El paisaje comenzó a cambiar nuevamente cuando dejaron atrás las Tierras Rotas. Las sombras se desvanecieron, pero el aire seguía cargado con una tensión eléctrica que hacía que cada paso pareciera más pesado. Lunara podía sentirlo en lo más profundo de su ser: estaban cada vez más cerca de Lyssa.
Elara y Caelum mantenían la delantera, discutiendo en voz baja cómo proceder una vez que llegaran al lugar del ritual. Lunara se quedó rezagada, caminando junto a Kieran, aunque no estaba segura de si fue una decisión consciente o si él simplemente lo había decidido por ella.
—Pareces más tranquila ahora —comentó Kieran, rompiendo el silencio. Su tono era casual, pero había un matiz de curiosidad en sus palabras.
Lunara lo miró de reojo, todavía no completamente segura de cómo sentirse respecto a él.
—¿Y qué esperabas? ¿Que me desmoronara?
Kieran sonrió, esa sonrisa medio burlona que ya empezaba a reconocer como parte de él.
—No, pero admito que es divertido ver cómo te esfuerzas por demostrar que no necesitas ayuda.
—Porque no la necesito —respondió Lunara rápidamente, con una chispa de irritación en su tono.
Kieran se rió suavemente.
—Claro, pequeña bruja, como digas.
—Deja de llamarme así —espetó Lunara, deteniéndose para enfrentarlo. Sus ojos se encontraron, los de Kieran llenos de un brillo divertido y los de Lunara ardiendo con una mezcla de frustración y desafío.
—¿Por qué? Es un apodo perfecto —dijo él, cruzándose de brazos mientras se inclinaba ligeramente hacia ella—. Además, creo que te queda bien.
Lunara sintió un calor subirle por el cuello, aunque no estaba segura de si era por la rabia o algo más.
—¿Tienes que ser tan insoportable todo el tiempo?
Kieran se encogió de hombros, su sonrisa burlona todavía presente.
—Es parte de mi encanto.
Antes de que Lunara pudiera responder, un ruido repentino interrumpió su intercambio. Ambos se giraron hacia el sonido, sus cuerpos tensándose al unísono.
—Algo viene —murmuró Kieran, sus ojos azules brillando con intensidad mientras se preparaba para lo que fuera que estuviera acechando en las sombras.
Lunara levantó las manos, dejando que su magia fluyera mientras intentaba calmar el acelerado latido de su corazón.
De entre los árboles surgió una criatura enorme, una amalgama de magia oscura y fuerza bruta. Su cuerpo parecía hecho de piedra y raíces retorcidas, y sus ojos brillaban con el mismo rojo oscuro que las runas corruptas.
Elara y Caelum llegaron corriendo al oír el estruendo, poniéndose en posición de combate.
—¿Qué demonios es eso? —preguntó Caelum, con un gruñido mientras se transformaba parcialmente.
—Parece una de las criaturas de Lyssa —dijo Elara, estudiándola rápidamente—. Pero nunca había visto algo como esto.
La criatura rugió, su voz como un trueno que hizo temblar el suelo, y se lanzó hacia ellos.
—¡Lunara, quédate atrás! —gritó Caelum, pero Lunara ya estaba preparando un hechizo.
—¡No puedo quedarme atrás! —replicó, lanzando un rayo de energía dorada hacia la criatura.
El impacto la detuvo momentáneamente, pero no fue suficiente para derribarla. Kieran se unió al ataque, transformándose parcialmente mientras saltaba hacia la criatura con una velocidad sorprendente.
—¡Apunta a las runas en su pecho! —gritó Kieran, esquivando por poco un golpe de la criatura.
Lunara vio las runas brillando débilmente en el pecho de la criatura, y de inmediato entendió. Canalizó su magia, concentrándose en un solo rayo de energía pura, y lo lanzó hacia las runas.
El impacto fue devastador. Las runas se rompieron en pedazos, y la criatura dejó escapar un rugido final antes de desmoronarse en el suelo.
Lunara respiraba con dificultad, pero no tuvo tiempo de recuperarse antes de que Kieran se acercara a ella con una sonrisa arrogante.
—Buen tiro, pequeña bruja.
Lunara lo miró con cansancio, pero no pudo evitar responder con una sonrisa, aunque fuera pequeña.
—Gracias, lobo insoportable.
Kieran rió, y por un momento, la tensión entre ellos pareció disiparse.
Elara observaba en silencio mientras veía como poco a poco ambos se iban acoplando.
Más tarde esa noche, mientras acampaban para recuperar fuerzas, Lunara se encontró sentada alrededor del fuego junto a Kieran. Elara y Caelum estaban un poco más lejos, discutiendo estrategias para el enfrentamiento con Lyssa.
—¿Por qué estás aquí, realmente? —preguntó Lunara de repente, rompiendo el silencio entre ellos.
Kieran levantó una ceja, sorprendido por la pregunta directa.
—¿No lo he dicho ya? Lyssa intentó controlarme. Esto es personal.
—No, eso no es todo —insistió Lunara, estudiándolo con cuidado—. Podrías haberte ido, podrías haber huido y dejado que esto fuera nuestro problema. Pero estás aquí. ¿Por qué?
Kieran la miró en silencio por un momento, y por primera vez, la burla desapareció de su rostro.
—Tal vez porque estoy cansado de correr.
Kieran había sido un lobo traidor desde que abandono la manda de Caelum hace más de 20 años y sentirse desarraigado le pesaba.
Lunara no esperaba esa respuesta, y por un momento no supo qué decir.
—Además… —añadió Kieran, con una sonrisa que volvía a ser algo burlona—. Admito que es interesante estar cerca de alguien como tú.
Lunara rodó los ojos, pero no pudo evitar sentir un leve calor en sus mejillas.
—No te hagas ilusiones.
—Demasiado tarde —respondió él, riendo suavemente.
Por primera vez, Lunara no se sintió molesta por su tono. Había algo en Kieran, una mezcla de desafío y sinceridad, que comenzaba a intrigarla más de lo que quería admitir.