Dicen que las estrellas fugaces pueden conceder cualquier deseo. Dicen que pueden garantizar que un anhelo se haga realidad solo con pedirlo en los segundos que duran sus trayectorias. Pero yo no lo creo así. Yo creo que las estrellas en sí son maravillosas sin necesidad de que exista una leyenda detrás de ellas.
Dicen que cuando mueres te vuelves polvo de estrellas, para después convertirte en una. Y eso era algo en lo que sí creía firmemente, porque me imaginaba que una de ellas era esa persona tan especial que se había marchado.
Me gustaba observar las estrellas todas las noches desde mi ventana, me sentía tranquila y me reconfortaba el observarlas. Le daba calma a este corazón débil que yo tenía, sin saber el verdadero significado detrás de ellas.
Cuando recién cumplí diez años de edad, mi estrella que vivía a mi lado, tuvo que irse.
Mi abuela, mi estrella, murió. Y después de ella todos los males comenzaron.
Nuestra fortaleza se había derrumbado y yo había caído primero.
Después de ella los dolores en mi corazón comenzaron, desde ese entonces mi corazón de debilito y sufría de una afección cardíaca. Esa enfermedad era algo con lo que a mis veinte años de edad había aprendido a vivir, iba al hospital con regularidad para el chequeo médico cada tres meses, me había acostumbrado a los medicamentos y a revisar mis signos vitales para evitar que mi corazón se acelerara de más.
Y éste era uno de esos días en los que iba a una de mis revisiones médicas, y esta vez mi mejor amigo Hoseok había venido conmigo.
Hoseok y yo siempre habíamos estado juntos desde que éramos unos niños. En todos los momentos de mi vida que recuerdo, Hoseok había estado ahí. Él había sido mi príncipe azul cuando era una niña y ahora, él seguía siendo un príncipe para mí.
Desde que comencé a tener conciencia de mí misma como mujer, y mi mente infantil fue reemplazada por la adolescencia; siempre estuve enamorada de él. Jung Hoseok era mi primer amor aunque él solo me viera como su mejor amiga. Hoseok era alguien de quien es difícil no enamorarse, era atento y siempre se preocupaba por mí, estuvo en mis momentos difíciles y en los felices, y es por esa razón que él tiene el título de mejor amigo y primer amor de mi corta vida. Era la luz de una estrella que bajo del cielo.
– Minying, descansemos aquí – dijo Hoseok deteniéndome del brazo.
Yo le sonreí para aceptar su propuesta y sentarnos en el banco que estaba debajo de un gran árbol. El viento corría más deprisa en este lugar, se sentía tan fresco y llenaba de aire mis pulmones, era algo refrescante. No había querido aceptarlo, pero ya me sentía cansada del largo camino del hospital hacia mi casa, pero Hoseok se había dado cuenta de ello.
– Toma esto – dijo dándome una botella de agua que traía en su mochila. – no tienes que hacerte la fuerte conmigo Minying, si estás cansada solo debes de decirlo.
– La próxima vez lo haré – dije para después tomar el agua que me había ofrecido.
Hoseok sonrió complacido ante mis palabras y después de un rato de descanso ambos nos levantamos del cómodo lugar para irnos a casa.
– No olvides tomar tus medicamentos – dijo una vez que estuvimos a una calle frente a mi casa.
– Jamás se me olvida, es mi más grande costumbre –
– Esperemos que un día ya no lo sea – dijo él alborotando mis cabellos. – Cuando termine la universidad, te llevaré al mejor hospital de toda Corea y tu corazón va a estar curado, ya no vas a necesitar más esos medicamentos, así que ya no te acostumbres a ellos.
Yo le sonreí conmovida y lo miré como si fuera un ángel. Hoseok era la persona más bella en el mundo y yo estaba más que feliz con que él me considerara una persona especial para él, no me importaba si él no me veía como una pareja, me conformaba con el simple hecho de que Hoseok estuviera a mi lado y pensara en mí tanto como yo pensaba en él.
– Es una promesa – dije con dulzura extendiendo mi dedo meñique hacia él. Hoseok entrelazó nuestros meñiques y ambos cerramos la promesa con una sonrisa.
Me di media vuelta para cruzar la calle pero antes de hacerlo, vi un auto lujoso color negro que estaba estacionado frente a mi casa. Hoseok y yo nos volteamos a ver con la misma expresión confundida, pues no habíamos notado el auto que estaba estacionado.
– ¿Es un familiar? – me preguntó él.
– No lo creo, sabes que toda mi familia vive en el pueblo y no somos gente adinerada – contesté aún más confundida.
Después de unos minutos vimos salir a un chico de mi casa, pero no pudimos observarlo bien porque él al vernos camino más deprisa y subió a su auto para irse por la autopista. Jamas lo había visto y realmente dudaba que fuera algún familiar que yo desconocía.
– Entraré contigo – dijo Hoseok cruzando la calle junto conmigo.
– No te preocupes Hope, estaré bien, a lo mejor era un familiar lejano – dije para tranquilizarlo.
Hoseok asintió no muy convencido para después despedirse de mí e irse a su trabajo de medio tiempo que recién acababa de empezar.
Entré a mi casa con pasos lentos mientras observaba con detalle los muebles de éste, para ver si había algún indicio de robo o de que algo había ocurrido para correr detrás de Hoseok y pedir ayuda; pero no lo había. La casa estaba en orden pero sumida en un gran silencio, cosa que se me hacía extraño, mis papás siempre solían tener el radio encendido porque no les gustaba el silencio.
– ¿Mamá, estás en casa? – pregunte parada frente a la cocina, esperando una respuesta de su parte.
– Estamos aquí – respondió ella con una voz algo extraña. Salió de la cocina con la mirada gacha y colocó mi plato de comida en la pequeña mesa de la sala. Mi madre no me miró a los ojos y quise preguntarle por ello, pero antes de poder hacerlo ella se había apresurado a apretujarme en sus brazos.
– Mi querida Minying eres lo más preciado que tenemos, ¿lo sabes no es así? –
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Editado: 30.01.2021