Cinco años habían pasado desde que Ava y Felix hicieron su relación pública. Desde entonces, Lunaria se había consolidado como una de las agrupaciones más importantes en la industria del K-pop. Sus fans, Luniverse, seguían amándolas incondicionalmente. Y Stray Kids, con su energía y talento inquebrantable, seguía liderando en cada escenario.
Pero, aunque la fama y el reconocimiento llenaban sus vidas, había algo que los hacía más completos… algo que había llegado para cambiarlo todo: su pequeña bebé.
Era un cálido día de otoño, y el departamento de Ava y Felix estaba lleno de risas. Las luces doradas del sol entraban por las ventanas mientras las hojas de los árboles caían lentamente. La pequeña Lina, de apenas un año, correteaba por la sala, sus pequeños pies haciendo eco en el piso de madera. Ava y Felix se miraban, cómplices, mientras observaban a su hija, que con una sonrisa traviesa trataba de atrapar una pelota que rodaba por el suelo.
—¿Recuerdas cuando solo éramos nosotros dos? —dijo Ava, sentándose en el sofá y mirando a Felix con una sonrisa plena.
Felix se sentó a su lado, abrazándola por la cintura mientras miraba a su hija. Su rostro reflejaba una felicidad serena, como si todo lo que había soñado en su vida, ahora estuviera justo frente a él.
—Cómo olvidarlo —respondió Felix, con una risa suave—. Pero ahora… esto es más perfecto de lo que imaginé.
Ava apoyó su cabeza sobre el hombro de Felix, disfrutando de esa paz que solo ellos entendían.
De repente, Lina llegó corriendo hacia ellos, con la pelota en las manos. Estaba rodeada de su pequeño equipo de juguetes, pero su atención estaba completamente puesta en sus padres.
—Papá, mamá… ¡mira! —exclamó Lina con su voz tierna, levantando la pelota con todas sus fuerzas.
Felix la levantó en brazos y la sostuvo mientras ella reía, mientras Ava los observaba, completamente enamorada de ambos.
—Mira qué grande estás, Lina —dijo Ava, acariciando la cabeza de su hija—. Y todo esto es gracias a ustedes dos. No sé qué haría sin ustedes.
Felix la miró con cariño y le dio un beso en la mejilla antes de girarse para abrazar a Lia también.
—Te prometo que siempre te protegeré —dijo Felix a su hija, mirando a Ava con una mirada cargada de amor—. Ambos lo haremos.
En ese momento, sonó el timbre de la puerta, y Ava se levantó para abrir. Al otro lado, estaban los miembros de Stray Kids y Lunaria, todos con sonrisas felices y abrazos listos para compartir. Habían hecho una tradición de reunirse en días especiales, y hoy, más que nunca, era un día para celebrar.
—¡Felix, Ava! —gritó Changbin, levantando a Lina y haciéndola reír mientras todos se reunían alrededor de ellos.
El grupo de Lunaria, que ahora se encontraba en la cúspide de su carrera, había logrado lo que muchos pensaban imposible. Pero más allá de la fama, lo que más valoraban era el cariño, la unidad y el amor que se habían creado entre ellos.
La pequeña Lina, rodeada por todos esos rostros sonrientes, era la prueba de que, en medio del caos del K-pop, siempre podía haber espacio para el amor verdadero y la felicidad.
—¿Quién se atreve a jugar a algo? —dijo Jisung, con una sonrisa traviesa.
Ava, Felix y los demás miembros de los dos grupos compartieron una mirada llena de complicidad y cariño. Aún eran idols, aún tenían millones de fans alrededor del mundo, pero había algo más grande: la familia que habían construido.
Y mientras Lina correteaba entre las piernas de los miembros, con risas y abrazos, y el sonido de la música de fondo se mezclaba con los gritos de felicidad, Ava y Felix se dieron cuenta de algo.
—Lo logramos. —Ava susurró, mirando a Felix.
Él la abrazó, besándola suavemente en la frente.
—Lo logramos. Y lo haremos una y otra vez, mi amor. Este es nuestro final feliz. Y nuestro comienzo también.