Luz

Capítulo 9

—Es hermoso este lugar —dijo Day asombrada viendo a través del parabrisas.

—Sí, lo es. Pero sería igual que todos los miradores de todas las ciudades si no estuviera lloviendo, ¿no crees? —contestó Leonard—. La lluvia es mágica en estos momentos.

Estaban en un mirador a lo alto de una colina, Leonard había insistido en ir ahí, no sin antes haber comprado comida tailandesa para llevar. Day no estaba muy convencida de manejar sobre una colina en medio de una gran tormenta, pero Leonard se ofreció a hacerlo por ella. Así que él bajó del auto y lo rodeó mientras Day se pasaba de un asiento a otro para cederle el volante. Llegaron después de tres cuartos de hora con la comida aún caliente. Estando en ese mirador se podía ver la parte más urbana de la ciudad: todas las luces de los edificios, grandes puentes, la avenida River, entre otras cosas. Pero lo más sorprendente eran unas pequeñas farolas acomodadas estratégicamente justo donde terminaba la valla del mirador y la colina caía en un pequeño desfiladero. Esas farolas iluminaban la lluvia y creaban una extraña ilusión: esta se veía como si cayera a cámara lenta. Por más fuerte que estuviera, la lluvia se veía gota por gota y eso hacía que el paisaje se viera hermoso, como salido de una pintura.

Comieron en silencio escuchando música al azar que transmitían en la radio, de vez en cuando se miraban y sonreían entre ellos, o alguien decía algo y el otro solo contestaba con un monosílabo. No se podría diferenciar si estaban nerviosos o solo estaban siendo educados a la hora de comer.

—Entonces —dijo Leonard mientras se limpiaba las manos con una servilleta al terminar su comida—. ¿vas a querer que te cuente el final de la historia?

Day casi se atraganta.

—¿Final? ¿Historia? —Se limpió un poco la boca mientras tosía—. ¿De qué hablas?

—El cuento, Day. ¿Quieres escuchar el final?

—Pero era solo un sueño. ¿Tú cómo sabes sobre mi sueño?

—¡Es verdad! —dijo sonriendo, ¿cuándo iba a dejar de sonreír de esa manera tan bella y perfecta?—. Elegiste creer que era un sueño. Perfecto, así no tengo que inventar un final.

—Bueno, podemos suponer que realmente no fue un sueño. O… —dijo sonriendo por la magnífica idea que se le había ocurrido—. Podríamos suponer que esta es la continuación de ese sueño y que en realidad ahorita estamos soñando que estamos aquí y que hace unos minutos casi me ahogo.

—¡Qué grandioso sueño! —dijo Leonard—. Estoy soñando que la chica de mis sueños se ahoga y yo no hago nada por salvarla —le guiñó un ojo.

Espera, ¿había dicho chica de sus sueños? ¿Se habrá referido a…? Sí, claro. Qué tonta. Estamos hablando de los sueños. Pensó Day.

—¡Venga! Que estoy esperando ansiosa ese final.

—¿Entonces dices que fue un sueño y aun así quieres que yo te cuente el final de esa historia que… yo te conté en tu sueño? —preguntó Leonard confundido.

—¿Fue un sueño? —preguntó Day, divertida—, pensé que habías dicho que fue real.

Leonard se rio un poco, divertido con la inteligencia de la chica. Sabía que ella estaba ansiosa por escuchar todo lo que él tenía por contar, así que se acomodó en su asiento para poder ver a Day mientras hablaba, y ella hizo lo mismo. Quedaron de frente.

—¿En qué me había quedado?

—Veamos… El ángel hizo algo que Dios nunca pensó que él pudiera hacer, pero no dijiste qué fue lo que hizo.

—Ahora recuerdo. —Miró hacia afuera y sus ojos se perdieron unos segundos como si estuviera evocando algunos recuerdos.

“El ángel cuidó de su asignada por muchas vidas. Había veces que él se dejaba ver ante ella, pero siempre era cuando había más gente alrededor y siempre inventaba alguna historia para que ella no sospechara quién era él. Trataba de seguir las reglas al pie de la letra, no quería desobedecer a Dios pues no quería ser merecedor de un castigo, o peor aún, que lo castigaran y dejara de ser su ángel. Solo la besaba cuando él era invisible para que ella no pudiera sentir sus besos, la tocaba de la misma manera. Él creía que ella en cada una de sus vidas se daba cuenta de la existencia de su ángel de la guarda, que aunque no lo conociera ella sabía que había alguien ahí cuidándola, pero eso nunca lo pudo asegurar pues eran puras especulaciones. Hubo vidas en que a ella le tocó morir muy joven y él lloraba más de lo que había llorado antes; también hubo otras veces que ella con muy avanzada edad moría por causas naturales, y él, igualmente triste, la acompañaba hacia la luz.

“En una de esas muertes del cuerpo de su asignada, el ángel decidió hacer algo, un experimento: cuando el espíritu salió y se encontraba confundido y desubicado, el ángel se presentó y le extendió su mano, le explicó que su misión en la tierra había terminado y que tenía que volver al cielo junto a Dios para que le entregaran una nueva misión.”

—¿En realidad existen esas misiones? —preguntó Day sorprendida.

—Es un cuento, señorita.

—Sí, sí. Lo sé. Pero… Tu historia es muy completa, muy… —Day estaba algo confundida, sabía que era una historia inventada por él pero al escucharla sentía que todo era cierto—. Olvídalo, sigue con tu historia. Eso de las misiones se dice tanto, que se oye muy común para que tú lo menciones en tu historia.

—Está bien, en mi historia sí existen las misiones divinas. Sé que son muy comunes como tú lo dices, pero es que es un elemento muy bueno, ¿no crees? Bueno pues, cuando el alma está en el paraíso esperando ser asignada a un nuevo cuerpo se le da una misión, es decir, van con el mismo Dios y Él les cuenta lo que quieren que logren en la tierra, les dice todo, todo lo que tienen que hacer, cómo y cuándo. Ellos entienden a la perfección y salen de ahí decididos a lograr la misión completa, pero no cuentan con que al entrar en el cuerpo humano todos esos recuerdos divinos se les van a borrar de la mente y cuando sean adultos no recordarán nada de lo que debían hacer.




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