Luna Roja

Capítulo 63

El viaje de Gael fue un torbellino de confusión y una oscuridad intermitente, como si el sedante aún se negara a abandonarlo del todo. Se despertó de nuevo, esta vez con una luz más tenue, pero la mordaza y las ataduras seguían allí, crueles recordatorios de su cautiverio. Había sido trasladado. El aire ya no olía a óxido, sino a madera vieja y cera. Al abrir los ojos, vio un techo abovedado con intrincadas molduras y una araña de cristal que colgaba sobre él, sus prismas atrapando la escasa luz de la mañana.

Estaba en lo que parecía ser una sala, una habitación sorprendentemente elegante para su situación. Muebles antiguos de caoba pulida, cortinas de terciopelo oscuro que cubrían las ventanas, un inmenso tapiz que representaba una escena de caza en una de las paredes. Esta no era una prisión improvisada; era una celda de lujo, un contraste inquietante con el terror que sentía. Sus ataduras, sin embargo, eran de cuerda, más gruesas que las anteriores, y lo sujetaban a una silla robusta.

La puerta de madera maciza se abrió con un crujido suave. Ronaldo entró, su traje impecable, una sonrisa de suficiencia en sus labios. Se detuvo en el umbral, disfrutando del momento.

—Bienvenido, Gael —dijo Ronaldo, su voz casi melosa—. Me alegra ver que te has recuperado de tu pequeño... "viaje". Estás en una de mis propiedades, una de mis favoritas, de hecho. Bastante más cómoda que el almacén, ¿no crees? Siempre pensé que el buen gusto era importante, incluso para un prisionero.

Gael forcejeó, el sudor frío empapándole la frente. Sus ojos suplicaban, amenazaban, maldecían.

Ronaldo dio unos pasos hacia él, sus manos entrelazadas a la espalda.

—Ah, las palabras. Qué lástima que no puedas usarlas. Pero no te preocupes, hay alguien que está muy ansioso por conocerte. Alguien a quien le he hablado mucho de tu... lealtad.

Ronaldo se detuvo junto a la silla de Gael, y entonces, con un movimiento teatral, giró la cabeza hacia la puerta.

—Pasa, Tomás. Nuestro invitado te estaba esperando.

Gael sintió un escalofrío que le recorrió la espina dorsal. Su corazón martilleó contra sus costillas. La figura que entró no necesitaba presentación. Tomás Holler. El mismo hombre de los periódicos, el prometido de Vanessa. Su presencia llenó la habitación con una autoridad gélida. Su rostro, que en las fotos parecía enigmático, ahora irradiaba una arrogancia triunfante. Llevaba un traje hecho a medida, el cuello de la camisa tan inmaculado como su reputación.

Tomás se acercó lentamente, sus ojos oscuros fijos en Gael, como un depredador que examina a su presa.

—Así que este es el famoso Gael —dijo Tomás, su voz profunda y resonante, sin rastro de emoción. Se detuvo justo delante de Gael, escudriñándolo—. Ronaldo me ha contado mucho sobre ti. Sobre tu habilidad para meter las narices donde no debes. Y sobre tu... entrañable amistad con Hugo.

Una sonrisa lenta y cruel se dibujó en los labios de Tomás. Era la sonrisa de la victoria, de la posesión.

—Hugo. Un joven problemático. Siempre interfiriendo en mis asuntos. Pero tú, Gael, eres la clave. Su punto débil. Y ahora que te tengo aquí, bajo mi techo, bajo mi control, no hay nada que él pueda hacer. La partida está a punto de terminar, y créeme, Hugo perderá absolutamente todo. Empezando por la mujer que ama.

Gael sintió un terror helado. No era solo su vida lo que estaba en juego, sino la vida de Hugo, y más importante aún, la de Vanessa. Holler lo había atrapado, y ahora lo usaría como palanca. La oscuridad se cernía sobre ellos, un juego macabro donde Gael era el peón, y Tomás Holler el implacable ajedrecista que movía los hilos del destino de todos ellos...



#2994 en Novela romántica
#285 en Thriller

En el texto hay: mafia, romance, venganza

Editado: 18.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.