"El nacimiento de las estrellas"
"La luz que despertó a la luna"
Hana.
Mi mamá dice que canté antes de aprender a hablar. Yo no me acuerdo, pero ella asegura que mis llantos eran afinados. Tal vez por eso el escenario siempre me pareció mi lugar seguro.
A los 10 años, me subí a un karaoke con mi papá en un restaurante de pollo frito. Canté “You Are” de GOT7 y aunque temblaban mis rodillas, la gente aplaudió.
Desde ese día, decidí que algún día estaría en JYP Entertainment. No por fama. No por el brillo. Por la música. Por el sentimiento que me hace llorar cuando una nota se clava justo en el pecho.
Hoy tengo 19 y estoy sentada frente a un panel con el mismísimo JYPark al centro.
Mis manos están frías.
—¿Nombre? —dice él, con esa voz calmada que escuché mil veces en entrevistas.
—Kim Hana. —Mi voz es más suave de lo que esperaba.
—¿Edad?
–Diecinueve.
—¿Y qué nos vas a mostrar hoy?
—Voy a cantar “Maria” de Hwasa.
Levanta las cejas. No es una canción fácil. Pero no vine aquí a ser una sombra más.
Respiro profundo. La pista suena. Las primeras notas salen suaves, vulnerables. Pero cuando llega el coro, dejo salir todo lo que me rompió antes: las veces que me dijeron que mi voz era “muy fuerte”, que “no daba con la imagen”, que no “encajaba con el estándar”.
Cierro los ojos. Canto como si mi vida dependiera de ello. Tal vez sí.
Cuando termino, hay un silencio.
JYPark me mira. Cruza las manos.
—Tu voz no tiene miedo. Me gusta eso.
Mis ojos se llenan de lágrimas. Me hago una reverencia profunda.
—Gracias por escucharme.
Salgo de la sala con el corazón latiendo tan fuerte que creo que me escucharán desde Busan.
No sé si pasé. No sé si me llamarán. Pero por primera vez, canté sin miedo. Y eso ya me hizo sentir como una estrella.