Lunas de hielo.

CAPÍTULO 43

—Abril tiene razón —por fin alguien que estaba conmigo—, pero sé que también sueles reaccionar de manera impulsiva y que eres bastante llevada de tu parecer. No es bueno estar en una relación donde se oculten cosas, no importantes porque al fin y al cabo todos tendremos nuestros secretos, pero al parecer es algo que te afectaría si no te lo dice. Habla con él, dale la oportunidad de expresarse, pero no de regresar a una relación que comenzaría con su base agrietada.

—Lo sé, mamá. Hablaré con él mañana.

—¿Quieres que te acompañe? —Sonreí a América y negué.

—No, si lo hago, quiero hacerlo sola...

—¿De verdad? Ni que fuera...

—América, deja a tu hermana. Te recuerdo el día en que peleaste con Maxon y quisiste hacer lo mismo que Abril está haciendo.

Casi me pongo a llorar allí mismo.

—Gracias, ma. —Creo que mi tono salió un poco exagerado porque mi hermana puso en blanco sus ojos y mi madre sonrió divertida.

—De nada, cariño.

—¿Hola?... ¡Aquí están, Aaron! —Todas las mujeres en la habitación rodamos los ojos.

—Hemos estado aquí desde que Abril terminó de ducharse. Ustedes son los que se perdieron en el mundo de los videojuegos y no nos prestaron atención cuando dijimos que íbamos a estar aquí fuera.

—Calma, mujer, no hay necesidad de ponerse agresiva. Abril, Aaron quiere hablar contigo.

Me levanté de la hierba asintiendo. Fui en busca de mi amigo que, a pesar del grito de su hermano, no había salido.

El paciente va al doctor, pero en ese caso tenía que ir el doctor al paciente.

—¿Sabes en dónde está?

—Tal vez terminando con otros cuantos zombis por sí solo. —Suspiré y me encaminé a la habitación de huéspedes donde dormía Aaron.

Al llegar tiré la puerta lo más duro posible, pero mi amigo tenía puestos sus audífonos y no escuchó cuando la puerta pegó en la pared.

Allí se iba mi oportunidad de asustarlo por hacerme ir.

Me acerqué a él y tiré de los cables que colgaban de sus oídos. Frunció el ceño con molestia, pero sonrió al verme.

—¡Hola! 

—Hola.

—Oye, mientras jugaba, se me ocurrió otra manera de darle celos a...

—Ya lo hiciste —lo callé—, no hay necesidad de seguir haciéndolo.

—¿Qué?... ¿Cómo?

—Me buscó hace unas horas, no te diste cuenta de nada por estar jugando —miré la pantalla en busca del juego—… alguna cosa que tira sesos a la pantalla.

—Oh, por Dios —reí al ver su expresión— ¡Sabía que mis celos iban a funcionar! ¿Qué te dijo?

Encogí mis hombros y comencé a relatar, por segunda vez, lo que me había dicho Alan, todo con pelos y señales.

Al terminar mi relato, Aaron me miró con una expresión enfurruñada.

—Abril —se quejó—, niña, entiende…

—Lo entiendo, pero ya te dije qué iba a hacer, no trates de cambiarlo.

—Pero no has pensado que va a pasar si solo quedan como amigos ¿Sabes lo que sufrirá si te llegas a enamorar de otro? ¿O lo que tú sufrirás si no logras superarlo y lo ves con otra?

—Bueno... no, pero cuando eso se presente ya veremos cómo le hacemos ¿No? Hasta puede que retomemos las cosas donde terminaron y… eso.

—Sabes que es muy difícil ser amigos cuando ha habido algo más que solo una amistad, dieron un paso más antes y les costará regresar a una amistad cuando hay sentimientos mayores de por medio.

—Lo sé, pero nada se pierde con… intentar.

—No te diré absolutamente nada, sé que no harás nada de lo que te diga así que no me desgastaré. Te deseo suerte mañana, si me necesitas, solo tienes que llamarme. —Me guiñó antes de salir de la habitación.

—¿A dónde vas?

—Por algo de beber ¿Te apetece algo?

—Un chocolate.

—Estás de suerte, fue lo único que logré aprender a preparar.

Reí fuerte mientras salía. Se tenía que poner una camisa si no quería que mi padre lo viera y lo echara de la casa.

Bostecé por el cansancio y seguí a Aaron a la cocina. Me quedé pensando en cómo iba a comenzar la conversación con Alan mientras que el chocolate era preparado. Sentía ansiedad por hablar con él porque admitía que quería arreglar algo.

Al día siguiente la ansiedad no hizo más que aumentar, decidí que la mejor manera de hablar con él era en un lugar un poco solo, con calma, algo que por supuesto estaba dispuesta a brindar.

Lo tenía planeado. Antes, durante o luego del juego me metería en los vestidores, buscaría su casillero y metería dentro una notita que decía dónde encontrarnos.

Esperaba que fuera.

El lugar era el parque que quedaba cerca al centro. Cerca a la plaza a la que fuimos el día después a nuestro primer beso.




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