Lunara Sombras y promesas

capitulo 26

Lunara sintió cómo todo su ser se entrelazaba con las runas, el cristal y la presencia del Eco. Su cuerpo era el puente, el canal por el cual ambas fuerzas, tan opuestas y tan iguales, se enfrentaban. Kieran seguía aferrado a sus manos, su energía estabilizándola, actuando como una cuerda que la mantenía conectada al presente.

El temblor en el suelo creció, y la grieta en el centro del círculo comenzó a expandirse. La sombra del Eco emergía lentamente, como si estuviera probando los límites de las barreras mágicas. Las runas en las piedras brillaban con intensidad, pero su luz era inestable, parpadeando entre dorado y negro.

—¡Lunara, las runas están a punto de colapsar! —gritó Elara desde el borde del círculo, su voz cargada de preocupación.

Lunara apretó los dientes, sintiendo la presión aumentar dentro de ella. Cada fibra de su ser parecía a punto de romperse, pero no podía detenerse.

—¡No puedo dejarlo así! —gritó, dejando que su magia fluyera con más fuerza hacia las runas—. ¡Tiene que haber una forma de equilibrarlas!

La voz del Eco resonó nuevamente en su mente, pero esta vez no era un rugido o un susurro oscuro. Era… tranquila.

—“Hija del equilibrio, todavía no comprendes. El equilibrio no puede ser forzado. Debe ser aceptado.”

Lunara abrió los ojos, mirando la sombra del Eco que todavía emergía de la grieta. Las runas brillaban alrededor de ella, reflejando la energía de ambas fuerzas, pero algo seguía faltando.

—¿Aceptado? —murmuró, como si hablara para sí misma.

Kieran la miró, su rostro lleno de preocupación, pero también de confianza.

—Lunara, ¿qué pasa?

Ella lo miró, y de repente todo tuvo sentido. Las runas no necesitaban ser transformadas por la fuerza. No se trataba de imponer un nuevo propósito, sino de aceptar que ambas fuerzas, la luz y la oscuridad, eran parte del mismo equilibrio.

—Tengo que dejar que ambas energías coexistan —dijo, más para sí misma que para nadie más—. No puedo eliminar al Eco… pero puedo darle un lugar en este equilibrio.

—¿Estás segura de eso? —preguntó Kieran, sus ojos buscando los de ella.

—Es la única forma —respondió Lunara, con una determinación renovada.

Lunara cerró los ojos nuevamente, dejando que su magia fluyera sin restricciones. Esta vez, no intentó luchar contra la energía del Eco. En lugar de eso, la aceptó, dejándola fusionarse con su propia magia y con la luz de las runas.

El cambio fue inmediato. Las runas en las piedras dejaron de parpadear y comenzaron a brillar con un nuevo resplandor: un tono dorado profundo mezclado con un leve destello de negro. Los patrones se movían y fluían como si estuvieran vivos, formando nuevas conexiones que nunca antes habían existido.

La grieta en el centro del círculo dejó de expandirse, y la sombra del Eco se detuvo. Su forma se solidificó por un momento antes de retroceder lentamente, como si estuviera siendo absorbida por las runas.

—Está funcionando —susurró Elara, observando con asombro mientras las piedras del círculo brillaban con una luz uniforme y estable.

Kieran sintió cómo la presión en el aire disminuía, pero mantuvo sus manos firmemente entrelazadas con las de Lunara.

—No te sueltes —le dijo, su voz suave pero cargada de emoción—. Lo estás logrando.

Las runas del círculo se estabilizaron completamente, y la grieta en el suelo comenzó a cerrarse lentamente. La sombra del Eco se desvaneció por completo, y la luz dorada del círculo se expandió, envolviendo a todos los presentes con una calidez reconfortante.

Cuando todo terminó, Lunara cayó de rodillas, agotada pero llena de una sensación de alivio. Kieran se arrodilló junto a ella, sosteniéndola antes de que pudiera caer por completo.

—Lo hiciste —dijo, con una sonrisa que mezclaba orgullo y admiración.

Lunara lo miró, con una sonrisa cansada.

—No lo hice sola.

Elara y Caelum se acercaron rápidamente, con expresiones de preocupación y alivio.

—¿Estás bien? —preguntó Elara, colocando una mano en el hombro de su hija.

—Estoy bien —respondió Lunara, aunque su cuerpo todavía temblaba ligeramente—. Las runas… ya no son un sello. Son un puente, como antes.

Selene, que había estado observando desde el borde del círculo, asintió lentamente.

—El equilibrio ha sido restaurado, pero es diferente ahora. Las runas ya no son solo nuestras. También pertenecen al Eco.

Lunara asintió, mirando las piedras que ahora brillaban con un resplandor constante y pacífico.

—Y eso es lo que siempre debieron ser.

Esa noche, mientras el valle celebraba el renacimiento del equilibrio, Lunara se sentó en el borde del claro, observando las estrellas. Kieran se acercó en silencio, como siempre, y se sentó a su lado.

—¿Cómo te sientes? —preguntó, rompiendo el silencio.

Lunara se tomó un momento para responder, mirando el cielo con una pequeña sonrisa.

—Cansada… pero en paz.

Kieran asintió, observándola con una expresión suave.

—Fuiste increíble hoy.

Lunara lo miró, y por un momento, dejó que sus emociones salieran a la superficie.

—No podría haberlo hecho sin ti.

Kieran sonrió, inclinándose ligeramente hacia ella.

—Lo sé. Pero no hace falta que me lo digas, pequeña bruja.

Lunara rió suavemente, pero no apartó la mirada.

—Kieran… gracias por quedarte.

Él levantó una ceja, su sonrisa cargada de calidez.

—¿A dónde más iría?

Por primera vez en mucho tiempo, Lunara sintió que todo estaba donde debía estar.

Sin importarle nada lo beso y el respondió a ese beso con behemecia, ya no ocultabas sus sentimientos y daban rienda suelta a lo que sentían.




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