Luz de estrella

Once

No era por presumir, pero podía asegurar que la comida no me había quedado tan mal. Había seguido las instrucciones de la señora Jun al pie de la letra, había agregado las porciones correctas tal como el libro de cocina había dicho, y el aspecto de la comida parecía buena.

 

– Se ve decente – admitió Jimin al ver la comida frente a nosotros.

 

– Te dije que podía hacerlo – dije orgullosa de mí misma.

 

Me dediqué a servir la porción correcta para un plato y a decorarlo como se indicaba en el libro. Jimin se mantenía a mi lado pasándome en ocasiones uno que otro ingrediente que necesitaba mientras que la pequeña conejita nos observaba desde uno de los asientos de la cocina.

 

– Bien, yo iré, tú quedate aquí, cuida a Sora – dije a Jimin una vez que el plato había quedado perfectamente ordenado, y como Jimin había dicho, se veía decente, así que decidí saltarme el paso de tener que probarlo, pues estaba segura que su sabor iba a ser de lo más normal. Le había puesto Sora a la pequeña coneja pues había sido el nombre que más me había gustado de la página donde había buscado los nombres para conejo. Sora significaba cielo y me había parecido muy lindo para la pequeña conejita, ya que había llegado como un cielo despejado para mis días más tristes.

 

Jimin hizo sus manos en puño moviéndolos en el aire mientras susurraba un fighting.

 

Salí de la cocina con la charola de comida en ambas manos, me sentía nerviosa pero traté de controlarme. Nada iba a salir mal. No es como si Jungkook estuviera furioso y fuera a tirarme la comida encima, de hecho podía suponer que era todo lo contrario, él estaba herido por mis palabras. Y tratar de hacer las paces con él no quería decir que me había enamorado de Jeon Jungkook, más bien, sentía compasión por él, y si fuera posible trataría de convencerlo de que me dejara ir pacíficamente y que me explicara su razón para detenerme aquí y así encontráramos una solución para aquel asunto que yo desconocía.

 

Me encontraba parada frente a su puerta, como una estatua. No pude tocar la puerta porque mis manos temblaban y realmente temía la reacción de Jungkook, y está no era la primera vez.

 

– ¿Qué es ese sonido? – escuché la voz de Jimin a mis espaldas.

 

– Oh, eres tú – dijo mientras me miraba divertido con la pequeña Sora en sus brazos.

 

– Si, soy yo –

 

– ¿Porqué no has entrado aún? Vine a ver porque estaba curioso al respecto –

 

– Deberías agradecer que soy tu entretenimiento personal en estos días – contesté con sarcasmo a lo que Jimin rió con disimulo.

 

– Ese reloj esta sonando como loco, si no entras ahora verás a un Jungkook salir preocupado – siguió diciendo divertido.

 

– Esta cosa esta defectuosa – me excusé de nuevo.

 

Decidí tomar el concejo de Jimin y toqué la puerta de la habitación de Jungkook, ignorando lo tembloroso que se estaban poniendo mis piernas. Antes de que pudiera tocar nuevamente, la puerta se abrió bruscamente y Jungkook salió apresurado, pero se detuvo al verme frente a la puerta.

 

– ¿Qué ocurre?, ¿todo está bien?, ¿te sientes mal? – me bombardeo con preguntas a lo que -sin quererlo – sonreí divertida.

 

– Preparé algo de comida porque me enteré que has estado comiendo fuera y es mi agradecimiento por el conejo – dije nerviosa mientras movía frenéticamente mi pie contra el piso.

 

– Tú...¿preparaste esto? – me preguntó sorprendido. Yo solo asentí y vi el asomo de una sonrisa extendiéndose por su rostro.

 

– Entonces disfrutare la comida – dijo feliz tomando la charola de comida que traía en mis manos. Yo sonreí incomoda ante su cautivadora sonrisa.

 

– Bien, que lo disfrute – dije con cortesía mientras me insultaba internamente. Había sonado como una de las meseras de los restaurantes que se dirigían a sus clientes.

 

Me di media vuelta para regresar a la planta de abajo, ignorando así, el ver su expresión alegre una vez más.

 

Me encamine hacia la cocina para buscar a Jimin, pues este había desaparecido tal cual fantasma. Entré a la cocina y me dirigí al pequeño cuarto donde comía la “servidumbre”, como jimin se refería a ellos. Al entrar todos estaban esperándome con expresiones de curiosidad en sus rostros.

 

– ¿Él acepto la comida? – preguntó con curiosidad la alegre Yeji.

 

– Lo hizo – respondí para después sentarme en un espacio que ellos habían dejado para mí, supuse que Jimin había traído mi comida al verla frente a mí.

 

– Esperemos que no le caiga mal – dijo Jimin socarrón. Yo le sonreí falsamente y me dediqué a ignorar sus comentarios bromistas para que la comida no me cayera mal.

 




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