La noticia del empate nos dejó a ambos desanimados. Sabíamos lo que significaba: el enfrentamiento directo era inevitable si la última prueba no rompía el desempate. No regresé al dormitorio con Evanie, sino que me dirigí de nuevo al único lugar donde podía dejar caer mis defensas.
Derek me alcanzó en el sótano. Ambos nos desplomamos en el viejo sofá, la frustración por la derrota a manos de un beso robado y el destino nos pesaba.
Tomé el rostro de Derek entre mis manos, obligándolo a mirarme.―Aún nos queda una oportunidad―, le dije, la determinación regresando a mi voz.―La última prueba. Podemos ganar. Tenemos que ganar.
Él tomó mis manos, su mirada ámbar se suavizó por un segundo. Asintió. ―Lo haremos. Tenemos que darlo todo―. Se inclinó y me dio un corto beso, un recordatorio silencioso de la razón por la que estábamos arriesgando tanto.
Después de un rato, sabiendo que el sol estaba por asomar, regresé a mi habitación. Evanie ya estaba profundamente dormida. Me acosté, sintiendo que mi vida ya no era una secuencia de eventos, sino una cuenta regresiva hacia el enfrentamiento final.
A la noche siguiente, asistimos a clases. La tensión había escalado. Todos sabían que la próxima prueba era la decisiva. Durante el almuerzo, aproveché la oportunidad para disipar las dudas que tenía sobre la lealtad de mi amiga.
―Evanie―, le dije, mientras picaba mi comida. ―¿Cómo le va a tu equipo? ¿Cómo es estar con Christoff y Aleska?.
Evanie suspiró, su rostro sombrío. Se inclinó hacia mí. ―Es horrible. Ellos toman todas las decisiones, y yo, Igor y Theo solo podemos acatarlas. No les importa nuestra opinión. Se pasan el tiempo planeando cómo van a humillar al equipo de Derek―. Hizo una pausa y miró hacia la mesa de Christoff con cautela. ―De hecho, me he vuelto más cercana a Igor y Theo. Ellos son los únicos con los que puedo hablar. Están hartos de la arrogancia de Christoff, al igual que yo.
Su confesión me alivió. Aunque mi amiga estaba en el bando contrario, no me estaba traicionando. Y la grieta en el equipo de Christoff era una información valiosa. Sabíamos que, aunque parecían unidos, su liderazgo se basaba en el miedo, no en el respeto.
Al finalizar el almuerzo, no hubo camaradería, solo silencio tenso. Los licántropos y los vampiros nos posicionamos en nuestros flancos, observándonos, sabiendo que este era el punto de inflexión. Si esta prueba terminaba en empate, la diplomacia se caía a pedazos. El combate directo, el que todos temíamos, sería la sentencia final.
El Tutor Malachai se elevó sobre el centro del campo, su voz amplificada por la tecnología arcana. ―Bienvenidos a la última y decisiva prueba: La Cápsula del Recuerdo.
El nombre era suficientemente siniestro. Malachai continuó, su tono grave resonando en mi pecho: ―Esta es la prueba más difícil y peligrosa hasta el momento. Evalúa la capacidad de cooperación bajo estrés extremo y la resistencia mental. Los equipos serán introducidos en una serie de cámaras subterráneas diseñadas para evocar los miedos y las vulnerabilidades de la especie opuesta.
Nos movimos inquietos. ¿Ver nuestros propios miedos? Eso ya era duro. ¿Ver y experimentar lo que aterrorizaba a la otra especie? Eso era una tortura psicológica diseñada para romper la empatía, y por fin, la cooperación.
―El desafío―, explicó Malachai, señalando una estructura monolítica que parecía hundirse en la tierra, ―es encontrar y activar un cristal de teletransporte en el centro de la última cámara, lo que abrirá la salida. Sin embargo, para abrir la cámara final, deben activarse dos sellos simultáneamente en dos cámaras separadas. Es decir, un miembro vampiro y un miembro licántropo de cada equipo deben entrar en cámaras diferentes y activar los sellos al mismo tiempo para que la cámara central se abra. El equipo que activa el cristal primero, gana.
El desafío era una trampa brillante. Nos obligaba a confiar en la precisión y el autocontrol del enemigo. Si fallábamos en la coordinación, el esfuerzo era nulo.
Mi grupo se dividió estratégicamente mientras descendíamos al aire frío y húmedo del subsuelo. Derek, nuestro licántropo más ágil, y Evanie, con su dominio sobre las sombras, fueron a la primera sección para recuperar el mapa cifrado. Yo me preparé para el sellado con Lena, nuestra especialista en temporalización.
―Recuerden la ventana: tres segundos de margen―, susurré por el comunicador.
Los primeros minutos fueron un caos organizado. Las primeras cámaras nos golpearon con ilusiones sensoriales diseñadas para desorientar. Yo, siendo licántropo, entré en una sala donde el aire olía a moho ya cien años de sangre estancada, un terror atávico para los de mi especie. Escuché los jadeos ahogados de Lena por el intercomunicador cuando ella, en su cámara, debía ver algo parecido a una jaula de plata pura o la ausencia de la noche.
El caos se desató. Los mensajes de voz de los comunicadores se mezclaban, una cacofonía de órdenes, advertencias y, en el fondo, los gritos inconfundibles de Christoff, guturales y llenos de furia. La Reserva, normalmente un santuario de silencio y antigüedad, se había convertido en un campo de batalla sónica. Intentábamos coordinar la activación de los sellos ancestrales, una danza de precisión que exigía una sincronización perfecta entre las distintas cámaras y los miembros del equipo. Éramos la última esperanza para reactivar la Cápsula del Recuerdo, el artefacto que, según las leyendas, contenía los conocimientos perdidos de nuestros ancestros. La tensión era palpable, un nudo apretado en mi garganta, mientras mi voz se unía al coro de instrucciones que se cruzaban.
En un giro cruel del destino, la fatalidad se cernió sobre nosotros. Justo cuando Derek, estaba a punto de completar su parte en la cámara adyacente, la puerta de mi cámara se cerró de golpe con un estruendo metálico que resonó en el espacio de piedra. Fue un sonido sordo, definitivo, que selló mi destino momentáneo. El error de cálculo en la coordinación fue mínimo, apenas una fracción de segundo, pero suficiente. El sistema, al detectar una interrupción en la secuencia, procedió al temido reinicio. Las luces de las runas parpadearon, se atenuaron y se extinguieron, sumiendo la sala en una penumbra inquietante. Un zumbido vibró en las paredes, indicando que el proceso había fallado y que todo el ciclo de activación debería comenzar de nuevo.
#722 en Fantasía 
#419 en Personajes sobrenaturales 
vampiros, vampire academy, hombres lobo mate vampiros drama romance
Editado: 03.11.2025