Luna Sangrienta

Capitulo 5

Varios días se convirtieron en semanas. Mi vida en el internado se había vuelto una rutina extraña: clases nocturnas, comidas tensas, y una soledad que se sentía menos abrumadora gracias a la compañía de Evanie, Tatiana, Adler y Viktor. La hostilidad entre las facciones seguía siendo un telón de fondo constante, pero al menos tenía un lugar donde no me sentía completamente sola.

Un viernes por la noche, al finalizar las clases, la atmósfera pesada se rompió. Viktor, el más animado y con las ideas más alocadas de nuestro grupo, nos propuso algo que me pareció una locura. — ¡Vamos a la fiesta!—, exclamó, con una sonrisa de oreja a oreja.— Una fiesta improvisada en el sótano.

El plan era sencillo. El sótano del internado, un lugar que casi nadie visitaba, se convertiría en nuestra sala de fiestas. Al principio dudé, pero la idea de hacer algo tan fuera de lo común, tan diferente de los rígidos bailes reales a los que estaba acostumbrada, me atrajo. No tardé en aceptar, y el resto del grupo me siguió.

Cuando llegamos, el lugar ya estaba lleno. Se había corrido la voz, y estudiantes de ambas facciones, vampiros y lobos, estaban allí. Había música sonando, y aunque la atmósfera todavía era un poco tensa, la diversión se apoderaba del lugar. Viktor, junto con otros vampiros llamados Theo y Charles, trajeron cajas de vino y las distribuyeron entre los presentes.

Nunca había ido a una fiesta así. El ambiente era completamente diferente a todo lo que conocía. Me sentí un poco nerviosa, pero la excitación de la novedad me animó a disfrutar del momento. Me mezclé con la gente, conociendo a otros estudiantes y escuchando sus historias.

La fiesta estaba en su punto más álgido cuando la puerta se abrió y todos se callaron. A pesar de que la música seguía sonando, el silencio se apoderó de todos los presentes. Una sorpresa se dibujó en mi rostro y en el de varios de los estudiantes. Christoff había llegado.

No estaba solo. Lo acompañaba su séquito: una rubia de mirada fría llamada Aleska, una pelirroja de ojos verdes llamada Dara, un chico de cabello rojizo llamado Sean y un chico de cabello castaño de nombre Fin. La presencia de ellos en la fiesta improvisada del sótano era tan inesperada como el sol saliendo por el oeste. El líder de la facción más arrogante y elitista de los vampiros, asistiendo a una fiesta improvisada con los lobos y los "mortales".

Christoff me vio y una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios. No apartó la mirada de mí, y sentí que la fiesta ya no era una simple diversión. Era un juego. Un juego en el que yo era la única que no conocía las reglas.

A medida que pasaban las horas, la fiesta se volvió más animada. La música resonaba en los muros de piedra del sótano, y aunque cada especie se mantenía en su propio lado, la tensión parecía haberse disipado por el momento. Había lobos riendo a carcajadas, vampiros bebiendo con elegancia y un aire festivo que se apoderaba del lugar.

En un momento, me acerqué a la mesa donde se encontraban las bebidas, para tomar un poco de vino. Allí, para mi sorpresa, me encontré con Derek. Estaba de pie, observando a la gente con una expresión pensativa, como si estuviera analizando cada movimiento. Me acerqué a él, con mi corazón latiendo un poco más rápido de lo normal.

— No esperaba verte en una de estas actividades—, le dije, mi voz sonaba más nerviosa de lo que había esperado.

Una sonrisa se dibujó en su rostro. — Cuando se lleva tanto tiempo en este lugar, aprendes a apreciar cualquier tipo de diversión, por más pequeña que sea—. Asentí, tomando un sorbo de vino, y él me miró con una intensidad que me hizo sentir que me estaba escudriñando. — Yo tampoco esperaba conseguirte aquí—, me dijo.— Una princesa como tú... en un lugar como este. Creí que eras más de bailes de la realeza.

— ¿Y una princesa no puede divertirse?—, le pregunté, un poco irritada por su suposición.

Él se encogió de hombros, y una sonrisa se dibujó en sus labios. — Sí, puede—, me dijo.— Solo me sorprendió que una princesa tan... distinguida, se atreviera a ir a una fiesta en un sótano. Pero me alegra que lo hicieras.

Me sentí un poco avergonzada, pero la honestidad de sus palabras me hizo sentir que, por una vez, no estaba siendo juzgada. Me quedé a su lado, conversando, bebiendo vino y riéndome de sus chistes. Por primera vez en mi vida, me sentí libre. Libre de las miradas de mi madre, de la presión de mi padre, de la tensión que me rodeaba.

El tiempo voló mientras conversaba con Derek. Por primera vez en el internado, me sentí verdaderamente relajada, libre de las ataduras de mi título. La música, las risas y la tenue luz del sótano crearon un ambiente casi mágico. Pero, como era de esperarse en un grupo de adolescentes con alcohol en el sistema y, peor aún, de especies que se odiaban a muerte, la calma no duró mucho.

El vibrante murmullo de la fiesta, las risas ahogadas y el choque de copas, de repente se ahogaron bajo un grito estridente. Dirigí mi mirada hacia el centro del salón, justo a tiempo para ver la silueta borrosa de una loba tambalearse, el vino tinto que sostenía en la mano volando por el aire en una trayectoria de fatalidad. No tardó ni un segundo en impactar de lleno en el impoluto vestido blanco de Aleska, la deslumbrante rubia que flanqueaba a Christoff. Un escalofrío me recorrió la espalda. Aleska no solo era la acompañante oficial de Christoff y objeto de cotilleos constantes; su reputación como "arpía asesina" la precedía, forjada a base de un temperamento explosivo y una lengua afilada.

El tiempo parecía ralentizarse. La loba, una joven algo desgarbada, con el rostro enrojecido por el alcohol, soltó una risa tonta, como si no acabara de sellar su destino. Aleska, en cambio, se mantuvo inmóvil, el vino extendiéndose como una mancha de sangre sobre la seda de su vestido. Sus ojos, antes azules y serenos, se oscurecieron hasta convertirse en pozos de furia helada.




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