La energía en el valle estaba cambiando. Lunara lo sintió en el aire, como una corriente sutil que se movía entre las runas del círculo de piedras y su propia magia. Mientras caminaban alejándose de ese lugar, el eco de lo que había visto en las visiones todavía pesaba en su mente. Cada paso que daban la acercaba más a un enfrentamiento inevitable con Lyssa, pero también la conectaba más profundamente con el poder que latía en su interior.
Su mente divagaba en todo lo ocurrido y sus inseguridades brotaban a cada paso que daba.
Elara y Caelum lideraban el camino, ambos en silencio, sumidos en sus propios pensamientos. Aunque confiaban en Lunara, la incertidumbre de lo que enfrentaban llenaba el aire con una tensión palpable.
Finalmente, fue Lunara quien rompió el silencio.
—Si las runas me eligieron para detener a Lyssa, ¿por qué siento que no tengo idea de lo que estoy haciendo?
Elara se detuvo y se giró hacia su hija. Su expresión era seria, pero no fría.
—Porque es la primera vez que estás enfrentando algo de esta magnitud. Nadie sabe exactamente qué hacer en estos momentos, ni siquiera tu padre o yo.
Caelum rió suavemente.
—Créeme, cuando tu madre y yo enfrentamos al amuleto, cometimos más errores de los que te imaginas.
Elara le lanzó una mirada rápida, pero su tono se suavizó cuando volvió a hablar con Lunara.
—Lo importante no es saberlo todo, Lunara. Es confiar en tu instinto. Las runas no te habrían elegido si no vieran algo en ti.
Lunara frunció el ceño, sintiendo que esa respuesta no era suficiente.
—Pero no sé cómo usarlas. No sé cómo manejar este poder, y Lyssa sí. Ella tiene años de ventaja.
Elara suspiró, y durante un momento pareció dudar antes de responder.
—Hay una forma de aprender más rápido. Pero no es algo que pueda enseñarte directamente.
Lunara alzó una ceja.
—¿Qué quieres decir?
Elara señaló hacia el círculo de piedras que habían dejado atrás.
—Las runas guardan un fragmento del conocimiento de los ancestros. Si te conectas con ellas de forma más profunda, podrías entender mejor cómo usarlas.
—¿Por qué no lo mencionaste antes? —preguntó Lunara, sorprendida.
Caelum intervino, su tono más grave.
—Porque esa conexión no es sencilla. Es peligrosa. Si lo haces mal, las runas podrían consumir tu espíritu.
Elara asintió.
—Es por eso que quería protegerte de esto. Pero si estás decidida a enfrentarte a Lyssa, necesitarás entender cómo funciona este poder.
Lunara apretó los puños, mirando a su madre y luego a su padre.
—No tengo otra opción. Si quiero detenerla, necesito saber cómo usar lo que tengo.
Tenía una gran responsabilidad por delante, ¿le daba miedo? Sí, pero no podía defraudar a sus padres, ni a ella misma. Como viviría, si es que sobrevivía, sabiendo que huyo de su destino.
Esa noche, se detuvieron en un claro del bosque para descansar. Elara y Caelum se turnaban para mantener la vigilancia, pero Lunara no podía dormir. Sentada junto al fuego, miraba las runas que su madre había trazado en el suelo para proteger el campamento. Cada símbolo parecía pulsar con una energía que ahora le resultaba familiar.
Finalmente, tomó una decisión.
—Madre, quiero intentarlo.
Elara, que estaba sentada en silencio junto al fuego, levantó la vista con sorpresa.
—¿Intentar qué?
—Conectarme con las runas. Necesito entender cómo funcionan antes de que sea demasiado tarde.
Elara la miró durante un largo momento antes de asentir.
—De acuerdo. Pero lo haremos juntas.
Caelum, que estaba sentado en las sombras, observando el borde del claro, frunció el ceño.
—¿Estás segura de esto, Elara?
—No, pero tampoco tenemos otra opción —respondió ella, antes de volverse hacia Lunara—. Si estás lista, vamos a comenzar.
Elara dibujó un círculo de protección alrededor de Lunara, trazando runas en el aire con precisión. La energía mágica llenó el aire, creando un resplandor tenue que iluminaba el claro.
—Si en algún momento sientes que estás perdiendo el control, dime. No intentes forzarlo, ¿entendido? —dijo Elara, con un tono firme.
Lunara asintió, respirando profundamente mientras se sentaba en el centro del círculo. Cerró los ojos y permitió que la energía de las runas fluyera hacia ella.
Al principio, sintió un leve hormigueo en sus manos, como si algo la estuviera tocando suavemente. Pero a medida que la conexión se profundizaba, las runas comenzaron a resonar en su mente, mostrándole destellos de conocimiento y poder.
Las visiones llegaron de nuevo, pero esta vez no eran fragmentos caóticos. Estaba viendo algo más antiguo, más profundo.
Un grupo de lobos y brujas trabajaban juntos, trazando runas en un terreno similar al círculo que conocía. Las runas brillaban con una luz dorada, pero no eran solo sellos: eran un lenguaje, una forma de comunicación entre los ancestros y la magia del mundo.
Una voz femenina resonó en su mente, fuerte pero serena.
—Eres la hija del equilibrio. Tu sangre lleva la llave para restaurar lo que fue roto.
Lunara giró en la visión, buscando el origen de la voz, pero no vio a nadie.
—¿Quién eres? —preguntó.
—Soy el eco de aquellos que sellaron las runas. Hemos esperado tu llegada.
Lunara sintió una oleada de poder correr por su cuerpo, conectándola con las runas en su mente. Comprendió que no necesitaba "controlarlas" como había creído; solo necesitaba permitir que fluyeran a través de ella.
Cuando abrió los ojos, estaba de vuelta en el claro. Su madre estaba frente a ella, observándola con preocupación.
—¿Qué viste? —preguntó Elara.
Lunara respiró profundamente antes de responder.
—Vi a los ancestros. Me hablaron… y creo que finalmente entiendo lo que debo hacer.
Caelum se acercó, cruzando los brazos.
—¿Y qué es eso?
Lunara se puso de pie, con una determinación renovada en su mirada.