Las puertas de JYP se cerraron detrás de ellos, aislando el caos exterior. El eco de los gritos aún rebotaba en los oídos de Ava, pero su cuerpo… ya no podía más.
Felix la cargó con cuidado hasta una sala silenciosa, alejada de todo. Entró, encendió una luz cálida y se sentó en el sofá sin soltarla.
La colocó sobre su regazo, con sus brazos envolviéndola como un refugio.
Ava temblaba. Su respiración aún era entrecortada.
— “Estoy aquí, Ava… estás a salvo.” —murmuró él, acariciando su espalda con la palma abierta.
Ella no dijo nada, pero sus lágrimas comenzaron a caer otra vez, esta vez contra el cuello de Felix.
— “No podía respirar… pensé que me iba a… desaparecer.”
— “No, Lunita… tú no vas a desaparecer. Porque incluso cuando todo está oscuro… tú brillas. Aunque no lo veas.”
Ava levantó la vista lentamente. Sus ojos estaban hinchados, pero seguían siendo dulces.
— “Felix… ¿por qué… por qué siempre me encuentras?”
Él sonrió, aunque su voz se quebró
— “Porque no puedo evitar buscarte. Porque… cuando tú estás mal, todo se me derrumba.”
Y sin pensarlo demasiado, se inclinó y presionó su frente contra la de ella.
— “No estás sola.” —susurró, cerrando los ojos.
Ava deslizó una mano hasta su mejilla, sintiendo su calor, su aliento… y entre sollozos bajitos, murmuró
— “Gracias por sostenerme… cuando ya no podía más.”
Él besó suavemente su frente, luego la punta de su nariz… y después, sin apresurar nada, sus labios tocaron los de Ava con ternura, como si se pidieran perdón por tanto dolor, como si dijeran “estoy aquí, te veo”.
Fue un beso corto. Silencioso. Casi frágil.
Pero suficiente para calmar un alma rota.
Ava recostó la cabeza sobre su pecho, y su respiración empezó a calmarse.
Felix le acarició el cabello, murmurando palabras sin sentido, solo para que no se sintiera sola.
— “Duérmete, Lunita… yo voy a quedarme aquí. No te voy a dejar.”
Ava se quedó dormida con las lágrimas secas en las mejillas y los latidos de Felix como arrullo.
Fuera de la sala, el mundo seguía ardiendo. Pero ahí, en ese rincón silencioso…
Una estrella rota encontró su constelación.
–♥︎–♥︎—
La sala seguía en silencio.
Felix no se había movido ni un centímetro. Ava dormía con el rostro sereno, una pequeña sonrisa apenas dibujada en sus labios. Su cabeza reposaba en su pecho, y su cuerpo ya no temblaba.
Solo respiraba, profundamente. Como si por fin pudiera hacerlo sin miedo.
La puerta se abrió con cuidado. Una figura entró primero: Soléne, con los ojos húmedos y las manos apretadas. Detrás, una a una, las chicas de Lunaria fueron apareciendo en la sala.
— “Shhh…” —susurró Soléne, al ver la escena.
Felix levantó la mirada y les dedicó una pequeña sonrisa, agotada pero sincera.
Nadie dijo nada.
Aerin se tapó la boca, conteniendo una lágrima. Hana la tomó del brazo y apoyó la cabeza en su hombro.
Nari abrazó con fuerza a Céline, que murmuró apenas audible
— “Está bien… ella está bien.”
Thalía y Yume se tomaron de la mano. La más joven sacó el móvil para grabar un pequeño video, pero fue Nati quien puso una mano sobre el lente y negó suavemente con la cabeza.
— “No hoy. Esto es solo de ella.”
Felix acariciaba el cabello de Ava con ternura, casi como si peinara cada pedacito de ansiedad fuera de su mente.
— “Se quedó dormida justo después de llorar… creo que… por fin soltó todo lo que guardaba.” —dijo en voz baja, mirando al grupo.
Soléne caminó hasta él, se arrodilló junto al sofá y tomó una de las manos de Ava.
— “Gracias… por protegerla.”
Felix asintió. Pero su voz se rompió al decir
— “Ella no debería tener que ser tan fuerte todo el tiempo.”
Entonces, sin romper el silencio, las chicas se acercaron. Una a una, se sentaron en el suelo alrededor del sofá.
Como una constelación rodeando a su estrella.
Como un universo protegiendo a su centro.
Nari empezó a tararear una melodía bajita.
Céline la siguió, y luego Thalía.
Era una canción que habían estado componiendo entre shows. Una balada sin nombre aún… pero que hablaba de caídas, de heridas, y de cómo el amor entre ellas era más fuerte que cualquier tormenta.
Ava se movió apenas en sueños… y sonrió.
Y esa noche, aunque no hubo cámaras…
Aunque no hubo luces, ni escenarios…
Fue el momento más puro en la historia de Lunaria.
Solo ellas.
Su hermana dormida.
Y el chico que la amaba en silencio.