Luna Sangrienta

Capitulo 15

La puerta de la biblioteca se cerró con un eco seco, pero el daño ya estaba hecho. Derek y yo nos separamos tan rápido que pareció que la fricción del aire nos había repelido. Mi corazón seguía latiendo con la fuerza de un tambor, y el calor en mis mejillas era tan intenso que incluso mi piel pálida de vampira no podía disimularlo. Quienquiera que haya sido el intruso, le estaba agradecida por salvarme de lo que parecía una caída libre, y a la vez, estaba furiosa por la interrupción.

El momento se había desvanecido, reemplazado por la incómoda conciencia de las reglas y la realidad del internado. Sin intercambiar una palabra, ambos supimos que era hora de irnos.

Me dirigí a mi habitación sintiendo el cuerpo pesado, pero la mente acelerada. Por más que intenté dormir, el sueño no venía. La escena con Derek se repetía en mi memoria una y otra vez, como una película que no podía dejar de ver: sus ojos ámbar fijos en los míos, la cercanía de su aliento, la forma en que se acercó... Mi corazón se apretujaba en el pecho al recordar la intensidad de ese silencio compartido.

Siempre hay opción, Anne Marie. Solo tienes que ser lo suficientemente valiente para tomarla.

Me revolví en la cama. Era un lobo. Yo era una vampira. Éramos enemigos destinados a odiarnos, y sin embargo, él era el único que me entendía. Él era el único que me hacía sentir real. La vergüenza por casi besar a mi enemigo se mezclaba con una excitación incontrolable.

La noche se hizo larga. La oscuridad de la habitación se sentía más densa, y me di cuenta de que, por primera vez, mis tormentos no venían de sueños o visiones, sino de algo mucho más peligroso: mis propios sentimientos.

La noche finalmente llegó. La vergüenza por el momento interrumpido con Derek aún me quemaba, pero la necesidad de enfrentar el torneo y mi destino era más fuerte. Después del almuerzo, todos fuimos convocados a la Arena, no para luchar, sino para recibir instrucciones. Allí nos reunimos los miembros de ambos equipos, el Equipo Alpha y el Equipo Beta. La tensión era tan densa que podrías haberla cortado con un cuchillo.

La primera prueba del torneo consistiría en adentrarse en el bosque que rodeaba el internado para evaluar nuestra capacidad de rastreo y resistencia. Un miembro de cada grupo sería llevado por los tutores a un lugar secreto y el resto del equipo debía encontrarlo. El primer grupo en lograrlo ganaría la ronda.

Los tutores dieron las órdenes. En nuestro grupo, el Equipo Beta, Evanie fue la elegida para esconderse. Me lanzó una mirada tranquilizadora antes de desaparecer con el Tutor Malachai. En el equipo de Christoff, el elegido fue Igor, el lobo conocido por su físico robusto y su velocidad.

No me quedó más remedio que aliarme con las dos lobas, Lena y Aysha, y con Derek. Había estado esquivándole la mirada todo el rato, la vergüenza por el casi beso era un peso físico en mi cuello. Fingí revisar el equipo y concentrarme en las instrucciones, solo para evitar cruzarme con sus ojos ámbar.

Cuando el tutor dio la señal de inicio—un fuerte golpe de campana—, todos se pusieron manos a la obra. Esta era una prueba hecha para los lobos. Rápidamente, con la ventaja de su olfato superior y su conexión innata con la naturaleza, Derek se puso a la delantera. Se movía con una eficiencia silenciosa, guiando a Lena y Aysha. Yo me esforcé por seguirles el ritmo, sintiendo la humillación de mi velocidad inferior, pero enfocada en no perderles de vista.

El bosque se convirtió en un laberinto de sombras y olores. Escuché los murmullos de Christoff y su equipo justo detrás de nosotros, compitiendo por cada pista. Sabía que esta no era solo una carrera contra el tiempo, sino una batalla de egos entre los dos líderes de equipo. Y en ese momento, trabajar con Derek, a pesar de la incomodidad, era mi única esperanza de ganar.

Estaba completamente concentrada en seguir el rastro y evitar tropezar con las raíces, cuando Derek se acercó a mí, disminuyendo el paso para igualar el mío. Su proximidad me hizo tensar de nuevo, y evité su mirada.

―¿Qué te sucede, Anne Marie?―, me preguntó, su voz baja. ―¿Estás bien?.

―Nada―, dije demasiado rápido.

―Estás rara―, insistió. ―Desde el inicio, has estado evasiva.

―Solo estoy algo cansada―, le mentí. La verdad era que la vergüenza por casi besarlo la que me impedía respirar con normalidad.

Derek se detuvo. Giró mi rostro con suavidad, obligándome a mirarlo. Su toque fue firme pero gentil. ―Escúchame―, me dijo, su mirada seria. ―En estas pruebas, necesitamos estar completamente concentrados. No podemos fallar. Esto no es un juego, es contra Christoff.

Solo pude asentir, incapaz de decir una palabra coherente. Él pareció aceptar mi silencio. Se alejó y, de nuevo, se puso a la cabeza del grupo, regresando a la búsqueda con la intensidad de un depredador.

Corrimos durante horas. El olfato de los lobos nos llevaba en círculos, frustrados por el esfuerzo de Evanie por enmascarar su rastro. La desesperación comenzaba a hacer mella en el equipo.

De repente, a pesar de mi débil sentido del olfato, sentí un olor familiar, uno que conocía perfectamente bien: el perfume dulce y floral de Evanie. Sabía que mi amiga estaba cerca.

―¡Por aquí!―, exclamé, señalando en una dirección que los lobos habían pasado por alto. Todos me siguieron, sorprendidos por mi repentina certeza.

Después de un rato, llegamos a una zona plana, con pocos árboles alrededor. El olor de Evanie se concentraba allí, fuerte e inconfundible, pero no había nada.

Derek se giró, su rostro lleno de escepticismo. ―¿Estás segura de que este es el lugar, Anne Marie? No la siento.




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