El amanecer trajo consigo un aire cargado de magia y peligro. A medida que avanzaban hacia el lugar donde Lyssa realizaba su ritual, el entorno parecía cambiar con cada paso. El suelo estaba cubierto de grietas por las que se filtraba un resplandor rojo oscuro, y el cielo, teñido de púrpura, parecía doblarse sobre sí mismo como si algo estuviera rompiendo las barreras de la realidad.
—Estamos cerca —dijo Elara, deteniéndose para observar el horizonte. Su voz estaba tensa, cargada de preocupación.
—Lo siento también —añadió Lunara, cerrando los ojos mientras las runas en su interior pulsaban con una intensidad que la hacía estremecerse—. Las runas están reaccionando. Lyssa está… cerca de abrir el portal.
—Entonces no podemos esperar más —gruñó Caelum, transformándose parcialmente mientras sus garras brillaban bajo la luz roja.
Elara asintió, pero su mirada se desvió hacia Lunara.
—Lunara, ¿estás lista?
La joven bruja respiró hondo, sintiendo el peso de la pregunta. Miró a sus padres y luego a Kieran, quien estaba de pie a un lado, observándola con una mezcla de calma y confianza.
—Sí —respondió finalmente, su voz más firme de lo que esperaba.
Kieran sonrió ligeramente.
—Eso es lo que quería oír, pequeña bruja.
—¿Puedes dejar de llamarme así por un momento? —replicó Lunara, pero esta vez su tono era más ligero.
—No sería yo si lo hiciera —respondió Kieran, guiñándole un ojo antes de volverse hacia el camino.
Cuando llegaron al lugar del ritual, la vista los dejó sin aliento. El círculo de piedras donde habían sellado el amuleto estaba irreconocible. Las piedras, antes llenas de un brillo dorado, ahora estaban cubiertas de runas oscuras que pulsaban con una energía malévola. En el centro, Lyssa se alzaba rodeada por lobos corruptos, sus ojos negros brillando con un poder antinatural.
El portal ya estaba comenzando a abrirse. Una grieta en el aire flotaba frente a Lyssa, y del otro lado, sombras grotescas se retorcían, luchando por cruzar. El sonido era ensordecedor, un eco que hacía vibrar el suelo bajo sus pies.
—Llegaron justo a tiempo para presenciar el fin del equilibrio —dijo Lyssa, girándose hacia ellos con una sonrisa cruel.
—No mientras nosotros sigamos aquí —gruñó Caelum, avanzando con las garras extendidas.
Lyssa rio, levantando una mano para detener a los lobos corruptos que gruñían a su alrededor.
—¿De verdad creen que pueden detenerme? —preguntó, con un tono burlón—. El equilibrio está roto. Y gracias a nuestra querida Lunara, la llave, ya no hay forma de sellarlo.
Lunara dio un paso al frente, sintiendo que su magia comenzaba a arder en su interior.
—No soy tu llave, Lyssa. Y no voy a dejar que destruyas este mundo.
—¿Ah, no? —dijo Lyssa, alzando una ceja—. Entonces demuéstramelo.
Con un movimiento de su mano, Lyssa lanzó una ráfaga de energía oscura hacia Lunara. Antes de que pudiera reaccionar, Kieran se interpuso, transformándose completamente y bloqueando el ataque con su cuerpo. Lo que sorprendio a la familia entera, ni Caelum fue tan rapido para proteger a su niña.
—¡Kieran! —gritó Lunara, viendo cómo él retrocedía por el impacto.
—Estoy bien —gruñó él, aunque su tono traicionaba el dolor—. Pero tú necesitas concentrarte, Lunara. Esto depende de ti.
Lunara apretó los dientes, mirando a Lyssa con renovada determinación.
—¿Quieres una pelea? —dijo, levantando las manos mientras sus runas brillaban intensamente—. Entonces aquí estoy.
El enfrentamiento fue caótico. Elara y Caelum luchaban contra los lobos corruptos, mientras Kieran protegía a Lunara de los ataques directos de Lyssa. Pero la joven bruja sabía que no podían ganar solo luchando. Tenía que cerrar el portal antes de que fuera demasiado tarde.
Mientras esquivaba un ataque, Lunara sintió que las runas en su interior se alineaban con las del círculo de piedras. Era como si la magia le estuviera mostrando lo que debía hacer.
—¡Madre! —gritó, lanzando un hechizo para detener a uno de los lobos que atacaba a Elara—. Necesito tiempo para cerrar el portal.
Elara, sin dudarlo, asintió.
—¡Caelum, Kieran! ¡Protejan a Lunara!
Kieran se colocó junto a ella de inmediato, con los ojos azules ardiendo de determinación.
—Haz lo que tengas que hacer. Yo me encargaré del resto.
Lunara lo miró por un momento, sorprendida por la intensidad en su voz, pero no perdió más tiempo. Corrió hacia el centro del círculo, donde la energía del portal era más fuerte.
Lyssa lo notó y lanzó un grito de furia.
—¡No!
Con un movimiento, intentó atacar a Lunara, pero Kieran se lanzó sobre ella, deteniéndola antes de que pudiera llegar.
—¡Ni lo pienses! —gruñó él, bloqueando otro de sus ataques.
Lunara, ahora en el centro del círculo, levantó las manos y cerró los ojos, dejando que su magia fluyera. Las runas comenzaron a brillar con fuerza, resonando con su energía mientras el portal temblaba.
Mientras canalizaba su poder, sintió algo más: la conexión con Kieran. Su magia resonaba con la energía que él emanaba, como si sus espíritus estuvieran sincronizados en medio del caos.
“Confío en ti”, pensó, y esa confianza fue suficiente para que su magia alcanzara su máximo potencial.
Las runas del círculo comenzaron a resplandecer con un dorado intenso, y el portal se contrajo lentamente, cerrándose mientras las sombras del otro lado desaparecían con un grito ensordecedor.
Lyssa gritó, cayendo de rodillas mientras la magia del portal la abandonaba.
Cuando todo terminó, Lunara cayó al suelo, agotada, pero aliviada. Kieran corrió hacia ella, inclinándose para ayudarla a levantarse.
—Lo hiciste —dijo, con una sonrisa que esta vez no tenía rastro de burla.
Lunara lo miró, sintiendo una oleada de emociones que no pudo ignorar.
—No lo habría hecho sin ti —murmuró.
Kieran rio suavemente, pero no respondió, simplemente se quedó a su lado mientras el mundo comenzaba a calmarse