Luxor: Ascenso

XV.

LESSANY

 

Canturreando una cancioncilla de esas que bailan en los Centros Sociales, Mars admira el bonito brazalete que la Dama le ha obsequiado por su buen servicio, detrás, Kaeli arrastra el carrito con la infusión y entremés previo al desayuno mientras ella carga con las nuevas batas de seda. Al pasar junto al bélico apostado le sonríe con un toque coqueto sin que su anciana abuela lo note, tal como Lessany se lo ha indicado, y obtiene frutos porque el hombre ni se molesta en examinarlas de más.

Tras tocar la puerta, abren y al adentrarse, las jóvenes se silencian y retroceden, chocando con la anciana. Keridia no se inmuta puesto que conoce las excentricidades del mundo y encontrar a Lesssany cabeza arriba en un rincón de la sala no es cosa demasiado rara.

La Dama abre sus ojos y encuentra a las tres asistentes que la observan, con duda y sorpresa las más jóvenes y con imparcialidad la anciana. Desciende sus piernas hasta tocar el suelo y volver lentamente a una posición normal. Luego de ejercitarse y de practicar movimientos de lucha que ha aprendido a lo largo de su vida, está lista para los retos que el nuevo día le depara.

Mientras su baño es preparado, Lessany lleva al centro de la habitación una de sus cajas que Kandem le mandado a entregar creyendo que se trataba de vestimentas de montar: Una armadura de tecnología fiat lux.

La caja de color hueso tiene dos cerrojos en la parte superior que al presionarles abren de inmediato las puertas de la gran caja, permitiendo abrirlas de par en par para mostrar la armadura en el interior: La cota blanca de cuerpo entero se adhiere a su piel dándole seguridad de que todo se mantendrá en su lugar, en el pecho contiene un campo de color bermejo como parte del cierre de la misma, abrochándose en diagonal con un revestimiento que absorbe los golpes y desvía tanto proyectiles como disparos de luz; los brazos y piernas también tienen cierto revestimiento que absorbe los impactos así como depósitos para sus armas.

Las botas, carbónicas, llegan hasta arriba de la rodilla, Mars ata las agujetas laterales y cierra los broches, mientras ella se abrocha el cuello de la cota; Keneri le acerca la casaca negra que se ajusta a la cintura con un broche de oro blanco del tamaño de una ciruela, los brazos y la espalda son protegidos con un recubrimiento especial, el faldón de la casaca llega hasta media rodilla y deja al frente y a los lados apenas un pequeño espacio para dejar entrever sus piernas debajo; al moverse bajo la luz del sol, la casaca lanza destellos rojos, como si fuesen brazas ardiendo.

Un bélico entra a la recámara para acompañarla hasta e hasta el patio de armas de los hombres de Senerys.

—Te ves bien —murmura Naystess.

—Que te jodan —masculla de regreso.

Los escoltas están ya reunidos para encaminarla hacia el Baluarte de Militancia en el interior del Baluarte Central.

 

KANDEM

 

Kandem espera con paciencia bajo el estrado del patio, donde siempre se sienta a supervisar el entrenamiento de los hombres que le sirven en su escolta. Observa a Jersen calentar sus músculos con impaciencia, pero le amenaza diciéndole que enfrentará a una mujer, que no necesitará mucho esfuerzo y que si la llega a lastimar él le hará lo mismo. El hombre, apenas dos años mayor que la contrincante, casi no se abstiene de reírse cada dos minutos ante la idea de que enfrentará a una mujer.

—Una niña de Kasttell, konetragger, ¡ja! ¡Se verán cosas!

Kandem sabe y ha visto a las mujeres de otras sedes y tribus luchar con la misma fiereza que un hombre, por lo que no se burla de ello, pero sí le causa gracia que una niña privilegiada de Tierra Kasttell se jacte de tal virtud.

Esa risa tiene que tragársela cuando la ve avanzar por la nieve a todo galope, con su hermosa yegua de crin plateada y pelaje blanco; ella se ve despampanante y ciertamente atemorizante con esas ropas, que a simple vista no parecen muy protectoras, sino prendas de moda.

Le ve, absorto y sin palabras, desmontar y entregar las riendas a los hombres, quienes la miran sin poder creerle a sus ojos. Ella se dirige al estrado y se coloca frente a él, con orgullo, la mano firme en la cadera, él la mira desde abajo y alza las cejas al ver la forma en que el sol naciente a sus espaldas resalta el azul de sus ojos, que brillan con diversión.

—¿Qué esperas? ¿Crees que tenemos todo el día? Cuanto antes salgamos hacia los bosques mejor —escucha decir con seguridad de que ella será la vencedora.

Por fin, reacciona y alza sus cejas, intentando apartar la mirada de su rostro, apenas lográndolo. Se dirige a sus hombres detrás, a Jersen en específico, y liberan la arena. La superficie ha sido desprovista de la nieve y hielo, dejándola relucir debajo la plataforma de negro color con la marca de un sello Fiat Lux circular. Su hombre se coloca en un extremo, ella baja de dos brincos los escalones y se coloca en el extremo opuesto. Los hombres se arremolinan alrededor, Kandem tiene la mejor vista desde el estrado.

—Las armas —dice, y Jersen entrega su metal, recibiendo una arma sintética en cambio, pesada igual y con los rasgos de una espada verdadera, pero sin el filo de una. Otro hombre se acerca a ella, pero obtiene una mirada asesina.

—¿Qué es esto? ¿Dónde está mi espada? —demanda.

—No permitiré que luches con filo o fuego, no quiero que te lastimen. —Alzando su voz desde el estrado hace una seña a Fassel a un lado de la Dama que llega a la tarima en un segundo y le entrega la bolsa táctica con la espada real—. Aquí está tu arma, pero la prueba será con armas de práctica. Es así, o no hay prueba ni caza —añade con dureza antes de que ella objete, pero la ve asentir sin más.

—Listo. El primero en dar tres toques al oponente gana —indica Kandem, y da una palmada al aire para indicar el inicio del encuentro que, para él, es como ver el entrenamiento de unos niños, cosa ilegal en Senerys y Anerys por igual.




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