Luxor: Ascenso

XL.

LESSANY

 

Anerys no dista más de tres horas de Senerys, las hermanas de Renner fácilmente llegaban poco después del amanecer haciendo el recorrido en vehículos de energía, aunque las motocicletas de nieve no fuesen tan rápidas, tampoco sería demasiada la diferencia. La Dama debe hacer acopio de todo su autocontrol para no preguntar a Santress cada quince minutos si no hay noticias, los comunicadores de la partida de Kandem tienen suficiente rango como para llegar hasta ellos, eso hasta que las nubes de plomo se terminen de cernir sobre la región y se libere la temida tormenta que podría empeorar la situación. 

—…no, no deberíamos, es demasiado…

—¿Qué pasa? —inquiere ella, dirigiéndose hacia el Comandante que intercambia con sus capitanes y tenientes palabras entre murmullos—. ¿Algún problema?

—No, mi Señora, es solo… —Almity vacila, contrayendo sus labios.

—Habla —exige ella, con todo el peso de su reciente autoridad conferida.

—La Dama de Senerys solicitó que reabriéramos la línea de suministros hacia el este, pero el Señor no ha dado órdenes sobre ello y con la tormenta… Si esperamos a que pase para tomar acción al respecto, muchos podrían morir en el frente, por hambre o enfermedad. 

—No tenemos hombres para desabastecer la sede e ir resguardando provisiones, no sabemos cómo estará el camino más allá de la Fortaleza del Vigía, mi Señora —habla uno de sus capitanes—, sería un riesgo enviar valiosos recursos para que los Kasttell o los Ashner los intercepten, masacren a nuestros hombres y los tomen.

—No, con el invierno aquí no podemos correr ese riesgo. —Consiente al joven, Primer Capitán, de semblante muy similar al Comandante Almity, los mismos ojos grises pequeños pero en la cabeza del Capitán encuentra más población de cabellos, negros igual, lacios igual, igual el mentón y la barbilla cuadrada—. Capitán…

—Sebastian —se apresura él—, Sebastian de Lyoz, mi Señora, hijo de mi padre, el Comandante Almity de Lyoz.

—Ese es un nombre del este, de Ashner. —Sus cejas doradas se entrelazan cuando el pecho del Comandante se inflaba de orgullo ante la valía de su hijo.

—Mi madre tiene sangre Ashner, mi Señora, hija de una migrante fugitiva perdonada por el padre del Señor Rebery hace muchos años ya —explica el joven, asintiendo con respeto a la Dama, ésta vadea la cabeza ligeramente, volviendo su atención a la mesa de planeación, desplegando el mapa holográfico y manipulándolo hasta que se centra en el sur.

—Lyoz… —murmura, ubicándolo por fin en el mapa, a dos días del paso de las montañas pero lo suficientemente lejos de Anerys—. Mis asistentes son de Saulí, al norte de Senerys, me han dicho que es productora de ganado vacuno y lechero en menor medida, también ovejero. ¿Qué produce Lyoz?

—Tutores, buenos educadores para las sedes menores y grandes; también son conocidos por sus amplios conocimientos en medicina natural…, ¿mi Señora? —el joven, antes que su padre comienza a entender, acercándose a su lado hacia el mapa.

—No podemos enviar nada aún, pero quizá podemos prepararnos. Una vez las primeras avanzadas lleguen con los hombres de Mant podremos saber qué tanto riesgo correríamos al salir de la Fortaleza. Almity —dice al hombre—, quiero que cada sede dos días a distancia de Anerys o sus sedes de mayor fortaleza den un reporte de sus reservas y suministros, que lo pongan a disposición de la Causa y se preparen para enviarlo en cualquier momento. 

—No podemos dejarlos sin alimento, mi Señora.

—Es más probable que al pasar la tormenta podamos reabastecerlos a ellos que a los cientos de miles fuera de nuestro alcance. Que las sedes conserven provisiones para un mes, como máximo.

—Ciudades, mi Señora —corrige el joven a su lado, sin ningún ánimo de ofender y no lo hace, pero su padre enrojece con vergüenza.

—Ciudades, Capitán —asiente ella—. Creo que su hijo es capaz de hacerse cargo de la tarea, ¿no le parece, Comandante Almity?

—Estoy de acuerdo, mi Señora —asiente el anciano, orgulloso de su hijo.

—Mi Jeñora —con esa voz tan única, Lessany sabría que es Fassel quien le habla aún si los cuervos le comieran los ojos, los presentes frente al holograma de la biblioteca se giran para prestarle atención, todas las miradas se centran en la nariz achatada y deforme del bélico—, ha atrapado a u hombre indentando aentrarje e la jiudad, lo interrogaro y ha dicho que ha venido a por ujte. 

—¿Por mí? ¿Un asesino tal vez? ¿Ha revelado su identidad?

—No, mi Jeñora, no porta niuna credenjia tampoco. 

Su corazón revolotea con agitación en aquel momento. Tanto tiempo ha pasado, tantas cosas han ocurrido desde que dejó su hogar, desde que prometió luchar por su vida y esperar, y esperar, y esperar… «¿Será posible?»

—Llévame con él.

Sus botines arrancan sonidos agudos de las baldosas, clac, clac, cla, suenan bajo sus pies, casi corriendo hacia las cárceles a las que a ella hubieran tirado cuando lo pidió la primera vez que llegó a Senerys, entonces no sabía que el Baluarte de Militancia se ubica más lejos del Baluarte Central de lo que aparenta el desigual terreno. La fortaleza se defiende con murallas del doble de gruesas que las del Baluarte Central, con un doble paseo de ronda y dos metros de elevación de diferencia, así se pueden mantener dos líneas de tiro para la defensa de las murallas; cinco torres fuertes desplegadas a lo largo le dan la forma de un pentágono y dos puertas entre las torres de cara a la avenida principal son las únicas maneras de acceder a la pequeña ciudad dentro de ellas. Allí, las barracas y patios de entrenamiento tienen su señalación propia como pequeñas calles y avenidas. “Cárceles”, lee el camino que le interesa con un subtítulo en berní, la traducción quizá. 

A su paso y el de su comitiva, los hombres reverencian y se apartan, suspendiendo entrenamiento y deberes por igual, su Comandante le abre el camino hasta las cárceles en lo profundo de la tierra. «No pueden quejarse del frío», se dice ella, al sentir cómo las estructuras subterráneas van cobrando calor a medida se sumergen en ellas, iluminados por luces artificiales y lámparas de aceites por igual, aunque la ventilación es buena y las celdas rústicas con barrotes negros rayan en la sencillez se encuentran limpias y de un agradable olor aséptico. 




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