El sendero hacia el lugar donde Lyssa preparaba su ritual estaba cada vez más oscuro y peligroso. Las runas en la mente de Lunara pulsaban con una urgencia que la inquietaba, pero también la guiaban, como si fueran un faro en la penumbra. Sin embargo, la tensión en el aire crecía con cada paso.
El grupo caminaba en silencio, hasta que un crujido de ramas rompió la calma. Caelum levantó una mano, deteniéndolos.
—Alguien nos está siguiendo —murmuró, transformándose parcialmente, con sus garras y colmillos listos para el ataque.
Lunara sintió cómo su corazón comenzaba a acelerarse, pero intentó mantener la calma. Su magia chisporroteó en sus manos, un reflejo de la ansiedad que trataba de controlar.
—¿Quién está ahí? —preguntó Caelum, su voz profunda resonando en el bosque.
De las sombras surgió una figura alta y musculosa, con un aire salvaje que lo hacía parecer casi tan peligroso como Lyssa. Su cabello oscuro caía desordenado sobre su rostro, y sus ojos, de un azul helado, brillaban con una intensidad inquietante. Llevaba una capa negra y ropa de cuero desgastada, pero lo más llamativo eran las runas grabadas en su brazo derecho, similares a las de los lobos corruptos, pero diferentes, como si no estuvieran completamente activas.
—Vaya, vaya, miren a quién me encuentro —dijo con una sonrisa burlona mientras se cruzaba de brazos—. La famosa familia del equilibrio.
Caelum gruñó, dando un paso al frente.
—¿Quién eres?
El hombre levantó las manos en un gesto de calma.
—Tranquilo, lobo alfa. Mi nombre es Kieran.
Caelum recordó ese nombre, era el joven lobo que estaba en la manada cuando volvió con Elara a pedir ayuda.
Lunara sintió un escalofrío al escuchar su nombre. Había algo en él que la ponía en alerta, pero al mismo tiempo, no podía apartar la mirada.
—¿Qué quieres? —preguntó Elara, con la voz firme mientras mantenía una barrera mágica lista para activarse.
Kieran se rió suavemente, inclinando la cabeza hacia un lado.
—Estoy aquí porque trabajo para Lyssa… o al menos, lo hacía.
Eso fue suficiente para que Caelum y Elara adoptaran posturas defensivas, pero Lunara levantó una mano.
—¿Trabajabas? —preguntó, entrecerrando los ojos.
Kieran la miró directamente, su sonrisa burlona desapareciendo por un momento.
—Sí, trabajaba para ella. Pero ahora que está perdiendo el control de lo que quiere liberar, digamos que ya no estoy tan interesado en su locura.
—¿Y por qué deberíamos creerte? —intervino Caelum, sus garras brillando bajo la luz tenue.
Kieran se encogió de hombros.
—Porque si quisiera matarlos, ya lo habría intentado. Y porque… —se detuvo, mirando directamente a Lunara—. Creo que la niña dorada aquí es nuestra mejor apuesta para evitar que Lyssa destruya todo.
Lunara apretó los dientes. Odio el término "niña dorada" ya tenía demasiado con sus padres para que otro, y encima desconocido, la llamara así.
—No me llames niña.
Kieran levantó las manos, sonriendo de nuevo.
—Como digas, pequeña bruja.
Caelum gruñó, dando un paso hacia él, pero Elara lo detuvo colocando una mano en su brazo.
—¿Por qué decidiste dejarnos encontrarte? —preguntó Elara, estudiándolo con atención.
Kieran suspiró, su sonrisa desvaneciéndose nuevamente.
—Porque sé lo que Lyssa está planeando, y sé que no tienen mucho tiempo. Ella ya ha comenzado a abrir el portal, pero necesita más tiempo para completar el ritual. Si quieren detenerla, tendrán que cruzar las Tierras Rotas.
—¿Tierras Rotas? —preguntó Lunara, frunciendo el ceño.
Kieran asintió.
—Es un lugar donde la magia del equilibrio está rota. Un espacio entre este mundo y el otro. Si Lyssa ha pasado por ahí, lo ha dejado lleno de trampas, pero es el camino más directo hacia ella.
Elara entrecerró los ojos, claramente considerando si confiar en él.
—¿Por qué nos ayudas realmente?
Kieran la miró, con una expresión que parecía sincera por primera vez.
—Porque Lyssa me marcó —dijo, señalando las runas en su brazo—. Intentó corromperme como lo hizo con los otros lobos, pero no lo logró del todo. Estas runas me vinculan a ella, y si ella libera ese poder, también será mi fin.
Lunara lo miró fijamente, sintiendo algo extraño en su interior. Había desconfianza, sí, pero también una extraña conexión que no podía explicar.
—Si intentas traicionarnos… —comenzó Lunara.
Kieran sonrió, interrumpiéndola.
—¿Qué harás? ¿Purificarme como a los lobos?
Lunara estrechó los ojos.
—No, pero puedo intentarlo.
Kieran soltó una risa, pero no dijo nada más.
Elara finalmente habló, mirando a Caelum y luego a Lunara.
—Lo llevaremos con nosotros, pero lo vigilaremos de cerca.
Caelum gruñó, pero asintió.
—Un movimiento en falso y te arrepentirás.
—Entendido, alfa —respondió Kieran, con una leve inclinación de cabeza que no parecía del todo seria.
Mientras avanzaban hacia las Tierras Rotas, Kieran caminaba junto a Lunara, claramente disfrutando de incomodarla.
—Así que eres la hija del equilibrio, ¿eh? —dijo, con un tono ligero.
—Y tú eres el lobo traidor —respondió Lunara sin mirarlo.
Kieran soltó una carcajada.
—Me gusta. Tienes carácter.
Lunara lo miró, con los ojos entrecerrados.
—No estoy aquí para ser tu amiga.
—¿Y quién habló de amistad? —respondió Kieran, con una sonrisa descarada—. Pero si vamos a salvar el mundo juntos, podríamos al menos llevarnos bien.
Lunara lo ignoró, aunque no pudo evitar notar el brillo en sus ojos azules y la forma en que parecía desafiarla en cada palabra. Había algo en él que la irritaba… y la intrigaba. No le gustaba sentirse así, siempre tuvo el control de sus emociones, pero esta vez ese hombre provocaba algo en ella que no podía controlar.
Mientras el grupo continuaba su camino, Lunara se preguntó si realmente podrían confiar en Kieran, pero una parte de ella, una parte que no quería admitir, sentía que su presencia iba a ser más importante de lo que parecía.