Luxor: Ascenso

XXVIII.

LESSANY

 

—¿Podemos caminar por el hielo? —La mano de Asirion se ase a la suya con cariño, los bélicos les escoltan desde una distancia prudente y aquel lago, como una gran joya azul, destella en una brillante mañana de Diciembre—. Di que sí, por favor, Lessany.

—No, es muy peligroso y no estás bien de salud —replica ella, dirigiéndole una mirada y sonrisa dulce como nunca ha dirigido a nadie, el niño le devuelve ésta mirada con sus ojos traslúcidos, envuelto en tantas pieles que apenas y puede moverse, pero todo sea por preservar su delicada salud.

Asirion es un niño enfermizo, prematuro según los médicos y su albinismo le sensibiliza aún más; pero tiene espíritu y una inteligencia superior a la de los otros niños, con solo tres años aprendió a leer y a los seis ya es el más avanzado de su clase, pensando en subirlo a un grado mayor al que corresponde a su edad.

—Caer al agua sería muy malo. Quédate aquí, creo que vi algo por allá.

La Dama se retira de su lado, para volverse varios metros lejos del borde del lago, el niño se le queda viendo con atención, ella se inclina en el suelo y él no puede verla hacer una bola de nieve y lanzársela de improvisto, directo a su pecho. El niño, con su alegría infantil y una sonrisa que marca dos pequeños hoyuelos en sus mejillas, devuelve el ataque y en poco tiempo tienen una pequeña guerra de bolas de nieve que culmina con ellos sentados en la blanca sábana y compartiendo una mirada cómplice.

—Creo que ya es hora de volver —anuncia ella, sacudiendo la nieve de la capucha del niño.

—¡No! ¡Por favor, quedémonos un poco más! —ruega él, escondiéndose entre los pliegues del abrigo y su pecho, Lessany se remueve con ternura y le abraza de nuevo, besando su coronilla de cabellos blancos—. Quiero quedarme contigo.

—Te iré a visitar pronto, ¿sí? —El niño asiente con pesar—. De acuerdo, vamos ya.

Con el niño frente a ella a lomos de la preciosa Medialuna, se dirigen con la escolta de regreso al Baluarte, donde un vehículo espera para llevarlo de regreso al orfanato, y cada vez es más difícil para Lessany dejarlo ir. Hay algo en él que compagina con su ser, su inteligencia, la inocencia, quizá la emoción, algo que ella no encuentra en sí misma y desea preservar en él; pero no hay mucho que pueda hacer por ahora, más que darle pequeños momentos de esperanza de que algún día tendrá una mejor vida.

Algo llama su atención cuando se encuentra en los pasillos del Baluarte, y es que los bélicos se muestran más activos, los asistentes van y vienen hacia los salones de la tercera planta. Intrigada, se redirige hacia la biblioteca para ver de qué se trata, la comitiva de hombres revoloteando en torno a la rotonda de planeación va movilizándose y dándole espacio para verlo ocupando su asiento: Kandem ha regresado.

Y él ocupando su mente en la distribución de suministros hacia el ejército del este, escucha ese tintineo que tan bien reconoce, deteniendo todo el trabajo para dirigir su mirada hacia el frente; los Directivos se apartan haciéndole camino a su visión, y ella termina de acercarse y subir el escalón que alza la mesa del nivel del suelo.

—Lessany —llama, retirando la silla hacia atrás con un rechinar, rodeando la mesa en unos segundos para llegar a su lado.

—Por fin regresas —acota ella, alzando su barbilla para intentar ocular su enfado, pero la tensión de sus cejas y el reflejo en sus ojos la delata; Kandem contrae sus labios con cargo de conciencia.

—Hablaremos en la cena.

—¿Vendrás de verdad o me quedaré esperando? —Kandem se remueve incómodo en su sitio y mira de soslayo a sus hombres; es Renner quien hace un gesto con su barbilla para indicarles a los hombres que se aparten un poco y le den espacio.

—Te debo una disculpa, lo sé. Lo explicaré todo, lo prometo —dice lo suficientemente bajo para mantener la intimidad de la conversación.

—Como digas. —Dando una mirada final a los mapas y números reflejados en las pantallas y hologramas, hacia los hombres de la habitación y por último hacia él, se retira sin esperar una palabra más, pero segura de que se ha enraizado en su interior el antiguo enojo que la impulsó a seguir adelante.

 

Es ella quien llega temprano a la cena y espera con una mirada meditabunda en el paisaje detrás de las altas ventanas del comedor, lo siente entrar en el salón y su presencia se reafirma cuando la música comienza a sonar. Ella juega con el cáliz de oporto en sus manos cuando le enfrenta por fin, ignorando su aspecto recrudecido tras el viaje, lleva la barba y el cabello crecido en sólo esas pocas semanas; sin esperar una palabra le rodea y ocupa su asiento de usanza en el comedor.

—¿Renner y Mant no nos acompañan? —inquiere con poco interés cuando el desfile de asistentes trayendo las vajillas empieza; los hombres de confianza estaban en su biblioteca cuando llegó, los Directivos y principales asistentes también, muchos conocidos de vista en la Noche de la Penumbra.

—No.

Lessany le dedica una mirada filosa antes de volcar su atención a sus alimentos, esperando a que él hable, porque de hacerlo ella sería para enterrar bajo millas de tierra todo su avance logrado; con tantas cosas encerradas en su pecho por decir es una bomba de tiempo.

—¿Cómo han estado las cosas por aquí? —inquiere él, intentando recobrar el apetito con pequeños bocados de estofado y pan.

—Almity debió darte el informe.

—Me refiero a ti. —Su réplica inmediata a tan cortante respuesta no recibe respuesta—. ¿Algún cambio en el orfanato? —insiste.

—Ninguno.

Ella no coopera, de nuevo es una ostra encerrada en sus sentimientos de ira y resentimiento; Enser tenía razón, debió hablar cuando aún ella estaba receptiva y dócil, ahora, en tan poco tiempo las cosas han cambiado y su situación es más desesperada que nunca. Cuando intenta extender su mano a través de tenedores y platillos y tomar su delicada mano anillada en oro, ella la aparta como si quemase, como si causase repulsión; ambos detienen la pretensión y dejan de comer. Ella, señala con su quijada hacia el extremo opuesto del comedor, y él desvía su mirada hacia la madera, ambos sintiendo cómo el aire se va tornando pesado.




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