Al día siguiente, después de la insistencia de Laura de traer a mis dos nuevas amigas a casa, me encontré una vez más rodeada de varias miradas frente a mi casillero. Sentía como si una manada de leones estuviera cazando a la pobre criatura que había sido tan ciega como para entrar en su territorio. No tenía que esforzarme mucho para adivinar que el rumor de la nueva neoyorquina enfrentándose a uno de los reyes leones se había esparcido por todo el instituto.
Ahí va mi anhelo de ser invisible.
Afortunadamente, ahora tenia mis propias leonas, aunque acabáramos de conocernos, sabía que podía confiar en ellas o por lo menos eso me revelaban los vagos pensamientos que captaba sin querer.
Tanto Erika como Odette sacaron mi atención de ese mar de ojos.
- ¿Qué haces parada todo rígida ahí Emma? -dijo Erika palmeando mi hombro- Te hemos estado llamando durante bastante tiempo.
Como si quisiera enfatizar ese hecho, Odette movía de arriba abajo su pequeña cabeza.
- No crees que es un poco exagerado -dije señalando levemente alrededor- Me gustaría pasar desapercibida rápidamente.
- ¿Qué? ¿Tú? ¿Desapercibida? -exclamo Erika, como si hubiera dicho algo que hubiera traspasado sus tres visiones del mundo- Aun si no hubiera sucedido el enfrentamiento con los Novack, créeme cariño, jamás hubieras pasado desapercibida. Eres como un gran lobo de las nieves en medio del pasillo.
No pude evitar que mis labios formaran una mueca ante su descripción, tenía que admitir que era más bonito que mi propia autopercepción de jirafa, y tampoco me podía quejar, para mi todos ellos eran como leones con sus cabelleras doradas, así que, supongo que es justo pensar en mi como un lobo por mi oscuro cabello.
- Emma no te preocupes, con el tiempo se acostumbrarán -con un tono suave, Odette intento calmar mis nervios tensos- Lo más importante ahora es como sobrevivir a la clase del Sr. Peeters.
Mis cejas se alzaron al ver su rostro pálido, como si la sola mención de eso produjera que las mariposas de su estomago quisieran escapar y no era la única, Erika fruncía sus delicadas cejas en una clara señal de disgusto.
Encontrándome con su mirada la inste silenciosamente hablar.
- El Sr. Peeters siempre hace lo mismo todos los años -un resoplido escapo de sus labios- Es como un tipo de bautizo, dice que es para probar las agallas de los nuevos, pero me inclino mas por mi propia teoría de que es un sádico sin remedio -dijo rodando sus ojos- De otra forma no me explico como puede hacerle eso hasta los de ultimo año, donde es casi imposible tener un alumno nuevo todos los años.
- Tengo pesadillas el comienzo de cada año gracias a esta clase -con un susurro Odette se abrazó a sí misma como si estuviera evitando que la piel de gallina se formara en sus brazos.
Eh, esto no se ve bien.
Y no estaba equivocada.
En el laboratorio el mar dorado se mecía en busca de sus asientos. Afortunadamente, esta vez no tuve la oportunidad de elegir un asiento potencialmente peligroso. Erika y Odette me arrastraron hacia un mesón no muy lejos del escritorio del Sr. Peeters, alegando que entre más cerca menos atención recibiríamos, pero estaba segura de que habían olvidado el factor sorpresa en medio de ellas.
Con un suspiro escapando de mis labios, estaba segura con todos los años de experiencia en ser la “nueva” que este lado recibiría la mayor parte de atención.
Cuando el Sr. Peeters entro al salón pude notar porque Erika creía firmemente en su teoría. Contrario a la típica imagen de un profesor con bata blanca, gafas y un portafolio, el hombre que se paró frente al pizarrón daba mas un aire de un ejecutivo de alto nivel, pero al mismo tiempo eso se contradecía por el carrito que rodaba frente a él con varias bandejas tapadas, como si se tratara de alguna especie de banquete al que asistimos.
- Buen día, señoritas y señores -dijo como si se estuviera presentando algún tipo de reunión, lo que me pareció raro, pero por las reacciones de los demás, tal vez no lo era- Como saben hoy la primera clase de su ultimo año con su servidor, por lo que en esta ocasión he preparo unas preciosas muestras que puedan poner a prueba sus conocimientos, que espero no hayan retrocedido por las vacaciones.
Mis puños se apretaron cuando un raro sentimiento de inquietud se apodero de mi por el tono que usaba.
Cálmate Emma.
Hay todo tipo de personas en el mundo.
Algunos les gusta ser más excéntricos que otros.
La charla del Sr. Peeters se vio interrumpida por dos figuras que atravesaron la puerta y caminaron a una mesa al final del salón, como si estuvieran en su propio territorio.
Y otros son bichos raros como tú.
Termine mi hilo de pensamientos antes de que el Sr. Peeters dirigiera su entusiasta mirada hacia los dos leones que acababan de entrar.
- Parece que a los señores Novack se les ha olvidado que no están sus hogares -dijo presionando ligeramente su carpeta, como una amenaza silenciosa de descontarles puntos- Lo que deja una muy mala imagen de nuestros modales a nuevos compatriotas -en algún momento sus ojos castaños se habían posado en mí, como una señal de impotencia ante las acciones groseras de esos dos leones- Afortunadamente, señorita Müller, le aseguro que hay muchos más jóvenes con buenos modales en nuestro instituto -su sonrisa y su mirada penetrante que no se había apartado hasta ahora era una clara señal de insistencia a responder.