Lunas de hielo.

CAPÍTULO 32

Kiona se acercó a mí, sentándose a mi lado.

—Me siento muy apenada por todo lo que está sucediendo, Abril —dijo, tomando mi mano. Estábamos esperando a Axel, quien se había ofrecido a llevarme a mi casa. 

—Yo me siento muy apenada por haber llorado sobre tu novio, en mitad del pasillo —susurré, siendo cierto todo lo que decía. Seguramente para ese momento alguien le habría dicho a Amber lo patética que había sido, pero, en mi defensa, no era alguien que supiera manejar muy bien las emociones negativas sin desbordarse en llanto.

—Lo sé, pero tranquila, solo fueron unas miradas y ya, nadie hablará de eso. 

—No puedes estar tan segura, pero te agradezco el esfuerzo.

Nos quedamos en silencio un momento más, pero Kiona parecía querer sacarse alguna espina del pecho.

—Posiblemente no lo creas, pero cuando se trata de ti, Alan se ciega y se comporta como un idiota. 

—Puedo creerlo, pero creo que te refieres a un sentido… bonito, y eso sí no lo creo. Desde el principio se me hizo raro la insistencia que tenía para ser mi amigo, debí sospechar que verdaderamente había algo.

Axel llegó, con su mochila a cuestas. Se había demorado en llegar, pero lo importante era que lo había hecho.

—Pasaré por ti, nana —le dijo a su novia, besándola. Al ver la escena, aparté mi mirada para darles un poquito de privacidad.

Desactivó las alarmas del auto para que entrara, y así lo hice. Un minuto después, él también subió.

Salió del instituto mostrando la tarjeta que lo identificaba como senior, el señor de la portería no dijo nada por ir con él cosa que agradecí.

Cuando llevamos unos cinco minutos de camino recosté mi cabeza en la ventanilla, rememorando lo sucedido minutos atrás. Mi móvil vibró en mí bolsillo e hice maromas para poder sacarlo. Sonreí cuando miré la pantalla y vi al chico castaño, casi rubio, sonriéndole a la cámara. Contesté enseguida agradeciéndole a todos los cielos por haber recibido su llamada justo en el momento indicado.

—¡Hola amor! —Saludó con alegría y reí.

—Hola, guapo —saludé en broma. Rápidamente miré a Axel y descubrí que escuchaba mi conversación con Aaron por la forma en la que fruncía el ceño con confusión— ¿No sabes que podría estar en clase?

—¿Estás en clase? ¡Pero si me has contestado!

—Sí, bueno, estoy en horas de clase, pero estoy camino a casa.

—Oh ¿Te sientes bien?

—Dentro de lo que cabe, sí, pero no quiero hablar de eso ahora ¿Te parece si te llamo más tarde?

—Estaré pendiente, pero por tu tono espero que me llames rápido.

—Lo haré, no te preocupes.

—Abril... lo único que necesitas ahora es una buena dosis de... —lo interrumpí cuando escuché la perversión en su voz.

—¡No digas sexo!

—¡Pequeña pervertida! Puedo pensar mucho en sexo, pero no siempre lo hago —sonreí cuando escuché su voz falsamente ofendida—. Lo que necesitas es una buena dosis de chocolate.

Reímos ambos compartiendo el recuerdo de cuando teníamos trece, del chocolate que hizo y nos dejó vomitando todo el día.

—Oh sí, eso es lo que necesito, pero no uno hecho por ti. Te llamo en unos minutos, te amo —dije y colgué sin esperar respuesta.

Sonreí mirando el teléfono y luego lo guardé sintiéndome increíblemente bien al hablar con Aaron.

Miré de nuevo por la ventana, viendo ahora solo árboles pasar. Estábamos cerca de mí casa, el bosque comenzaba a rodear la carretera, como también mi casa y las casas, que, si no eran cercanas, si eran lo que se decía «vecinas»

Se metió en el camino de piedra que llevaba al garaje y dejó el auto encendido, pero no avanzó. Agarré mi mochila y puse la mano en la manija.

—Gracias, Axel —dije sonriéndole.

—¿Tu humor cambia tan rápido? —preguntó y fruncí el ceño sin entender a qué se refería.

—¿Qué?

—Que hasta hace unos minutos estabas triste por Alan, ahora sonríes por la llamada de un misterioso chico al que le dices que lo amas ¿Qué no querías a Alan?

Lo miré molesta ¿Qué me quería decir?

—No es un chico misterioso, Axel, es mi mejor amigo, y sí, lo amo, pero, lastimosamente, no de la manera en la que quiero a Alan. No sé por qué me reclamas, puedo decirle eso a cualquier persona porque no tengo nada con tu amigo y sobra decir la razón.

Cerré la puerta y caminé apresuradamente a la entrada donde me metí rápidamente.

Marqué el número de Aaron y esperé caminando a la cocina.

—ahora sí puedes decirme que sucedió.

—Sí... —le relaté todo lo ocurrido en el día, cómo me sentí y cómo me sentía en ese momento.

—Deja de llorar Abril, es un idiota.

—Eso ya lo sé, pero sabes como soy, no puedo simplemente ver aquello y quedarme como si nada, desde pequeña he sido así.

—Puedes hacer una cosa, me contaste de aquel chico, Matt, ¿Por qué no intentas salir con él? Tal vez no sea un idiota como el otro chico.

—Estás tirando a tu mejor amiga a las garras del lobo —suspiré— Quisiera que estuvieras aquí, me haces falta.




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