Era una tarde calurosa, y la práctica había sido tan intensa que todas estaban más que felices de tomarse un descanso. Ava había estado intentando mantener la calma desde que su primer encuentro con Felix había quedado grabado en su memoria como una película interminable. Desde ese día, había evitado hacer contacto visual directo, manteniéndose en su burbuja, donde se sentía más segura. ¡El llavero con su cara no le ayudaba en absoluto!
De camino hacia el vestuario, mientras las demás se reían y conversaban sobre lo que cenarían esa noche, Ava se apartó un poco para ir a la máquina de bebidas. Tal vez un poco de café podría ayudar a despejar su mente del caótico mar de pensamientos que siempre tenía cuando pensaba en Felix.
Pero fue en ese preciso momento que todo se desmoronó.
Mientras caminaba distraída, mirando su móvil, un bulto de ropa apareció frente a ella. Desorientada, intentó esquivarlo, pero… sus pies no le respondieron.
— ¡Ah! —gritó Ava cuando, en una escena que bien podría haberse sacado de un K-drama, su pie se enredó en algo, y en un abrir y cerrar de ojos, su cuerpo fue hacia adelante.
El tiempo se detuvo por un segundo… y entonces, un par de manos fuertes la atraparon.
¡PUMM!
Ava se estrelló contra un pecho firme. El impacto la dejó sin aliento por un momento, y solo pudo cerrar los ojos. Pero cuando los abrió, se encontró cara a cara con una sonrisa que podía iluminar toda la ciudad.
— ¿Te encuentras bien? —dijo Felix, mirando a Ava con intensidad. La cercanía la hizo sentirse… completamente fuera de control. Su corazón latía tan rápido que estaba segura de que lo podía escuchar.
Ava no podía moverse. Era él. ¡Era Felix! Su rostro estaba a tan solo unos centímetros de distancia. Su aroma… tan familiar. Tan… Felix.
— ¡S-sí! Estoy bien… —balbuceó Ava, apenas entendiendo lo que estaba pasando. Pero en su cabeza solo resonaba la misma palabra una y otra vez: Felix, Felix, Felix…
Felix la observó por un segundo, como si fuera la primera vez que la veía así de cerca. Luego, con una sonrisa juguetona, bajó la mirada a su mochila, notando algo que colgaba. La miró a los ojos de nuevo.
— ¿De nuevo el llavero de… yo? —preguntó, su tono lleno de diversión.
Ava tragó saliva. No sabía si podía aguantar esa tensión mucho más tiempo. ¡Él la había atrapado en un abrazo K-drama! Ella no podía simplemente dejarlo ir.
— ¿Qué… qué pasa? —dijo entre risas nerviosas, mientras trataba de apartarse y mantener su dignidad.
Felix, sin soltarla, la miró con una sonrisa encantadora, completamente ajeno a la tormenta que había desatado en el corazón de Ava.
— Te lo dije, tus pecas son muy lindas… —comentó casualmente, sus ojos brillando con un toque de diversión— ...Pero parece que no solo eso te hace especial.
Ava se quedó paralizada, su rostro tan rojo como un tomate.
— P-pero… —balbuceó, sin saber qué decir.
Antes de que pudiera decir algo más, Felix la soltó con suavidad, pero no sin antes darle un pequeño empujón juguetón.
— Ten cuidado, Ava… no vaya a ser que tropecemos otra vez, —bromeó, guiñándole un ojo antes de alejarse rápidamente, dejando a Ava allí, con las piernas temblando y el rostro más rojo que nunca.
Las chicas, que estaban a unos pasos de distancia, comenzaron a reír a carcajadas al ver todo el espectáculo.
— ¡Te lo dije! ¡Ese chico está enamorado de ti! —gritó Soléne, corriendo hacia ella con una sonrisa burlona.
— ¡¿Ava y Felix?! ¡¿Felix te acaba de guiñar el ojo?! —Nari estalló, aplaudiendo como si se hubiera ganado la lotería.
— ¡Ese fue el guiño de la vida! —dijo Thalía mientras imitaba a Felix.
Ava solo miraba el suelo, completamente avergonzada. ¡¿Qué acababa de pasar?! Se cubrió el rostro con las manos, sabiendo que en ese momento ya no podía escapar de la tormenta de emociones que había comenzado… y se preguntó si algún día podría superar esa mirada de Felix.