Luz de luna

14

Los nervios me están matando, no sé qué dirán los padres de mi compañero, ellos tiene el derecho de arrebatarmela y más aun, hablar con el consejo, según dicta la ley y apartarla de mi.

Caminó lento hasta la entrada de la casa, cuando estoy a penas unos metros, su padre abre la puerta y me observa con recelo.

—Pasa — me dice.

Da media vuelta y entra a la casa, yo lo sigo detrás, al entrar la veo ahí, en el sofá, no puedo evitar no verla, es mi droga.

—Sientate —me ordena su padre.

No acepto jamás órdenes de nadie, pro debo ser cuidadoso, si no quiero que salgan huyendo con ella.

El se sienta junto a su esposa y toma de su mano. Ella está asustada, pero mi compañera, está feliz. Me siento frente a ellos, y todos guardamos silencio.

—Me llamo, Amanda y el es mi esposo, Ricardo.

—Un placer.

—No es mutuo —dixe Ricardo furioso— creí que era un alfa justo y honesto.

—Lo soy... Pero... —miro hacia otro lado, no sé qué decir realmente.

—Puedo entender por qué lo ocultas, no solo porque ella aun no ha nacido, si no por que, la ley dicta que vivas lejos de ella. Pero ahora mi hija corre peligro.

—Lo lamento —hago de mi manos un puño— haré lo que ustedes deseen, pero deben considerar que está situacion, es algo que jamás habíamos escuchado, no hay registros de esto.

—Es lo hace aún más peligroso ¿No lo ve? —se levanta furioso.

—Querido —ella también se levanta y toma de su brazo— tenemos dos opciones y ninguna es la más segura.

—Puedo cuidar de ella y de ustedes, la mantendremos en secreto hasta que tenga la edad correcta.

—Aun no ha nacido, faltan demaciados años, no podemos correr ese riego.

—Si podemos —ella me observa— ya no podemos evitarlo— intenta caminar hacia a mi, pero su esposo la detiene— nuestra hija —se dirige a el mirándolo— ya eligió por nosotros, ya no podemos apartarlo de el —se suelta del agarre de su esposo.

Camina hacia a mi y se sienta a mi lado.

—¿Puedo? —digo señalando su vientre.

Con algo de temor, pero asiente de todos modos con la cabeza.

Estiró mi brazo y acaricio a mi pequeña compañera, está ahí, puedo sentirla, se está moviendo, está feliz.

—Te voy a proteger a toda costa, contra todos.

—¿Incluso del consejo? ¿De el rey?  ¿Y por sobre todo de tu manada?

—Si —contesto seguro a su padre.

—Entonces, que la Diosa luna nos cubra.




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