Luz de estrella

Cuatro

Baje uno a uno los escalones de la escalera, lo único que se lograba escuchar en esta gran mansión en estos momentos era el sonido de mis tacones resonar por el pasillo y las pisadas de Jimin a mi lado. Yo nunca había usado zapatillas con tacones y se me había hecho muy difícil acostumbrarme a ellas, es por eso que Jimin se mantenía a mi lado para evitar que yo cayera.

Mi corazón latía desesperado en mi pecho pero esta vez no era por algo relacionado a mi enfermedad, sabía perfectamente que los latidos desesperados se debían al nerviosismo por estar a solas con Jeon Jungkook. Me sentía desprotegida y vulnerable ante su presencia, y es por esa razón que no podía controlar mis nervios.

Cuando los escalones de la escalera llegaron a su fin, pude ver la gran mesa que estaba a lado. El ambiente de la mansión era lúgubre y el color marrón era el predominante en toda la casa, se veía elegante pero el ambiente solitario era el que más resaltaba en todo el lugar.

Jungkook se encontraba sentado en el asiento principal de la gran mesa, al verme sonrió sutilmente y me indicó que me sentara a su lado, cosa que hice obedientemente. Mis piernas aún temblaban y no estaba segura si eran por los nervios o por mi poca gracia al caminar con tacones altos. Jimin se mantuvo a una distancia prudente de mí para vigilar que yo no cayera al caminar. Con delicadeza tome asiento a su lado y él hizo un ademán a una sirvienta que se encontraba ahí con una charola de comida en sus manos, ésta se dedicó a poner los platillos frente a nosotros y acomodar los cubiertos en la mesa.

– Esta será tu dieta indicada para tu salud desde el día de hoy – comentó Jungkook después de que la sirvienta hubo terminado de dejar los platos.

Yo observé lo que me había dejado y era como Jungkook lo había dicho, era lo indicado para mi salud. Había un pequeño tazón de arroz integral y en el otro plato había salmón con verduras cocidas, junto con una copa que yo suponía que contenía jugo de uvas. Él se había tomado las molestias de comprar los medicamentos que yo necesitaba, de hacer que sus sirvientes me compraran ropa y me vistieran, y ahora, también les había ordenado que prepararan una comida especial para cuidar de mi salud. Todas esas acciones me hacían tener curiosidad por el motivo detrás de ello, pero temía preguntar, temía que él se molestara si yo le preguntaba, al notar que minutos antes todos en la habitación se habían puesto tensos solo con unas palabras suyas. No sabía que es lo que Jungkook tramaba y tampoco sabía la razón por la que todos en esta casa estuvieran atemorizados de hacer algo mal frente a él. Pero mi temor ya estaba pasando y la rabia empezaba a abrirse paso en mi ser, yo no era un cachorro enfermo al que él tenía que proteger, no era un indigente que rogaba por su ayuda, yo no pedí que él me ayudara y yo no quería todos estos cuidados, solo quería volver a casa y desear que todo fuera como antes.

– ¿Porqué haces todo esto? – pregunté con la voz temblorosa. Aunque quería parecer fuerte el tono de mi voz me había traicionado.

Jungkook bajó la copa de vino que se había llevado a la boca y me miro con detenimiento ante mi pregunta.

– ¿Cuál es la razón de traerme aquí en contra de mi voluntad y darme todas estas atenciones? Quiero volver a casa – dije de nuevo, esta vez con un poco más de seguridad en mi voz.

Su mirada me estaba poniendo nerviosa pero no quería doblegarme a su fiereza una vez más. Jungkook tenía un aire misterioso e imponente a su alrededor, pero mis deseos de volver a casa eran más fuertes que el miedo que sentía en este momento. Por el rabillo del ojo pude ver a Jimin hacerme señas discretas para que guardara silencio y esa acción temerosa de su parte me hizo darme cuenta que abrir la boca fue lo peor que pude haber hecho. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al escuchar el sonido de su silla al ser arrastrada por el piso y a Jungkook acomodarse de nuevo en ella mientras sus intensos ojos negros me seguían observando dominante, sin llegar a ser despiadado.

– Esta es tu casa ahora – contestó con simpleza.

– No quiero ser tu prisionera –

Sin haberme dado cuenta esas palabras ya habían salido de mis labios sin poder detenerlas. Lo vi reír falsamente mientras pasaba su lengua por el interior de su mejilla en un gesto de molestia. Se levantó de su silla y se paró frente a mí. Yo realmente temí por mi vida en ese momento.

– No eres mi prisionera Minying – dijo para después tomarme del brazo y obligarme a pararme de la silla, para después llevarme arrastras fuera de la mansión.

Me era difícil seguir su ritmo con los tacones que traía puestos pero estaba segura que aunque no hubiera traído tacones, aún así me sería difícil seguir sus pasos. El brazo que él sostenía me comenzaba a doler por la fuerza que estaba aplicando al sostenerlo, sabía que después de esto dejaría un moretón pero temía exigir que me soltara. Salimos al jardín y solo pude observar algunas plantas verdes moverse como cuando estas corriendo y no puedes ver las imágenes claramente. Mis pies me habían comenzado a doler y el camino por el jardín se me estaba siendo eterno.

Nos detuvimos frente a un gran portón con rejas color negras que supuse que era la salida.

– Abran la puerta – ordenó Jungkook a los dos hombres que cuidaban la entrada. Estos asintieron ante su orden y abrieron el portón frente a nosotros.

Jungkook siguió agarrando firmemente mi brazo y me guió hasta la salida.

– No eres mi prisionera, puedes salir cuando quieras – dijo altanero. Me soltó del brazo y me dio un pequeño empujón para que viera lo que estaba frente a mí. Y así lo hice.

Pude rectificar lo que sospechaba, ya no estaba en mi ciudad, estaba segura que ahora me encontraba en la gran capital. No podía ver nada más que grandes casas a mi alrededor y la carretera que estaba a unos metros de nosotros donde solo podía ver pasar a los autos. Todo era desconocido para mí, no es como si en la ciudad no hubieran autos, pero no transitaban tantos como lo hacían aquí, mi ciudad era pequeña comparada a la gran Seúl. Estaría indefensa si me atreviera a salir, no tenía dinero, no tenía un teléfono, no tenía a nadie que conociera en este lugar, lo más importante era que no sabía como regresar pues nunca había salido de la ciudad donde nací.




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