El camino hacia el lugar donde Lyssa se ocultaba era más complicado de lo que Lunara había anticipado. Las runas que brillaban débilmente en su mente parecían guiarlos, pero también advertirles de los peligros que acechaban. Cada paso parecía más pesado, como si el mismo bosque tratara de detenerlos, y Lunara sabía que no se trataba de una simple caminata: era una prueba.
Una prueba que no sabía si sería capaz de superar. Si había ganado confianza, pero sus inseguridades se reavivaban de vez en cuando.
Elara lideraba el grupo, con los ojos atentos al entorno, mientras Caelum cerraba la marcha, su postura alerta ante cualquier señal de peligro. Lunara, en el centro, intentaba concentrarse en las runas que pulsaban en su mente, pero cada vez que lo hacía, sentía una punzada de ansiedad.
Si bien sus padres sabían que Lunara tenía un papel fundamental en esta nueva guerra, no podían dejar de querer proteger a su niña y lo demostraban en la alineación que tomaron al liderar el camino, Lunara al medio protegida por ambos padres.
Finalmente, llegaron a un claro rodeado de árboles altos y retorcidos, con raíces que sobresalían del suelo como si quisieran atraparlos. En el centro, un círculo de runas brillaba débilmente en la tierra, pero no era como las runas del valle. Estas eran oscuras, casi opacas, como si su energía estuviera apagada.
—¿Qué es esto? —preguntó Caelum, frunciendo el ceño mientras olfateaba el aire.
Elara observó las runas, su rostro endurecido.
—Es un vestigio de un ritual antiguo. Tal vez una de las pruebas que los ancestros dejaron atrás para proteger su magia.
Lunara se acercó al círculo, sintiendo cómo las runas en su interior reaccionaban a las que estaban grabadas en el suelo.
—Está bloqueando el camino —dijo, mirando a su madre—. Si no cruzamos esto, no podremos llegar a Lyssa.
Caelum gruñó suavemente, su desconfianza evidente.
—Y si esto es una trampa, podría estar esperándonos del otro lado.
—No creo que sea una trampa —respondió Elara, observando el diseño de las runas—. Esto no tiene el sello de Lyssa. Es algo más antiguo.
Lunara se arrodilló junto al círculo, extendiendo una mano hacia las runas. Al instante, sintió una corriente de energía fluir hacia ella, pero era diferente de lo que había sentido antes: era fría, pesada, como un eco del pasado que todavía guardaba poder.
—Las runas… están bloqueando el paso porque necesitan algo —dijo Lunara, cerrando los ojos mientras trataba de interpretar lo que sentía—. Una prueba.
Elara frunció el ceño.
—¿Qué tipo de prueba?
Antes de que Lunara pudiera responder, las runas comenzaron a brillar intensamente, y una voz resonó en el aire, profunda y antigua, como si viniera desde las raíces mismas del bosque.
—Hija del equilibrio, debes demostrar que eres digna de llevar este poder. Muestra tu voluntad, tu fuerza… y tu corazón.
El círculo comenzó a vibrar, y el aire se llenó de una energía opresiva. Antes de que Elara o Caelum pudieran intervenir, Lunara fue envuelta por un resplandor dorado que la separó de ellos.
—¡Lunara! —gritó Caelum, intentando avanzar, pero una barrera invisible lo detuvo.
Elara extendió las manos, intentando romper la barrera con su magia, pero no logró nada.
—Es parte de la prueba —dijo con frustración—. Esto es algo que debe hacer sola.
Caelum gruñó, pero no tuvo más opción que esperar mientras Lunara desaparecía en la luz.
Su pequeña estaba en peligro y él debía resignarse a dejarla enfrentar la prueba, como en el pasado ellos tuvieron que hacerlo. ¿Le gustaba? No, claramente no, pero no tenía más remedio que esperar y rezar para que su niña superara la prueba.
Lunara abrió los ojos y se encontró en un espacio vacío, una extensión infinita de luz dorada que parecía no tener principio ni fin. Frente a ella, las runas flotaban en el aire, formando patrones que cambiaban constantemente.
—¿Dónde estoy? —preguntó, su voz resonando en el vacío.
La misma voz antigua respondió.
—Estás en el corazón del equilibrio. Aquí enfrentas no solo tus miedos, sino también tus verdades. Si eres digna, el camino se abrirá para ti.
De repente, la luz cambió, y Lunara se encontró en un escenario completamente diferente. Estaba de pie en medio del valle, pero algo estaba terriblemente mal. Las piedras del círculo estaban destrozadas, y el cielo estaba cubierto de nubes oscuras que giraban en espiral.
Lyssa estaba allí, pero no era la Lyssa que había visto antes. Estaba completamente transformada, su cuerpo cubierto de runas oscuras que brillaban con un rojo intenso, y sus ojos eran pozos negros que parecían devorar la luz.
—¿Crees que puedes detenerme? —dijo Lyssa, su voz resonando con un tono burlón—. Eres solo una niña jugando con un poder que no comprendes.
Lunara apretó los puños, sintiendo la ira burbujear dentro de ella.
—No voy a dejar que destruyas este mundo.
Lyssa rio, un sonido que parecía resonar desde todas partes.
—¿Y qué harás? No puedes detenerme. Tu magia no es suficiente.
De repente, Lunara sintió un dolor punzante en su pecho, y cuando miró hacia abajo, vio que las runas de Lyssa habían comenzado a extenderse hacia ella, envolviendo su cuerpo como cadenas.
—No eres más que una herramienta —susurró Lyssa—. Una llave que puedo usar como me plazca.
Lunara cayó de rodillas, sintiendo cómo las runas apretaban su cuerpo, pero entonces, algo cambió. Dentro de ella, la chispa de energía que había sentido antes comenzó a crecer, empujando contra las cadenas.
—No… —murmuró Lunara, levantando la vista hacia Lyssa—. No soy tu llave.
La chispa dentro de ella explotó en una ola de energía dorada que rompió las cadenas y empujó a Lyssa hacia atrás. Las runas en su cuerpo comenzaron a brillar intensamente, y Lunara se dio cuenta de que finalmente estaba comenzando a entender su poder.