, más urgente y más peligrosa que nunca. Hugo no sabía cómo lo lograría, pero la determinación que le ardía en el pecho era tan poderosa como su amor por Vanessa. Iría a esa boda, costara lo que costara...