El beso de Derek no fue una explicación, fue una revelación. El mundo dejó de ser el internado, la Arena o el palacio de mi madre. Éramos solo él y yo, en la oscuridad húmeda del sótano, y la verdad se sentía en la fuerza de sus labios.
El beso terminó. Derek se alejó lo suficiente como para que nuestras frentes quedaran unidas. Su respiración estaba tan agitada como la mía.
―Esa es mi respuesta, Anne Marie―, susurró, su voz ronca y profunda. ―Todo se resume a esto. Me gustas.
Mi corazón dio un vuelco. La negación y la frustración que había sentido se disolvieron en una euforia simple y pura.
―Tú también me gustas, Derek―, le dije, devolviéndole la verdad. ―Pero...
Derek terminó la frase por mí, separando su frente de la mía para mirarme a los ojos. ―Somos diferentes. Yo soy un lobo, y tú no eres una simple vampira. Eres la hija del Rey.
La realidad se coló de nuevo en nuestro pequeño refugio. ―Mi padre... él intentaría comprenderlo―, le dije, pensando en la ternura que había visto en él en mi sueño.―Él siempre escogería mi felicidad ante todo. Pero mi madre...―, hice una pausa, sabiendo la verdad.―Mi madre no sería tan fácil. Nunca.
―Lo sé―, admitió Derek. ―Por eso intenté alejarme de ti, por eso fui tan estúpido en la Arena. Pero no pude. Cada vez que te veo, mi instinto de lobo y mi sentido común desaparecen.
Mi mano buscó la suya, y nuestros dedos se entrelazaron. La sensación de su piel tibia contra la mía era un ancla.―Yo tampoco quiero alejarme de ti, Derek. ¿Qué debemos hacer?.
Él apretó mi mano con una determinación feroz. ―Nadie, Anne Marie. Nadie puede saber de esto―. Su voz era firme, una orden. ―La Alianza no lo permitiría. Christoff y tu madre harían un infierno de nuestras vidas, y pondrían a Edolf en una posición imposible.
Asentí. El riesgo era inmenso, pero la recompensa era el corazón que ahora latía sincronizado con el mío. ―Será un secreto―, le dije.
Derek me sonrió, una sonrisa que no había visto antes, llena de vulnerabilidad y promesa. ―Será nuestro secreto―. Levantó mi mano y depositó un suave beso en mis nudillos. Y en ese pacto sellado en la oscuridad, sentí que mi verdadero viaje, el que desafiaría a todos los reinos, acababa de comenzar.
Después de ese beso en el sótano, el tiempo con Derek se esfumó en un torrente de susurros y promesas. Finalmente, acordamos la hora para nuestro próximo encuentro en la biblioteca, sellando nuestro secreto con un último abrazo antes de que cada uno se fuera por caminos separados.
Regresé a mi habitación con los pies apenas tocando el suelo. La sonrisa en mi rostro era tan amplia que me dolía la cara, una expresión que nunca había tenido en el internado.
Evanie, que estaba sentada en su cama con un libro, me miró de inmediato. Su rostro, que había estado lleno de preocupación por mi huida de la Arena, se transformó al verme.
―¡Anne Marie! Por todos los cielos, ¿dónde estabas?―, preguntó, levantándose de un salto.―Te busqué por todas partes. ¿Qué pasó? ¿Te sientes mal?.
Logré controlar mi euforia lo suficiente para fabricar una excusa. ―Necesitaba pensar. Todo lo de la Arena y... la tensión. Fui a caminar, solo para despejar mi cabeza―. Omití, por supuesto, la parte del encuentro, el beso, y el nacimiento de nuestro secreto.
Evanie me miró, sus ojos escudriñándome. ―¿Estás bien? Pareces... no sé, demasiado feliz para alguien que acaba de ser humillada por Christoff.
―Sí, estoy bien―, aseguré. Fue entonces cuando la preocupación me golpeó. Con todo lo de Derek, había olvidado el incidente con Lena.―Evanie, tengo que decirte algo. De nuevo sentí ese dolor insoportable.
Rápidamente le conté lo sucedido: tocar a Lena, sentir la agonía de su tobillo torcido, y la forma en que el dolor se desvaneció apenas la herida sanó. Evanie palideció.
―¿Y han logrado averiguar algo sobre eso?―, preguntó, la preocupación regresando con fuerza.
Negué con la cabeza, sintiéndome decepcionada. ―Aún nada. El SifónPain de los lobos no funciona así.
Evanie suspiró, cruzándose de brazos. Había un tono de frustración en su voz, y algo más, algo que sonaba a reproche. ―Entonces, me parece que todas esas horas que pasas con Derek no han servido de nada, Anne Marie. Solo para ponerte como una adolescente... adolescente enamorada.
Mis mejillas se encendieron. Me sonrojé tan intensamente que sentí el calor hasta la punta de mis orejas. ―No sé de qué estás hablando―, dije, evitando su mirada.
Evanie me miró con los ojos entrecerrados por un momento, como si estuviera sopesando si presionarme o no. Por suerte, decidió que no era el momento. No dijo nada más, pero su silencio fue más elocuente que cualquier palabra. Sabía que no me creía, y que nuestro "secreto" ya estaba a punto de ser descubierto por mi mejor amiga.
La noche siguiente, a pesar de la falta de sueño y la euforia persistente del beso, me obligué a concentrarme en la rutina. Mis primeras clases pasaron rápido, y en un abrir y cerrar de ojos, ya estaba en la Arena junto a mi grupo, esperando las instrucciones para la siguiente prueba del torneo.
El Tutor Malachai, con su habitual aire de solemnidad, anunció que la prueba se llamaba el Laberinto de Sombras.
―Esta es una carrera de agilidad mental y precisión―, explicó. ―El objetivo es que los equipos atraviesen un complejo laberinto subterráneo ubicado bajo la Arena, desactivando una serie de sellos arcanos colocados en puntos clave, todo esto en completa oscuridad. El equipo que complete la ruta y desactive todos los sellos primero, ganará la ronda.
Para los vampiros, que poseemos una visión nocturna superior, esta era claramente una prueba diseñada para nuestra especie. Me sentí un poco más segura, sabiendo que al menos en este aspecto tenía una ventaja. Nos dieron un breve mapa de la ruta general y, tras un golpe de campana, entramos en la oscuridad absoluta del laberinto.
#788 en Fantasía
#485 en Personajes sobrenaturales
vampiros, vampire academy, hombres lobo mate vampiros drama romance
Editado: 10.10.2025