Luxor: Ascenso

XXXII.

EL HOMBRE EN EL BOSQUE

 

Acorde a lo planeado, el anuncio se realizó dos días posterior a la última reunión con los Regentes y el Consejo, haciéndolo oficial para la nación entera, sin importar a quién apoyan en la guerra; una fuerte alianza entre Kasttell y Senerys puede ser el principio de un golpe final a la disputa, el principio del fin de la guerra.

Ella lució despampanante como siempre, enjoyada con sus zafiros azules y cadenas de oro negro más acorde a la situación política, el vestido que lució tenía la tonalidad marina en luna nueva, la seda del bordado arrancaba destellos plateados con cada movimiento. A su lado, Kandem, un hombre considerablemente atractivo, lucía feo con sus ropas negras, sencillas y pulcras.

Lessany sonrió en todo momento, dijo lo que Reys había escrito para ella en el discurso y continuó sonriendo aun cuando Kandem la tomó de la cintura para la despedida oficial, abarcando sin problemas la curva que marcaba el inicio de sus caderas, y aunque se estremeció con la cercanía, en ningún momento dejó su postura alegre ni borró la sonrisa tierna de su rostro que se reprodujo en todas las principales pantallas de República. Así la vio su padre en Kasttell, y sus hermanos también, así la vieron todos las que la conocieron en las sedes del éste y también Lenser Marlus, envuelto en ropajes de la milicia de Kasttell, suplantando a un pobre diablo que se cruzó en su camino en cuanto recobró su libertad.

Lo sacaron de la cámara de confinamiento una noche, sus ojos tardaron en adaptarse a la obscuridad de los pasillos, de allí hacia las calles con una capucha en la cabeza y el trayecto continuó silencioso porque tenía por seguro que lo llevaban a su muerte; mas cuando lo empujaron fuera del vehículo sintió bajo sus mejilla la tierra suave y fría, a sus oídos llegaron los sonidos de la naturaleza y cuando por fin pudo usar sus ojos se encontró con el cielo despejado bañado en brillantes de plata. Le arrojaron una bolsa con provisiones y se fueron como llegaron.

Pasó días enteros buscando el camino a la sede más cercana y cuando los zapatos se le comenzaron a abrir, apareció el contingente de bélicos de Kasttell patrullando los acres que rodean a las granjas verticales. No fue difícil matar a uno de ellos que se acercó a mear en la línea de árboles, tomándolo por el cuello mientras el chorro se le cortaba, le giró el cuello con fuerza y tras un traqueo seco el soldado cayó al suelo, inconsciente, muerto. Él se vistió con sus cotas y aunque las botas le quedaban algo chicas pudo encajarlas; allí comenzó la travesía que lo llevó hasta Belis Mairlen, Directivo de la Asociación de Técnicos Agrícola y viejo amigo de su Señora. Con algo en común, Belis accedió a buscar la manera de conseguirle una nueva identidad para cruzar por el este sin levantar sospechas, determinado a cruzar las fronteras y llegar a ella; hasta que vio el comunicado…

Estaba a semanas de llegar a ella, había sido transferido como parte del patrullaje fronterizo cuando se dio la noticia y en cuanto tuviera bajo sus pies la tierra sureña, abandonaría la coartada de bélico para ser un completo desconocido sin nombre, arriesgando más que nunca su vida, ¿para qué? Ella se iba a casar con otro.

Intentó deshacerse de la ira inicial vaciando su arma de luz contra el tronco de un árbol, pero la imagen de ella sonriendo junto a ese maldito sureño, tan hermosa y feliz, tan resuelta y digna, volvía a él y lo único que llegó a su mente y pudo darle calma fue la idea de que, así como él había hecho todo esto para sobrevivir, así ella continuaba esperándolo bajo un falso compromiso que no tenía intenciones de llevar a cabo, lista para arriesgarlo todo por él en cuando llegara por ella.

Eso se repitió durante semanas de viaje, eso se decía cuando tuvo hambre y el frío viento del sur le revolvía los abrigos, era su mantra cuando se encontró con las patrullas fronterizas de Senerys que en vano intentaron darle caza; estaba determinado a cumplir su promesa.

 

LESSANY

 

Se acostumbró a que las máquinas de coser llenaran las habitaciones con el masticar de sus agujas y las jóvenes traquetearan las baldosas con sus botines y las paredes con el eco de sus risillas y charlas de trabajo mientras las madres aplicaban mano rigurosa a los detalles. Pero también le gusta ese silencio del alba, aprovechándolo para tratar temas contables y administrativos al centro de su mesa de blanca madera importada, esperando que las fachadas y tejidos autóctonos de Senerys sean suficiente excusa para el “intercambio cultural”; la flexibilidad de la ley le juega en favor en ese momento.

—Señora —Mars es quien la interrumpe, ahora perfumada y vestida con prendas de ricos textiles y encajes y ribetes finos; ha servido bien, y es fácil recompensar a la chiquilla—, el Señor de Senerys le solicita una audiencia breve antes de la primera comida.

—Dile que iré enseguida —asiente ella, comenzando a ocultar sus carpetas y a apagar la pantalla holográfica al centro de la ovalada estructura blanca, brotando la luz de un buqué de flores de vidrio soplado.

—Disculpe, señora, pero el Señor Kandem está aquí. —El oro de su cuello se sacude al levantar su cabeza con prisa, el gesto de asombro ante la noticia. Con un amago le indica que lo haga pasar e intenta apresurare para guardar los folios de papel con bosquejos y números por igual pero Kandem ya se adentraba con sus ojos castaños oscuros bien abiertos y escrutadores de la transformada habitación.

Los ventanales ovalados que eran cubiertos con gruesos cortinajes negros y madera áspera fueron adornados con sedas blancas y detalles dorados, del techo pende una candelabra plateada en lugar del hierro hosco que reinó allí por años, los muebles, blancos y de madera tierna y clara cargan con archivos y material de escritura, candelabros de plateado color en cada base y al centro, la importante mesa ovalada tallada con flores y rodeada por una docena de sillas a juego, acolchonadas todas.




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