Luz

Capítulo 4

Los dos se miraron un rato sin saber qué decir ¿a qué se había referido Leonard con eso de que lo estaba buscando? ¿De alguna manera había escuchado su conversación con Sarah? Era imposible, pero su expresión había sido como si le estuviera diciendo escuché que buscabas a tu hombre perfecto y aquí estoy. ¿Era eso posible?, ¿podía serlo?

Él usaba el mismo traje y la misma corbata, sus ojos eran azules como el cielo y tenía una sonrisa de encanto, como sacado de una película de Hollywood. Day estaba segura que él era ese hombre perfecto que estaba buscando.

—Entonces, ¿qué haces aquí? —preguntó Day cruzando los brazos y tratando de ser indiferente, como si su corazón no estuviera latiendo a mil por hora.

—Day, ¿alguna vez te dijo tu mamá porqué te puso ese nombre tan bello?

—¿Qué tiene que ver eso con lo que haces aquí? Además… —recordó que nunca le había dicho su nombre—. ¿Cómo es que sabes mi nombre?

—Trato de que entiendas todo. —¡Dios! Su sonrisa no se iba.

—Mi madre no me lo ha dicho, o al menos no recuerdo que lo haya hecho.

—Deberías preguntarle, su respuesta te sorprenderá.

—Lo que deseo saber es qué haces aquí y qué está pasando. ¿Eres un acosador? Me está dando un poco de miedo. —Por más que Leonard pareciera un actor o que su sonrisa hiciera que se derritiera, el hecho de que apareciera y desapareciera en cualquier parte le parecía un poco espeluznante.

—Estoy aquí por ti, Day. Siempre he estado aquí por ti. —Leonard se acercó un poco y le tocó la mejilla, lo que hizo que Day temblara ligeramente, su contacto era cálido y sus dedos parecían hechos de seda—. Muy pocas veces me has visto, pero siempre… Siempre estoy contigo, eso te lo puedo asegurar.

Él se acercó a ella en cámara lenta, su mano tocaba su mejilla y en un segundo ya estaba tocando su oreja con el dedo pulgar y con el resto de la mano tocaba su cabello; estaba tan cerca que Day sentía que se metía en esa mirada celeste tan sobrenatural, podría jurar que veía el cielo y hasta algunas nubes blancas se paseaban dentro de esos ojos. Eran hermosos esos ojos. En un momento tuvo la sensación de estar en una playa a la que iba con sus papás de joven, ese olor tan peculiar, el sonido de las olas tan tranquilas en esa parte de la costa, los agradables sonidos de las aves, todo era tan bello. De pronto, con su mano disponible, la tomó de la cintura y la acercó tanto a él que ella tuvo que cerrar los ojos para no perderse en esa mirada; él le dio un beso tan exquisito que sabía al propio cielo, sus labios eran cálidos al igual que su tacto. Dado que era el primer beso que le daban a Day, ella no sabía qué hacer, pero él sólo la besó ligeramente con un leve movimiento de labios y transmitiéndole una enorme electricidad a través de ellos. Ella sintió como si sus piernas le temblaran.

No supo si fue la emoción, los nervios o el sueño lo que provocó que Day cayera de pronto en el césped, inconsciente. No lo supo hasta después, cuando abrió los ojos lentamente con un ligero pitido en los oídos y poco a poco todo dejó de dar vueltas: Estaba sola.

Esa noche, por supuesto, no durmió.

Muy temprano en la mañana se preparó para irse por Lily y así poderla llevar a la guardería como había quedado con Trent el día anterior. Day no usaba automóvil pues aún no se había decidido si comprarse uno o no. El dinero no era problema para ella, pues ya tenía suficiente en su cuenta de ahorros, pero siempre había sido así de indecisa e insegura. Así que esa mañana pidió un taxi por teléfono. Siempre se iba a pie o tomaba el tren, pero esa mañana decidió irse en taxi para que no se le hiciera tarde. La madre de Day, Carol, ya estaba despierta a esa hora y le pidió a su hija que le dijera por qué se iba más temprano que lo usual. Day le contó todo lo que había pasado con Trent, Summer y la niña. Le dijo que ahora se haría responsable de cierta manera para que a la pobre Lily no le faltara nada, o al menos para que pudiera seguir yendo a la guardería.

—¡Pero no es tu responsabilidad! —objetó Carol.

—Por supuesto que no lo es, pero tampoco es culpa de la niña. No me cuesta nada hacer eso por ella.

—¿O será que ya cambiaste de opinión en cuanto a Trent? —Carol cambió de actitud y en vez de enojada ahora estaba intrigada, hasta se veía un poco contenta.

—Claro que no, el pobre está sufriendo porque su esposa lo dejó y tú en lo que piensas. —Se levantó de la silla para salir pronto de ahí, no quería discutir sobre eso a esa hora. El taxi no tardaba en llegar.

—No estaría nada mal. Trent es muy buen muchacho, lo ha demostrado siempre y lo sabes —dijo Carol mientras seguía a su hija a la sala.

—Nos vemos más tarde, mamá. —Tomó sus cosas y salió al jardín a esperar el taxi, recordó lo de la noche pasada y un leve escalofrío le recorrió la espalda. ¿Había sido una alucinación ese beso tan perfecto? Sabía que no, que había sido real, pues aún conservaba la sensación de calidez reconfortante en sus labios; pero el hecho de que Leonard no estuviera ahí cuando ella despertó le hacía pensar que había sido un raro sueño.

—¿Vienes en taxi? —preguntó asombrado Trent cuando Day entró en su casa—, pudiste habérmelo dicho para pasar por ti.

—Trent, apenas tienes tiempo de irte y no pasa nada con que yo ande en taxi. Siempre ando caminando o en tren, pero pensé que trayendo a esta preciosura —tomó a Lily de los cachetes haciéndola sonreír— no puedo arriesgarme. Prefiero andar en taxi, es más seguro y cómodo.

—De ninguna manera. Te llevas el coche que dejó Summer. De todos modos ya nadie lo usará —dijo haciendo una mueca.

—¿Es necesario? —preguntó de mala gana Day.

—Sí, muy necesario. Trae el asientito y resultará más cómodo para las dos. Desde hoy úsalo tú —le entregó las llaves—, te lo llevas a tu casa en la noche para que mañana vengas en él.

Day no tuvo otro remedio más que aceptar, tomó las cosas y se dirigió a la guardería. La maestra que estaba de guardia se vio algo confundida de no ver a Summer cargando a Lily, y Day le tuvo que mentir diciéndole que la madre de la niña había salido de viaje por un tiempo y ella se estaría encargando de ir a dejarla y recogerla a la hora de la salida.




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