Lunara Sombras y promesas

capitulo 22

El amanecer bañaba el círculo de piedras con una luz dorada, mezclándose con el resplandor de las runas que brillaban intensamente en el suelo. Lunara y Kieran estaban en el centro del círculo, sus manos entrelazadas mientras la energía fluía entre ellos. La conexión era palpable: la magia de Lunara resonaba con las runas, y la presencia de Kieran actuaba como un ancla sólida, estabilizándola mientras canalizaba el poder necesario para contener al Eco.

Elara y Selene estaban en las piedras exteriores, reforzando los sellos mágicos con sus propios hechizos. La tensión en el aire era casi asfixiante. Todos sabían que un solo error podría costarles todo.

—Lunara, estás haciendo bien el enlace —dijo Selene, alzando la voz sobre el zumbido de la magia que llenaba el círculo—. Mantén la concentración.

Lunara asintió, cerrando los ojos mientras dejaba que las runas la envolvieran por completo. Las voces del Eco comenzaron a resonar en su mente, susurros profundos que hablaban de equilibrio, destrucción y creación. Podía sentir su poder, su presencia creciendo mientras intentaba establecer contacto directo con ella.

—“Hija del equilibrio. ¿Por qué te aferras a lo roto?”

Lunara apretó los dientes, ignorando los susurros mientras se enfocaba en el flujo de energía. Podía sentir que el Eco estaba cerca, intentando atravesar las barreras que las runas habían creado.

—¿Todo bien? —preguntó Kieran, su voz baja pero llena de preocupación.

Lunara abrió los ojos por un momento, mirando a Kieran. Su mirada era intensa, pero su presencia era reconfortante, un recordatorio de que no estaba sola.

—Sí… puedo manejarlo —respondió, apretando ligeramente sus manos.

De repente, un estruendo sacudió el círculo. Las runas en las piedras comenzaron a parpadear, y la energía que fluía entre ellas se volvió inestable. Lunara sintió un tirón en su conexión con las runas, como si algo estuviera interfiriendo con el ritual.

—¿Qué está pasando? —preguntó Caelum, avanzando hacia el círculo con las garras parcialmente transformadas.

Elara alzó las manos, intentando estabilizar las runas desde su posición.

—¡Algo está rompiendo los sellos!

Lunara sintió una oleada de pánico mientras las voces del Eco se intensificaban en su mente. —“No puedes contenerme. Este mundo debe ser reconstruido.”

—¡No es el Eco! —gritó Lunara, con los ojos abiertos de par en par—. ¡Es algo más!

Antes de que pudiera explicar, una figura emergió de las sombras más allá del círculo. Era alta, cubierta con una capa negra que ocultaba su rostro, pero su presencia era inconfundible. Cuando la figura levantó la cabeza, Lunara sintió cómo el aire se volvía helado.

—Lyssa… —susurró, con el corazón acelerado.

—¿Lyssa? —gruñó Caelum, sus ojos brillando con furia mientras avanzaba hacia ella—. ¡Creímos que estabas acabada!

Lyssa sonrió, pero no era la sonrisa cruel y desbordante de confianza que Lunara recordaba. Esta vez, había algo más en ella: desesperación.

—Nunca me fui realmente —dijo Lyssa, su voz cargada de veneno—. El portal me abandonó, pero no me dejó sin recursos.

Kieran gruñó, soltando una mano de Lunara mientras daba un paso adelante.

—¿Qué haces aquí, Lyssa? Este ritual no tiene nada que ver contigo.

Lyssa lo fulminó con la mirada.

—¿Crees que no entiendo lo que están haciendo? ¿Intentan sellar al Eco? —Rió con amargura, dando un paso hacia el círculo—. No funcionará. Las runas no son suficientes.

—¡Aléjate del círculo! —gritó Elara, alzando un hechizo de barrera para bloquear su avance.

Lyssa se detuvo, pero levantó una mano, mostrando un extraño objeto en su palma: un cristal negro que pulsaba con una energía oscura y caótica.

—Esto es lo que no entienden. El Eco no puede ser contenido porque nunca fue un prisionero. Las runas no son más que una herramienta imperfecta de los ancestros. Intentaron destruir lo que no podían comprender, y ahora ustedes están cometiendo el mismo error.

Lunara sintió una oleada de duda atravesarla.

—¿Qué quieres, Lyssa? —preguntó, su voz temblorosa pero firme.

Lyssa clavó sus ojos en ella, y por un momento, Lunara vio algo que no esperaba: miedo.

—Lo mismo que ustedes, pero a mi manera —respondió Lyssa, acercándose más al círculo—. Quiero detener al Eco, pero las runas no lo lograrán.

—¿Por qué deberíamos creerte? —gruñó Caelum, preparado para atacar en cualquier momento.

Lyssa levantó el cristal negro, que comenzó a brillar con más intensidad.

—Porque si no usamos esto para romper la conexión, el Eco consumirá no solo este mundo, sino todo lo que alguna vez existió.

Elara y Selene intercambiaron miradas rápidas, pero fue Kieran quien habló.

—¿Qué es ese cristal? —preguntó, con una mezcla de desconfianza y curiosidad.

Lyssa lo miró directamente.

—Es un fragmento del portal original, algo que los ancestros intentaron destruir pero que sobrevivió. Con esto, puedo deshacer lo que se rompió.

Lunara sintió que la energía del cristal resonaba con las runas en su interior, como si estuvieran conectadas de alguna manera.

—No puedes usar ese cristal —dijo Selene, alzando la voz con autoridad—. Es magia corrupta.

—¿Y qué propones entonces? —espetó Lyssa, su tono cargado de desafío—. ¿Dejar que el Eco cruce y destruya todo? Porque eso es lo que pasará si no hacemos algo ahora.

Lunara cerró los ojos, intentando calmarse mientras las voces del Eco y las discusiones a su alrededor se mezclaban en su mente. Podía sentir el poder del cristal, y aunque era oscuro, no podía negar que parecía contener un fragmento de verdad.

Finalmente, abrió los ojos y miró a Lyssa.

—Si realmente quieres ayudar, entonces hazlo bajo nuestras reglas. No confío en ti, pero no puedo ignorar lo que tienes.

—¿Lunara, estás loca? —preguntó Caelum, con incredulidad.

Kieran intervino, colocando una mano en el hombro de Caelum.




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