Luxor: Ascenso

XXXIII.

LIRIO

 

—Se va a casar, se casará con el maldito sureño. 

—La subestimamos —replica a su hermano Messer que aunque más sereno, luce más delgado y sus cuencas se marcan demasiado por las ojeras debajo de sus ojos, ha perdido la belleza que le caracterizaba en cuestión de semanas—. Ahora lo que podemos esperar es que Ashner haga algo antes de que lleguen las Daga del norte. Le escuché decir a Arestys que no encontraron al mensajero, a menos que una bestia lo haya devorado en el camino, tenemos esperanzas.

—¿Qué hay de las órdenes de padre? —Mira a Henest de soslayo y no puede creer que ese mandilón sea el heredero del imperio de los Kasttell; a veces desearía que su hermano fuese más inteligente, así sería más fácil subyugarse a él, pero no es así—. El plan…

—Cumplí con sus órdenes —interrumpe el menor de los varones, sirviéndose una copa de oporto—. No tengo la menor intención de morir aquí, así que también mis planes están en marcha, lo que ocurra primero con tal de que salgamos con nuestras cabezas sobre nuestros hombros. La sureña ya se está impacientando, como Messer.

Al señalar al rubio de su hermano, notan que éste comienza ya a golpearse la cabeza con una mano, acelerando el ritmo parcialmente, pronto tendrán que llamar a los bélicos para que lo pongan a dormir. Lirio nunca se sintió tan sólo. 

—Tu idea de sugerir retirar los beneficios funcionó, la sureña se ganó una pesquisa de su hermano pero tengo la idea de que Lessany tuvo que ver en que los devolvieran con intereses y promesas de aumentar los beneficios por meta de producción; no hay otra razón para que eso y el anuncio del matrimonio surgieran en el mismo lapso de tiempo. Nuestra hermana nos está jugando en contra y padre sólo la ha subestimado e ignorado, no tenemos ni idea de qué planea, cada uno de sus movimientos puede ir en contra de los nuestros.

—Si la gente ve que ella coopera y si padre no da la cara de una vez…

—Las personas comenzarán a ver de qué lado se inclina Kasttell ahora en la balanza y perderán interés en oponerse sabiendo que un Kasttell velará por sus intereses económicos, sí, así es la situación y por esas cosas que no planeamos —señala a su hermano, cómodo en un diván de las estancias en las que los recluyen cuando no están trabajando—, es que decidí continuar con mi plan pese a todo. No tienes que agradecer.

—Agradeceré cuando no tenga un arma apuntándome a la cabeza.

Su hermano mayor nunca dirá abiertamente que está sorprendido por su capacidad, menos admitirá tener miedo por su vida. Poco después el hermano medio se ve adormecido y arrastrado fuera de la estancia por dos bélicos. «Estoy jodidamente solo».

 

RENNY

 

—Ella se va a casar —lee en voz alta—, su matrimonio supondrá la unidad de Kasttell y Senerys, todos los regentes y señores estarán presente, se suspenderán hostilidades por una noche. Una noche… —repite, alzando sus ojos de miel, dulces y acuosos en la profunda tristeza que la aqueja. 

—Sí, ella se va a casar —dice una segunda voz a su espalda, causándole un escalofrío que viaja por su espina hasta la base de su cuello, estremeciendo sus hombros al sentirlo—, como tú hace tiempo, ¿recuerdas? Fuiste una buena chica, una buena mujer para él, y él te ha dado todo: seguridad, amor, una familia… Todo lo que siempre quisiste —continúa la segunda voz.

—Todo lo que siempre quise —repite, meditabunda con el pequeño boletín informativo en mano: un pequeño trozo de plástico flexible de color azul celeste con una pequeña imagen impresa de la pareja y una breve nota, al pie, la fecha de emisión y el signo de reciclaje. La luz que penetra desde las cortinas abiertas, a través del vidrio de las puertas cristalinas que separan el balcón exterior de la sala, le da el aura virginal de una pupila consagrada al servicio del Templete de Sabiduría, el color cetrino de su vestido realza la palidez de su tez y lo consumido de sus mejillas, enrojecidas por tanto llorar: De nuevo, él la ha tomado contra su voluntad—. Él no quiere que yo vaya a la boda, no quiere que vea a mi hermano, ni a ella, dice que es peligroso, que soy demasiado tonta y que no podré actuar bien. 

—En eso él tiene razón, él siempre tiene la razón —continúa la segunda voz, como caminando a sus espaldas sin poder verla, su voz es suave, dulce e inocente, algo conciliadora y pacífica, pero sus palabras son contradictorias y siempre la confunden entre lo real y lo que quisiera que fuese—: no eres fuerte, pero él sí, no eres tan lista como él, ni tan valiente; él puede protegerte y a los niños…

—A los niños…

—…debes obedecerle y aceptar que si no quiere que estés en la boda es porque podrías arruinarlo todo con tus vacilaciones y debilidad, ¿entiendes?

—Sí…

—Buena chica —apremia la segunda voz, junto a su oído, puede sentir su tibio aliento sobre su lóbulo y la pequeña sonrisa que emana de su garganta cuando afirma y asiente. 

—Siempre una buena chica —continúa ella, arrugando el plástico del boletín para depositarlo en el canasto de reciclaje—. Seré una buena chica.

—¿Mi señora? —inquiere una tercera voz, ésta vez Renny se gira hacia la sala donde Kathya se presenta, su joven asistente, su voz no es ni tan dulce ni tan cordial como la de la otra joven. Pese a que sólo ellas pueden apreciarse en aquella sala, la presencia de la segunda voz la siente en lo profundo de sus huesos—. ¿Está… bien? ¿Llamo al médico o le traigo algo de beber?

—No, ¿qué dices? —inquiere Renny, sacudiendo sus cabellos junto con su cabeza y sonriendo, su semblante cobra color al instante, las mejillas se alzan hermosas en una sonrisa y los ojos le brillan de nueva cuenta cuando se acerca a tomar las manos de su asistente, manos tibias y pequeñas. 

—Estaba hablando con alguien —vacila la joven—, yo… Creí que…




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