Luz de estrella

Nueve

– ¿Realmente no vendrá a cenar? – le pregunté a Jimin quien había terminado de acomodar mi comida frente a mí.

– ¿Es él acaso un niño pequeño? – pregunté entre dientes, y la única respuesta que recibí fue un pequeño golpe de Jimin.

– Tal vez solo quiere darte tu espacio y pensar una manera de solucionar esto, no lo se – respondió encogiéndose de hombros.

Jimin tenía razón, era difícil tratar de comprender a Jungkook, pero a mí parecer, era como un niño pequeño haciendo berrinche por no tener lo que quiere.

– ¿Dónde comerás tú? – pregunté de nuevo a Jimin.

– En donde come la servidumbre – respondió “don sarcasmo” sonriendo burlonamente.

– Entonces comeré contigo – dije ignorando su comentario para levantar la comida que me habían dejado en la mesa.

– ¿Estás loca? ¿Porqué harías eso? – preguntó Jimin detrás mío. Yo me dirigí hacia la cocina pues suponía que ahí comían los demás sirvientes.

– ¿Esperas que coma sola en esa gran mesa? – pregunté con obviedad.

Jimin dejó salir un suspiro largo. – Eres imposible – dijo rendido para guiarme dentro de la cocina, ésta tenía una puerta a un lado del refrigerador, Jimin la abrió y me dejó entrar primero.

– Señorita – exclamaron todos al verme. Yo les hice una seña con la mano para que volvieran a sus asientos al ver que ellos se habían parado al verme entrar.

– Comamos todos juntos – dije con una sonrisa.

Todos parecían confundidos pero no se negaron a lo que les había dicho.

– Por favor no se sientan incómodos, sigan su comida como si no estuviera aquí – añadí al verlos a todos guardar silencio.

– Bien, entonces yo me presentaré. Soy Yeji y ella es mi hermana Ryujin – dijo señalando a la chica que anteriormente me había preguntado si estaba bien.

– Ella es la cocinera Jun, el jardinero Chanyeol, y a Jimin ya lo conoces – dijo señalando a los mencionados y estos solo asentían con cortesía.

– Es un placer – contesté amable.

Después de la pequeña presentación no hizo falta que les dijera nuevamente que podían hacer como si yo no estuviera, pues eso era exactamente lo que estaban haciendo. Todos reían divertidos mientras contaban sus anécdotas del día. Todos parecían personas alegres y sus risas habían comenzado a hacerse contagiosa.

– ¿Porqué Kim Namjoon no se queda en la mansión como ustedes? – pregunté con curiosidad para entrar en la conversación.

– A Namjoon le gusta estar solo, pero no es tan alejado de nosotros – respondió la señora Jun con una sonrisa dulce en sus labios. Todos los sirvientes parecían alegres y entusiastas, y la mayoría de ellos eran jóvenes, omitiendo a la señora Jun y a Kim Namjoon.

– Todos estamos contentos de que estés aquí Minying, hace un tiempo escuchamos de ti – dijo la señora Jun. Y ante sus palabras dejé el tenedor de vuelta en el plato.

– ¿Hace un tiempo? – dije confundida.

Yo creía que Jungkook había tenido la caprichosa idea de traerme a la mansión y hacerme su esposa de un día para otro, pero ahora estaba escuchando todo lo contrario.

¿Desde cuándo él me conocía?

– No importan las respuestas a ello querida, solo importa que eres su felicidad, y eso es lo más preciado para nosotros. – contestó ella con su característico tono dulce de su voz.

La señora Jun había vuelto a decir lo que Jimin había dicho hace un rato, que yo era su felicidad, y eso me hacía sentirme aún más curiosa al respecto.

– ¿Felicidad? ¿Acaso estamos en la bella y la bestia y tengo que enamorarme de Jungkook para liberarlos de una maldición? – pregunté sarcástica, todos me vieron con expresión neutra pero Jimin rodó sus ojos ante mi estupidez. Algún día sus ojos se quedarían así de tanto que los voltea.

– En primer lugar creo que el joven Jungkook sería la bella, porque tú eres lo más cercano a una bestia que existe – dijo Jimin divertido a lo que yo lo vi molesta. – Y en segundo, eres demasiado floja para leer como lo hace bella.

– ¿Como puedes asegurar eso? – pregunté ofendida.

– Te dije que había una biblioteca arriba y fuiste a todos los lugares de la mansión pero ni siquiera te paraste en la biblioteca – dijo Jimin con simpleza. Yo solo le enseñe la lengua de manera infantil y todos comenzaron a reír.

– Realmente se llevan bien – comentó Yejin con una sonrisa tierna donde sus ojos desaparecían al igual que los de Jimin.

– Jamás me llevaré bien con alguien como él – dije cruzándome de brazos.

– Opino lo mismo – contestó Jimin para enseñarme la lengua tal como yo lo había hecho hace un instante.

Luego de esa pequeña discusión entre Jimin y yo, las risas volvieron a inundar el lugar. La mansión se sentía menos tétrica con la risa eufórica de todos de fondo, pero lo que no me hacía sentir tranquila, era el hecho de que él estuviera fuera de este aura de felicidad y siguiera en su espacio solitario, a pesar de que me consideraba su prisionera, sentía algo parecido a la compasión al pensar que estaba solo en su habitación cuando nosotros estamos sonriendo en estos momentos.

– ¿Pasa algo? – preguntó Ryujin al ver que yo era la única que no reía ante la anécdota de la vez que Chanyeol había cortado mal el árbol del jardín y había hecho enojar a un pequeño Jungkook de diez años.

– No es nada, solo estaba distraída – dije restándole importancia al asunto.

La cena termino con normalidad y cada uno se despidió para irse a su habitación. Yo subí a la mía no sin antes dar un vistazo hacia la habitación donde sabía que Jungkook se encontraba. Ignore las ganas que estaba sintiendo por sacarlo de ese lugar y obligarlo a sentarse a la mesa a comer, pero detuve esos pensamientos para entrar a mi habitación. Quizá mañana ya se le pasaría.




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