Lunara Sombras y promesas

capitulo 17

La calma que había envuelto al valle después de la derrota de Lyssa comenzó a sentirse menos segura con cada día que pasaba. Aunque las runas del círculo seguían brillando con la energía dorada que Lunara había usado para sellar el portal, había algo en el aire que mantenía a todos en alerta.

Kieran se había quedado, como prometió, aunque su integración en la vida del valle no había sido sencilla. Los lobos de la manada desconfiaban de él, y las brujas lo veían como un intruso. Lunara se convirtió en un puente entre Kieran y la comunidad, defendiendo su presencia cuando las miradas o las preguntas se volvían demasiado insistentes.

Una tarde, mientras Lunara revisaba antiguos pergaminos en la biblioteca del consejo, Kieran entró sin previo aviso, con su típica actitud despreocupada.

—¿Siempre pasas tus días entre libros polvorientos? —preguntó, apoyándose en el marco de la puerta.

Lunara levantó la vista, sin molestarse en ocultar su sonrisa.

—¿Siempre tienes que interrumpir cuando estoy trabajando?

—Es mi especialidad —dijo Kieran, entrando en la habitación y observando los pergaminos extendidos sobre la mesa—. ¿Qué estás buscando?

—Respuestas —respondió Lunara, señalando un pergamino lleno de runas complejas—. Estas runas no estaban en el círculo antes de que Lyssa comenzara su ritual. Aparecieron después de que lo cerramos.

Kieran frunció el ceño, inclinándose para examinar las marcas.

—¿Crees que son un mensaje?

—O una advertencia —murmuró Lunara, corriendo un dedo sobre una de las líneas de texto—. Las runas hablan de algo llamado El Eco. Pero no sé qué significa.

Kieran la miró, y por primera vez en mucho tiempo, su expresión era completamente seria.

—El Eco… —repitió, casi como si lo conociera.

Lunara levantó la vista de inmediato.

—¿Sabes algo?

Kieran no respondió de inmediato, y cuando lo hizo, su voz era más baja de lo habitual.

—Cuando trabajaba con Lyssa, escuché rumores. Ella mencionaba algo sobre "El Eco", pero nunca explicaba qué era exactamente. Solo decía que si el portal se cerraba, quedaría un eco que resonaría a través del equilibrio. Algo que no podía ser contenido.

Lunara sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Crees que eso tiene que ver con estas runas?

Kieran asintió lentamente.

—Si estas runas aparecieron después de cerrar el portal, entonces no todo quedó sellado como pensabas. Tal vez… algo se filtró.

Esa noche, mientras los líderes de la manada y el consejo se reunían para discutir el hallazgo de las runas, el cielo sobre el valle comenzó a oscurecerse de manera inusual. Una brisa fría recorrió el bosque, llevando consigo un extraño susurro que hizo que los lobos levantaran las orejas y que las brujas se tensaran.

Lunara, que estaba sentada junto a Elara y Caelum, sintió que las runas en su interior vibraban de una manera que nunca había experimentado.

—Algo está mal —dijo, levantándose rápidamente.

Antes de que alguien pudiera responder, un rugido profundo resonó en la distancia, seguido de un temblor que sacudió el suelo.

—¡El círculo! —gritó Caelum, transformándose de inmediato mientras todos se dirigían hacia las piedras.

Cuando llegaron, encontraron las runas doradas del círculo brillando intensamente, pero esta vez con una energía inestable. Las marcas que habían aparecido después del cierre del portal pulsaban con un ritmo irregular, como si estuvieran luchando por contener algo.

—¿Qué está pasando? —preguntó Elara, estudiando las runas con preocupación.

Lunara se adelantó, colocando las manos sobre una de las piedras. Al instante, sintió una conexión con las marcas y una ráfaga de imágenes llenó su mente.

Vio el portal cerrado, pero detrás de él, algo más se movía en la oscuridad. No eran las sombras que Lyssa había intentado liberar, sino algo diferente, algo más antiguo y más peligroso.

—No todo quedó sellado —dijo Lunara, abriendo los ojos con un jadeo.

El líder de la manada, que había estado observando en silencio, dio un paso al frente.

—¿Qué significa eso? ¿Lyssa logró liberar algo?

Lunara negó con la cabeza, aunque su expresión estaba llena de incertidumbre.

—No es algo que Lyssa liberó. Es algo que estaba esperando.

Elara frunció el ceño.

—¿Esperando qué?

—El portal fue una puerta, pero también un ancla —respondió Lunara, sus palabras saliendo rápidamente mientras intentaba procesar lo que había visto—. Incluso cerrado, dejó una grieta. Algo en el otro lado lo está usando para colarse lentamente en nuestro mundo.

Kieran, que había estado observando en silencio, finalmente habló.

—El Eco.

Todos lo miraron, y él cruzó los brazos mientras explicaba:

—Lyssa mencionó que el portal no era solo un medio para traer algo aquí. También era una especie de reflejo de lo que existía al otro lado. Si esto es el Eco… no es solo un fragmento. Es algo que quiere terminar lo que Lyssa empezó.

El silencio que siguió fue pesado, y finalmente Caelum lo rompió con un gruñido.

—Entonces tenemos que detenerlo antes de que cruce.

—Si es que no está aquí ya —dijo Lunara, mirando las runas con preocupación.

Esa noche, mientras el valle se preparaba para reforzar las defensas mágicas, Lunara se encontró nuevamente con Kieran, que estaba sentado en una roca cerca del círculo de piedras.

—Siempre estás en el lugar más problemático —dijo ella, cruzando los brazos mientras se acercaba.

—Es mi talento —respondió él, pero su tono era más serio de lo habitual.

Lunara se sentó junto a él, dejando que el silencio se acomodara entre ellos antes de hablar.

—¿Crees que podemos detener esto? —preguntó, mirando las estrellas que apenas eran visibles a través del cielo oscurecido.

Kieran la miró de reojo, con una expresión pensativa.

—No lo sé. Pero sé que si alguien puede hacerlo, eres tú.




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