Luxor: Ascenso

XXXI.

KANDEM

 

—No puedes revelarle información del Consejo a ella, Renner. ¿Qué si hubiera decidido irse? Los enemigos tendrían a alguien que conoce nuestras defensas y nuestras debilidades, no puede volver a ocurrir.

—Ella se quedó en primer lugar porque le dije de los problemas en Kasttell —Renner, cómodo en un diván del salón de invitados de Kandem, revolea sus ojos ante la pesquisa, orgulloso de que su intervención haya dado resultados, no solamente revelando la delicada información, sino convenciéndolo a él de que ella debería estar en el Consejo para tratar el tema de Kasttell y hacer el anuncio del matrimonio—. En lugar de regañarme deberías estar agradecido y feliz, feliz de que te casarás con la mujer que quieres.

—Pero ella no me quiere a mí —se lamenta, paseándose por la sala con una copa de oporto en sus manos—, lo puedo sentir en la forma en que me mira, en cómo evita mi cercanía y mi tacto.

—No la estás obligando a casarse contigo, Kandem.

—Ya lo sé, pero tampoco lo hace porque quiere, sino porque entre su padre y el abandono, soy la opción menos mala.

—Entonces —el pelirrojo se levanta de la comodidad para enfrentarle—, deberías sentirte aliviado de que estará en un buen sitio y podrás protegerla. No te tortures más pensando en que sufrirá y has lo posible por hacerla feliz, quizá con el tiempo… No lo sé, pueda llegar a quererte de verdad.

—Qué consuelo…

—Bien —bufa Renner, alzando los brazos en camino a la salida—, sigue martirizándote si así lo deseas, yo me voy a ver qué puedo encontrar en la Plaza del Comercio.

Así que se encuentra sólo, intentando convencerse de que es lo mejor para todos y que poco a poco las cosas tomarán su rumbo. Por el momento, decide buscarla y sabe dónde está con exactitud.

—No te preocupes por tus clases, cuando estés mejor podrás volver. —La suave voz de Lessany se filtra por la ranura que forma la puerta entreabierta, al acercar su membrana negra por ella puede verla sentada en un costado del lecho iluminada por el fuego que mantiene tibia la habitación y la luz que la ventana permite entrar solemnemente, su abundante cabellera dorada y sus espaldas cubren la visión del niño en la cama y el cachorro echado sobre las pieles.

—Pero tendré mucha tarea pendiente —responden con una vocecilla infantil.

—Si tanto te preocupa, haré que te traigan los deberes diarios aquí, ¿te parece?

—Sí. ¿Cuándo tendré que volver?

—¿Ya quieres volver?

—No, no quiero irme. —La voz infantil suena desanimada, le precede una toz carrasposa—. Me gusta estar aquí, contigo, y con el Señor Kandem.

—Y a nosotros nos gusta tenerte aquí —responde él, empujando la puerta con suavidad. Con su voz el cachorro despabila sus sentidos y agita su cola peluda, la sonrisa del niño forma dos pequeños agujeros en sus mejillas y a su vez, verlo sonreír causa en Kandem y Lessany la satisfacción de un trabajo bien hecho, aunque estar en la presencia del otro no sea lo más satisfactorio—. ¿Cómo te sientes? Nos asustaste.

—Lo lamento, mi Señor.

—No tienes que disculparte por ello, Siri. —Girándose hacia Kandem—. Supongo que vendrás porque quieres hablar conmigo. —Al recibir un asentimiento se despiden del pequeño y las jóvenes Mars y Kaeli son quienes ocupan sus lugares compartiendo tiempo con el nuevo invitado.

—¿Algo de beber? —Su ofrecimiento surge en cuanto entran en su sala de invitados, ella niega y permanece de pie al centro de la misma, Kandem deja su propia copa servida; ha bebido más de lo normal en esos últimos días, tiene que controlarlo—. Quería que habláramos del anuncio oficial y de la boda.

—Un día para el anuncio, ¿ya enviaste los primeros llamados para suspender actividades durante la transmisión?

—Así es. —Enjugándose unas manos con otras, Kandem busca la forma de volver a encontrar la valentía y serenidad que tenía para hablar con ella, antes de declararle sus sentimientos y pedirla en matrimonio; ahora todo es distinto—. Haremos un presupuesto para la boda, no podemos excedernos en gastos innecesarios; tengo a mis hombres trabajando en ello, pero puedes ir haciendo tus… preparativos, lo sabes ya…

—¿Quieres que yo me haga cargo? 

—S-sí —balbucea, confundido por su pregunta—. Aquí es la familia de la novia quien elige el vestido y la comida y la decoración… La ceremonia y celebración se hace en la residencia donde vivirán, usualmente la del novio, así que usaremos los salones de la tercera planta; tenemos que invitar a los Regentes del sur también y sus familias. Esas cosas no pueden cambiar. ¿Es…? ¿Es distinto en Kasttell?

—Algo —encogiendo uno de sus hombros, Lessany busca algo de interés en el exterior, intentando como él encontrar la manera de volver a estar juntos como dos viejos conocidos—. Tenemos la Noche de los Novios dos semanas antes de la boda, para lo cual ya vamos tarde.

—¿Eso qué es?

Ahora, sintiéndose como una tutora explicando a un niño, Lessany se encamina hacia la mesilla donde han instalado frutas y bebidas, y toma una copa vacía para rellenarla con el fino licor. Cuando ha saciado su sed se atreve a mirar a los ojos a Kandem, conteniendo en su interior el disgusto o la inconformidad que siente consigo misma por no sentir odio contra ese hombre, pero tampoco gratitud; ¿qué es para ella?, están hablando de su boda como si fuese de las estaciones, ¿podrán entonces hacerlo de verdad?, ¿lograr vivir juntos?

—Dos semanas antes los mejores amigos del novio le preparan una fiesta secreta, las mujeres hacen lo mismo con la novia. Pero eso sería estúpido en estas circunstancias —«En especial porque no tengo a ningún amigo», dice para sus internos—, así que será sólo la ceremonia. Nosotros las hacemos en la Cúpula de la sede, de allí se hace una caravana hasta la residencia de los novios, donde se hace la fiesta y de allí parten.




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