El aire cambió tan pronto como entraron en las Tierras Rotas. Era denso y cargado, como si estuvieran respirando magia antigua que había perdido su equilibrio. El paisaje era un caos: árboles con raíces retorcidas se alzaban en ángulos imposibles, el suelo estaba cubierto de grietas que parecían abrirse hacia un abismo sin fin, y una luz débil y púrpura envolvía todo, dando la impresión de que el lugar estaba atrapado entre este mundo y algo más oscuro.
—Esto… no está bien —murmuró Lunara, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
Kieran, que caminaba unos pasos detrás de ella, soltó un silbido bajo.
—Bienvenida a las Tierras Rotas, pequeña bruja. ¿Sabes que nadie ha salido vivo de aquí, verdad?
Lunara giró la cabeza, fulminándolo con la mirada.
—Gracias por la motivación, lobo traidor.
Kieran levantó las manos, fingiendo inocencia.
—Solo digo lo que escuché. Además, estarías perdida sin mi guía.
—¿Perdida? —espetó Lunara, acercándose a él—. Estoy segura de que puedo manejar esto sin tu ayuda.
Kieran arqueó una ceja, claramente disfrutando de la confrontación.
—¿Ah, sí? Porque hasta ahora todo lo que veo es a alguien que todavía está intentando averiguar cómo funciona su magia.
Lunara apretó los dientes, sintiendo cómo su magia chisporroteaba en sus manos. Kieren tenía razón, pero ella no lo iba a admitir, no podía demostrar debilidad ante ese lobo, todavía no sabian si podían confiar en él.
—No me subestimes.
Antes de que la discusión pudiera escalar, Elara se interpuso entre ellos.
—¡Basta! —ordenó, con un tono firme que cortó la tensión de inmediato—. No estamos aquí para demostrar quién es más fuerte. Tenemos que cruzar estas tierras antes de que sea demasiado tarde.
Caelum, que había estado observando desde la retaguardia, añadió con un gruñido:
—Si quieren pelear, háganlo después de detener a Lyssa.
Lunara retrocedió, cruzándose de brazos mientras lanzaba una última mirada a Kieran, quien simplemente sonrió con autosuficiencia.
Por su parte, Elara rio ante la situación, pero cuando Caelum pregunto negó el motivo, no podía decirle que le recordaba al comienzo de su relación con él.
A medida que avanzaban, las trampas del lugar comenzaron a revelarse. Primero fueron grietas en el suelo que parecían abrirse justo cuando pisaban cerca, obligándolos a moverse con extremo cuidado. Luego, sombras que se deslizaban entre los árboles, susurrando palabras que no entendían, pero que llenaban el aire con una sensación de peligro inminente.
—Estas sombras no son reales —dijo Elara, trazando runas en el aire para formar una pequeña barrera mágica—. Pero eso no significa que no puedan hacer daño si bajamos la guardia.
Lunara asintió, tratando de concentrarse mientras sentía cómo las runas en su interior reaccionaban al caos del lugar. Las Tierras Rotas parecían amplificar todo: su magia, sus emociones, incluso el peso de sus pensamientos.
De repente, una grieta enorme se abrió frente a ellos, bloqueando el camino. Desde su interior, un humo oscuro comenzó a filtrarse, formando figuras humanoides que se movían lentamente hacia ellos.
—Genial. Más problemas —murmuró Kieran, colocándose en posición de combate.
Lunara levantó las manos, preparando su magia, pero Kieran la miró de reojo.
—¿Estás segura de que puedes manejar esto, pequeña bruja?
—¿Por qué no te callas y haces algo útil? —replicó Lunara, lanzando un rayo de energía dorada hacia una de las figuras.
El impacto disolvió a una de las sombras, pero no antes de que otra se acercara por su flanco. Kieran intervino, transformándose parcialmente y bloqueando el ataque con sus garras.
—Cuidado con las esquinas, bruja.
—¡No necesito que me salves! —gritó Lunara, lanzando otro hechizo que derribó a dos sombras más.
Kieran soltó una carcajada mientras luchaba contra las sombras con una habilidad que parecía casi demasiado fácil.
—No, claro que no. Solo estoy aquí porque es divertido verte demostrarlo.
Elara y Caelum trabajaban juntos, cubriendo los flancos y asegurándose de que ninguno de los atacantes llegara demasiado cerca. Años de práctica los hacían trabajar sincronizadamente, cosa que Kieren y Lunara no tenían. Pero a pesar de su habilidad, las sombras seguían llegando, como si fueran infinitas.
—Esto no va a terminar si no encontramos la fuente —dijo Elara, su voz llena de urgencia.
Lunara cerró los ojos, intentando concentrarse en las runas que pulsaban en su interior. Podía sentir algo, una presencia en el fondo de las Tierras Rotas, una fuerza que estaba generando las sombras.
—Hay algo… allí —dijo, señalando hacia una colina cubierta de niebla púrpura en la distancia—. Es la fuente.
—¿Y cómo planeas llegar hasta ahí? —preguntó Kieran, todavía luchando contra las sombras.
Lunara abrió los ojos, su mirada llena de determinación.
—Confíen en mí.
Antes de que alguien pudiera detenerla, Lunara levantó las manos, dejando que su magia fluyera sin restricciones. Las runas en su interior brillaron con intensidad, y una onda de energía dorada se expandió desde ella, empujando a las sombras hacia atrás y abriendo un camino directo hacia la colina.
Kieran, que había quedado momentáneamente impresionado, sonrió.
—Vaya, tal vez no seas tan inútil después de todo.
—Y tú tal vez no seas tan insoportable… aunque lo dudo —replicó Lunara, mientras avanzaba rápidamente hacia la colina.
Cuando llegaron a la cima, encontraron una pequeña piedra grabada con runas oscuras, pulsando con la misma energía que había sentido antes.
—Esta es la causa —dijo Elara, estudiando la piedra con atención—. Es una especie de ancla mágica que mantiene este lugar en caos.
Lunara se acercó, sintiendo cómo las runas de su interior reaccionaban a la piedra.
—Puedo destruirla —dijo, colocando las manos sobre la superficie.