Luz

Capítulo 23

Day caminó a pasos lentos por la cabaña, estaba algo confundida, miró la lámpara que había encendido al llegar a ese lugar y supo que algo no estaba bien. De pronto una luz cegadora llenó la habitación y Day tuvo que cubrirse los ojos con su brazo. Después de unos minutos decidió echar un vistazo. La luz aún seguía ahí pero ahora no le calaba en los ojos. Un hombre estaba frente a ella, al otro lado de la habitación y tenía su brazo extendido, llamándola.

—¿Quién eres tú? —preguntó Day al hombre.

No hubo necesidad de una respuesta, pues el hombre con traje blanco desplegó unas alas del mismo color, eran tan grandes que no cabían dentro del lugar, tuvo que doblarlas un poco.

—¿Eres un ángel?

—Lo soy, Day. Acompáñame —de nuevo le extendió la mano.

—¿Quieres decir que… estoy muerta? —al pronunciar esas palabras recordó todo, recordó que ella se había suicidado cortándose las venas con un cuchillo.

De pronto alguien salió corriendo desde la cocina hasta la puerta principal dando un portazo, no pudo ver quién era pues la luz que emitía el ángel era muy potente. Day se aproximó a la cocina y pudo ver su propio cuerpo inerte en una extraña posición sobre el suelo. Pudo darse cuenta que el dolor que había sentido en el pecho había sido el cuchillo que había entrado en su cuerpo, alguien la había asesinado.

Day aterrada corrió de nuevo a la sala donde se encontraba el ángel, se asomó por la ventana, quien quiera que la había matado ya no estaba ahí. Miró amenazadoramente al ángel, éste sólo esperaba paciente por ella y sin duda había reemplazado a Leonard y ahora era él su ángel guardián.

—¡No iré contigo al cielo! —le gritó Day a ese hermoso ser y salió corriendo de la cabaña para internarse en el bosque.

Correr en aquella condición se asemejaba a volar, aunque ella no tuviera alas. Sólo era que ya no tenía el mismo peso de antes, ahora sólo era un alma perdida vagando por el bosque de las hadas. Quizás hasta iba flotando pero no se había tomado el tiempo de fijarse en eso.

Llegó al claro del bosque y el ángel se detuvo a su lado.

—¿Me vienes siguiendo? —preguntó enojada.

—No te estoy siguiendo, estoy esperando a que estés lista para poder irnos.

—No voy a ir al cielo, no quiero ir al cielo.

—Day, no te puedes quedar en este lugar, debes seguir adelante.

—No me entiendes, yo necesito ir al infierno, no puedo ir al cielo.

El ángel la miró confundido, quizá nunca antes algún espíritu le había dicho eso. Las almas preferían el cielo y las que preferían el infierno no tenían derecho al cielo.

De pronto la tierra comenzó a temblar pero no ligeramente como lo que había sentido en la playa cuando estaba con Leonard, esta era una gran sacudida. El ser alado miró con miedo a Day y la tomó de la mano.

—Tenemos que irnos, ¡ahora! —le ordenó.

—¡No voy a ir! —contestó enojada y lo soltó.

Un ruido ensordecedor llenó el lugar pero a Day ya no le molestó, buscaba atenta el lugar de donde salía ese horrible sonido pero no veía nada extraño. Después de unos minutos, a un par de metros de dónde ella y el ángel estaban de pie, comenzó a salir una especie de humo muy espeso y el temblor comenzó a sentirse con mayor intensidad que antes. La tierra pareció abrirse y un hombre salió de ahí caminando muy tranquilamente, avanzó hacia ellos y el movimiento de la tierra, así como el sonido, se detuvieron en seco. El humo se disipó y el hombre se sacudió con elegancia su saco negro.

Los tres se miraron unos segundos y Day pudo reparar que el hombre era muy guapo, tanto que si no tuviera bien claros sus objetivos, ella iría corriendo hacia él y caería a sus pies para adorarlo. Éste vestía un traje negro impecable, camisa roja y corbata negra. Su cabello era negro con ligeros toques blancos por las canas, una barba apenas salía de su piel y Day la imaginaba rasposa al tacto. Su porte era muy elegante, digno de algún millonario de las mejores ciudades del país. Si en ese momento se subía a un coche convertible y último modelo, no le sorprendería nada.

—Day Lorens, —dijo el hombre con una gran sonrisa y caminó hacia ella, le dio un ligero abrazo y un beso en cada mejilla— mi hermosísima Day Lorens. Por fin te conozco y creo que tú y yo seremos muy buenos amigos.

—No la toques, —dijo de pronto el ángel que había permanecido quieto— ella me pertenece, no tienes nada qué hacer aquí.

—¿Te pertenece, ángel? Pero si ella se ha suicidado, me parece que no debe ir contigo.

—Ella no se suicidó, creo que no estás bien informado.

—¿Quién eres tú? —preguntó Day al hombre, interrumpiendo la conversación.

—¿Quién soy yo? ¿No me reconoces?

Day tuvo miedo ya que unas horas antes, otro hombre le había hecho la misma pregunta y todo había resultado mal.

—Soy el amo de tu novio Leonard. Por lo tanto debes venir conmigo —dijo el hombre.

—¿Eres…?

—Tengo muchos nombres, chiquilla —contestó él—. Muchos me tienen miedo, otros me tienen respeto, y algunos otros tantos me admiran demasiado.

—¡No lo escuches, Day! Él no tiene poder si tú no se lo das —el ángel tenía una postura amenazante y sostenía una espada en su mano.

—No le hagas caso a esa mariposita, hermosa. Él no sabe nada, se la pasa la vida haciendo el bien y no sabe ni por qué. Ven conmigo, yo te llevaré hacia tu novio. ¿Lo extrañas?

—¿Leonard, está allá… abajo?

—Sí, querida. Te está esperando. Le mostré cuando te quitabas la vida y está impaciente por verte.

Day dio un paso hacia adelante y miró al ángel unos segundos, trató de decirle que eso era lo que ella quería, necesitaba estar de nuevo con Leonard. No podía permitir que lo castigaran de esa manera sólo porque él la había salvado.

—¡Déjala ya, ella me pertenece! —dijo una voz masculina. Day miró hacia atrás y ahí estaba Él. Definitivamente era un ser hermoso, no guapo como el hombre de traje negro, pero era hermoso de principio a fin. Vestía ropa blanca pero no era un traje fino, sino ropa más bien deportiva. Su cabello era completamente rubio y no mostraba ninguna arruga en su piel.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.