Luxor: Ascenso

XLI.

LENSER

 

—Vamos a nadar. —La joven mujer, hermosa en la plenitud de sus carnes radiantes al sol, vuelve a extender la mano frente a él. Puede sentir la tibieza de sus dedos cuando desliza su palma en ellos, aceptando el ofrecimiento y poniéndose en pie, también desnudo, entrelazan sus dedos como tantas otras veces lo han hecho, pero esa ocasión es distinta, porque cuando se sumergen en la fría agua del lago y rompen la paz de su superficie no hay ninguna razón para pensar en separarse después, en pretender después, en volver a sus vidas de máscaras y actos.

—Quedémonos aquí para siempre —dice él, rodeando su cintura bajo el agua y atrayéndole hasta que sus pezones erectos están contra su pecho causándole una descarga de sangre en sus ingles. Ella le rodea con sus brazos y la suavidad con que le acaricia el cabello le hace creer con más fuerza que por fin estarán juntos, que irán a casa y ya no habrá peligro, cierra sus ojos imaginando ese futuro, imaginando sus hijos pelirrojos de ojos azules, intrépidos, valientes, fuertes…

—Lenser —ella le llama así que abre sus ojos y esos azules lo observan, tibios ojos azules como el cielo sobre sus cabezas, el cabello rubio se le ha adherido al cráneo y los labios se han curvado en una sonrisa—, has tardado demasiado.

Junto al derrumbe que sufren sus anhelos profundos cae el sueño y ésta vez abre sus ojos para volver a la realidad. Lo primero que nota es la sensación de tenerla desnuda en su pecho y la mano que le acaricia la frente, como si allí estuviera, como si hubiese sido real aquello, se siente de esa forma. Más real aún se vuelve el dolor en las costillas, los labios rotos y la piel costrosa que se desprende en las heridas a medio sanar, la luz le ciega, es demasiado brillante pero la mano en su frente… es real.

—Bienvenido de nuevo. 

—¿Lessany? —Es ella, tiene que serlo esta vez, porque no soportaría más decepciones, más sueños falsos. Sonríe, sus ojos son igual de azules que siempre pero la piel ha perdido mucho de su bronceado, hermosa, hermosa como nunca. «Ahora de otro», se recuerda, «¿por qué?».

—Tranquilo, el médico dijo que tenías que descansar, te encontró deshidratado, desnutrido y algo magullado —explica ella, señalando la cánula conectada a sus venas donde le proveen los medicamentos, también la blanca estancia médica, los aparatos midiendo sus signos vitales y las pantallas transmitiendo la información. Junto a la puerta un asistente médico y un bélico aguardan también, el militar lleva las ropas negras con sellos azules pero es su extraña nariz y la forma de sus ojos lo que le intrigan. «Los sureños con feos como un culo»—. Estarás bien, Lenser, nadie te hará daño.

Intenta incorporarse, ella le ayuda de inmediato, en ese momento le llega su suave aroma a vainilla y lavanda, se queda un segundo más cerca de lo prudente de su rostro, pero de no haber visitantes ya la hubiese besado. Puede notar la turbación en ella en ese momento. «¿Todavía me quieres»?

—Conseguiste escapar con ayuda de Hanles. 

—Yo… —Ella sostiene su mirada con firmeza, entonces él comprende que no ha sido una pregunta—. Sí, Hanles… Me liberaron gracias a su “intervención” con algún alto mando, no es que me dieran muchos detalles. Ninguno, de hecho: me sacaron a media noche con una bolsa en la cabeza y me dejaron en algún punto del bosque—. No puede evitarlo por mucho, una de sus manos se dirige a su cabello rubio, ondulado como hebras de oro moldeadas en una forja, tan suave como recordaba—. Fue un largo camino, pero aquí estoy.

—Aquí estás. —Los ojos se le cuajan, puede sentir la vista nublosa; ella le limpia las lágrimas que se le escabullen, el tacto le parece mágico, besa la palma de esa mano con devoción—. ¡Shh! ¡Shh! Tranquilo, tienes que reponerte. Te necesito a mi lado.

Le priva del tacto mágico pero en cambio le sujeta la mano izquierda.

—Soy la Señora de Senerys ahora y mi familia y yo luchamos en bandos distintos de ésta guerra. Tú eres la única persona en la que podría confiar para guiarme en cada uno de mis pasos, tú y yo conocemos muy bien la sede y podremos ayudar a Senerys a conquistarla. ¿Entiendes? —Pero Lenser no sabe, no entiende. «“Prométeme que te mantendrás viva hasta que pueda encontrarte”, fue tu promesa, y la mía fue buscarte hasta el fin del mundo de ser necesario, para estar juntos»—. Me ayudarás, me protegerás, estarás conmigo y me servirás como lo has hecho la mitad de mi vida, hermano.

—Hermana… —vacila él, entendiendo por fin, con pesar en su voz, con tristeza en su alma—. Serviré como lo ordene mi Señora.

 

LESSANY

 

La partida de Kandem ya debió haber llegado a las fronteras de Mandess, el Capitán Sebastian tendría que tener un reporte con las reservas a disposición de las sedes menores como se había estipulado y Lirio debe estar en una tremenda crisis en Kasttell, ¿cuántos muertos habrá en las calles?, ¿cuántos de ellos civiles? Su mente está en tantos sitios al mismo tiempo, es una locura, y ella está allí, viendo a Lenser comer con lentitud una sopa de conejo y cebollines con hogazas de pan con mantequilla derretida.

—Se siente extraño que te me quedes viendo comer de esa forma —dice él, rompiendo con su mirada fija en el éter, aunque en realidad apuntaba en dirección al pelirrojo. Ella sonríe, viéndolo cobrar un poco más de ánimo a cada minuto, aunque sabe que su corazón está tan roto como el de ella. «“Hermano”, de nuevo, a vivir una farsa de vida, de nuevo a pretender. El mismo acto, diferente público». Pero es la única forma de mantenerlo a salvo. 

—Lo lamento —sonríe ella—, es que es difícil creer que estés aquí con todo lo que ocurre. 

—¿Qué ocurre? —inquiere él, bajando un momento la cuchara. Ella puede sentir cómo Fassel se remueve junto a la salida, el asistente médico se retiró poco antes.




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