Era de noche en el dormitorio de las trainees, y la atmósfera estaba densa.
Los músculos dolían, el sudor aún estaba fresco, y el agotamiento tenía a todas al borde del colapso… y del colapso emocional.
— ¡Te dije que ese paso iba primero, Nari! —soltó Aerin, cruzada de brazos.
— ¡¿Y cómo iba a saberlo si tú gritabas cada tres segundos?! —respondió Nari, con los ojos entrecerrados.
— ¿Podemos no gritar? Mis tímpanos están en huelga, —murmuró Soléne mientras se dejaba caer sobre la alfombra.
— ¡Y tú, Yume, me empujaste durante el ensayo! —se quejó Thalía, sobándose el brazo.
— ¡Fue sin querer! Yo iba con impulso artístico… o lo que sea… —respondió Yume, defendiéndose con su tono tranquilo.
— ¿Impulso artístico? ¡Casi me mandas a volar hasta Busan! —Thalía levantó una almohada amenazante.
— YA BASTA TODAS, —intervino Hana en modo “líder frustrada”— ¡Nos vamos a volver locas antes de debutar si seguimos así!
Hubo un silencio incómodo.
Y entonces, como quien tira una bomba en medio del campo, Ava —medio dormida aún, con una mantita sobre los hombros y el cabello despeinado— murmuró:
— Yo casi me peleo con un canguro una vez…Las miradas se volvieron hacia ella.
— ¿Qué? —preguntó Céline, confundida.Ava se frotó los ojos.
— Sí, estaba comiéndome una galleta y se me quedó viendo raro… así que le hice frente… me dio miedo, pero también orgullo. Luego adopté una araña. Le puse nombre: Charlotte... y casi secuestro un koala en una excursión escolar.
Un segundo de silencio… y entonces, todas estallaron en carcajadas.
— ¡¿Tú?! ¡¿TÚ hiciste eso?! —Aerin no podía parar de reír— ¡Pero si eres como un peluche tímido con piernas!
— ¡La más tranquila del grupo resultó ser la más peligrosa! —exclamó Soléne entre risas.
— ¿Qué más cosas raras han hecho? —preguntó Yume, acomodándose con una sonrisa cómplice.
— Yo una vez bailé en plena lluvia solo con un impermeable amarillo y botas... en plena plaza de Tokio, —admitió Yume.
— Yo creí que había una serpiente en el jardín de mi abuela… y era la manguera. Lloré igual, —agregó Nari.
— Una vez confundí el champú con miel, —dijo Thalía, ocultando la cara.
— Yo me perdí en el metro de París por seguir a un gato callejero, —confesó Soléne.
— Yo... abracé a un árbol por cinco minutos porque sentí que necesitaba cariño, —murmuró Céline.
— ¿Saben qué? Esto es más entretenido que cualquier K-drama, —dijo Hana sonriendo— Ahora que ya rompimos la tensión, quiero saber algo: ¿cómo era su vida en casa? ¿Qué celebraciones les encantaban?
Los rostros se suavizaron. De repente, la nostalgia flotaba en el aire.
— Amo el Chuseok con mi familia, —dijo Hana— Es cuando todos cocinan juntos, se ríen… extraño eso.
— Navidad en California con mi abuela haciendo galletas de jengibre, —añadió Aerin— aunque el horno casi explota una vez.
— Mi cumpleaños era un festival en sí, —dijo Soléne, con tono dramático— música, luces, hasta fuegos artificiales si llovía poco.
— En México celebramos el Día de Muertos... siempre me fascinó la mezcla entre lo colorido y lo emotivo, —Thalía sonrió con cariño.
— Yo iba a festivales de flores en Japón con mi madre, —contó Yume— me hacía usar kimonos hermosos, aunque me picaban.
— Mi familia en Filipinas hace fiestas donde todos cantan karaoke aunque no sepan cantar, —dijo Céline— yo me escondía.
— Mi ciudad era tranquila… en Australia nos tirábamos en la arena a ver las estrellas. Lo extraño mucho, —murmuró Ava.
— ¿Y qué lugar les gustaría visitar? —preguntó Nari.
— Grecia.
— Egipto.
— New York.
— La India.
— Los Alpes Suizos.
— Corea del Norte… solo por la curiosidad, —dijo Soléne, causando un "¿QUÉ?" general.
Todas rieron. Y entre confesiones, suspiros y anécdotas, la noche se volvió cálida. Como una promesa silenciosa de que, a pesar de todo el caos, juntas podían con cualquier cosa.
Incluso sobrevivir al split de Felix.