Lunara Sombras y promesas

capitulo 18

El silencio del valle había sido reemplazado por una inquietud constante. Las runas en el círculo seguían brillando de manera inestable, y Lunara no podía sacudir la sensación de que algo las estaba observando desde el otro lado. Aunque todos trabajaban para reforzar las defensas mágicas, había algo en su interior que le decía que esto no se detendría con barreras y hechizos.

Elara notó la tensión en su hija.

—¿Estás bien? —preguntó, mientras ambas revisaban un antiguo pergamino con instrucciones para proteger las runas.

Lunara asintió, pero su expresión la traicionaba.

—No puedo dejar de sentir que esto… es diferente. Lyssa era una amenaza clara, pero esto… esto es algo que no entiendo del todo.

Elara dejó el pergamino a un lado y se sentó junto a ella.

—Es normal sentir miedo, Lunara. Pero recuerda que has enfrentado lo imposible antes.

—Esto no es solo miedo, madre —respondió Lunara, apretando los puños sobre su regazo—. Es como si las runas estuvieran tratando de decirme algo, pero no puedo entenderlo.

Elara frunció el ceño, pensativa.

—Tal vez lo que necesitas no es luchar contra esa sensación, sino aceptarla. Las runas están conectadas contigo de una manera que no comprendo del todo, pero tal vez puedas encontrar respuestas en esa conexión.

—¿Cómo? —preguntó Lunara, desesperada por una dirección clara.

—Deberías volver al círculo —dijo Elara finalmente—. Si las runas intentan comunicarse contigo, ese es el lugar donde la conexión será más fuerte.

Lunara asintió, aunque un escalofrío recorrió su cuerpo.

Esa noche, Lunara se dirigió al círculo sola. Aunque Kieran insistió en acompañarla, ella sabía que esto era algo que debía hacer por su cuenta.

Cuando llegó, el lugar estaba en completo silencio, excepto por el zumbido leve de las runas que pulsaban con un ritmo irregular. La luz de la luna iluminaba las piedras, y Lunara sintió que la energía en el aire era casi tangible.

Respiró hondo y se arrodilló en el centro del círculo, cerrando los ojos mientras colocaba las manos sobre la piedra principal. Al instante, sintió una corriente de energía recorrer su cuerpo, pero no era como antes. Esta vez, era fría, como si el poder al otro lado estuviera intentando infiltrarse en su espíritu.

—¿Qué eres? —susurró, dejando que las runas la envolvieran.

Una voz resonó en su mente, profunda y distante, como si viniera de los confines de un abismo.

—Soy el reflejo. Soy lo que queda cuando el equilibrio se rompe.

Lunara se tensó, pero no rompió la conexión.

—¿Por qué estás aquí? El portal está cerrado.

—El portal fue una grieta… y a través de las grietas, los ecos encuentran su camino.

Lunara sintió una oleada de imágenes llenar su mente. Vio al portal cerrándose, pero también vio las pequeñas fracturas que había dejado atrás. En esas fracturas, algo oscuro se movía, creciendo lentamente como una sombra que no podía ser contenida.

—¿Qué quieres? —preguntó, su voz temblando ligeramente.

La voz respondió, y esta vez fue más clara, más cercana.

—Quiero equilibrio… el verdadero equilibrio. No la mentira que has restaurado.

Lunara abrió los ojos bruscamente, rompiendo la conexión. Estaba jadeando, y su corazón latía con fuerza.

—No tiene sentido —murmuró, mirando las runas que brillaban débilmente—. ¿Qué significa un “verdadero equilibrio”?

Cuando regresó al campamento, Kieran la estaba esperando. Estaba sentado junto al fuego, pero se levantó tan pronto como la vio.

—¿Qué pasó? —preguntó, estudiando su rostro con preocupación.

Lunara se dejó caer en una roca juntoma él todavía procesando lo que había sentido.

—Hablé con… algo. Las runas se conectaron con lo que está al otro lado.

Kieran frunció el ceño, sentándose frente a ella.

—¿Y qué dijo?

—Dijo que no busca destruirnos… que busca un “verdadero equilibrio” —respondió Lunara, con el ceño fruncido—. Pero no sé qué significa eso.

Kieran permaneció en silencio por un momento, como si estuviera considerando sus palabras.

—¿Crees que está diciendo la verdad?

—No lo sé —admitió Lunara—. Pero sentí algo… diferente. No era como Lyssa. No había odio, solo… vacío.

Kieran se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas mientras la miraba fijamente.

—Tal vez lo que quiera no sea destruir este mundo, sino cambiarlo.

—¿Cambiarlo cómo? —preguntó Lunara, sus ojos encontrándose con los de él.

—No lo sé, pero si su idea de equilibrio es diferente a la nuestra, eso podría ser igual de peligroso —respondió Kieran.

Lunara asintió lentamente, pero no pudo evitar preguntarse si había algo más que estaba perdiéndose.

Esa noche, mientras todos dormían, Lunara se quedó despierta, mirando las estrellas desde el borde del campamento. Kieran se acercó en silencio, sentándose junto a ella.

—No puedes dejar de pensar en ello, ¿verdad? —preguntó, su tono más suave de lo habitual.

Lunara negó con la cabeza.

—Es como si estuviera atada a esto, como si las runas no me dejaran en paz.

Kieran la miró, su expresión extrañamente seria.

—Tal vez porque saben que tú eres la única que puede manejarlo.

Lunara lo miró, sorprendida por la sinceridad en su voz.

—¿Siempre tienes algo alentador que decir?

Kieran sonrió ligeramente.

—No, solo contigo.

Lunara sintió que su corazón latía un poco más rápido, pero apartó la mirada rápidamente.

—Gracias, Kieran. Por estar aquí.

—Siempre, pequeña bruja —respondió, con una sonrisa que esta vez no tenía ni rastro de burla.

Lunara no queria regresar al campamento, por lo cual Kieran la tomo de la mano y la llevo bajo un árbol donde se recostó y tiro su mano hacia ella.

-¿Qué haces?- dice con un dejo de preocupación.

-No te voy a dejar sola pequeña bruja y no creo que Caelum sea feliz dejándome acostarme en tu cama a tu lado.




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