Luz de luna

Capítulo II

Hoy no era uno de mis mejores días, sentía que tenía un nudo atorado en la garganta cuando lo único que quería era gritar, gritar y gritar hasta que mi voz se fundiera con el viento y desapareciese.

Abrí las puertas de la terraza y caminé hasta el balcón, vi hacia abajo dónde el jardín de la reina florecía en todo su esplendor, estába muy, muy abajo y no pude evitar imaginarme lo que me ocurriría si cayera desde esta altura.

Me reí de la ridícula idea. No iba a darle el gusto a nadie de quitarme la vida.

En cambio, mire hacia el horizonte. Hacia la infinidades de tierra que se expanden frente a mí, las que tantas ganas tengo de conocer sin tener la obligación de usar una corona y un vestido asfixiante.

Y añore tanto hacerlo, correr por los campos descalza mientras el sol calentaba mi piel, pero era un absurdo sueño de una niña. Ahora era la reina, si no pude hacerlo de niña, mucho menos podré hacerlo ahora sin tener a Arturo arrastrandome otra vez a la fortaleza.

Maldigo el día en que dejé que me viera en el mercado, odio tanto aquel momento por haberme ilusionado con una vida mejor, esto no es mejor en lo absoluto.

El grito me hace espabilar de mis pensamientos, volteo a ver de qué dirección proviene, dándome cuenta que hay un ajetreo en las caballerizas.

El caballo levanta sus patas delanteras intentando tumbar al hombre que se sostiene sobre este, El hombre levanta su mano y su cabello largo se agita con el viento cuando sacude su brazo dándole con la fusta al semental que se rehúsa a dejarse domar.

El duque parece sostenerse con tención sobre el caballo cuando esté se levanta nuevamente sin darse por vencido, es rebelde, sumamente precioso y lo único que parece querer, es ser libre.

No puedo evitar desear que pueda tumbar al bruto que lo golpea pero el hombre jala la rienda y el caballo se mueve con reticencia hacia donde le indican.

Bufo molesta por el final de la escena y me termino apartándo del balcón justo cuando las puertas de mi recámaras se abren.

—Ya está despierta mi lady— observa lo obvio y yo le miro inescrutable.

—Comienzo a pensar que esa mala costumbre tuya de entrar a mi recámara sin anunciarte es demás de molesta e irrespetuosa Arturo— declaré arisca logrando que el pequeño hombre se tensara en su puesto.

—Lo siento Majestad— Arturo hace una reverencia —Solo trato que sea más fácil para usted.

—¿Más fácil para mí?— pregunto histerica mientras suelto una risa sin creer lo que me está diciendo —¿Crees que has hecho mi vida aunque sea solo un poco más fácil?

El consejero no responde, pero sé bien que cree que sí, no tolero un segundo más de este tema de conversación así que paso por su lado para salir de la recámara.

—Llevame a hacer lo que sea que tienes planeado para mí hoy consejero— pido con cansancio, escuchando como sus pasos apresurados me siguen.

—Ser reina no es fácil— murmura a mi espaldas. Me lo pienso un poco antes de responder, pero cuando lo hago, lo hago con toda la sinceridad que poseo.

—Ser reina es un asco— susurro, no sé si logra oírme o no pero ninguno dice nada en todo el camino hasta la sala del consejo.

Los caballeros me hacen reverencia antes de abrir la puerta donde varios hombres y mujeres me reciben de pie, todos se inclinan ante mi cuando me posiciono a la cabeza de la mesa y solo cuando me siento me tomo el tiempo de verlos a todos.

Los Lords y Ladies me ven esperando un permiso para sentarse que no lo otorgo a ningún, el protocolo les exige esperar todo el día si así lo quiero, he intentado ignorar la mirada fulminante que me lanzan desde unos cuantos puestos.

Me impresiona la habilidad del Duque Domenicous para estar aquí impecable cuando temprano estaba muy ocupado con sus caballos, su túnica negra se ciñe a su cuerpo esbelto y su cabello está perfectamente peinado.

—Estamos aqui para discutir la seguridad de la reina en cuanto esté visitando la Corte Regulus, sabemos ya que sus habitantes no aprecian a nuestra corte desde que el compromiso entre la reina Leonor Antoniou y el Duque, en aquel entonces, Príncipe Aryon Domenicous, fue cancelado— informó el consejero una vez di el permiso para que todos tomarán asiento.

Aquella noticia no era nueva, el Duque no es bien recibido desde que él mismo canceló el matrimonio cuando murió su padre, situacion la cual nadie le juzga o recrimina.

—Los habitantes de la corte Regulus no son más que unos salvajes, las estrellas nos han salvado de semejante unión— defiende uno de los Lords y yo ruedo sin pena alguna de mis ojos.

—La cancelación del matrimonio nos ha echo perder a un comprador muy importante— intervengo cansada de que defiendan al niño perfecto —Y nuestra relación con la corte Regulus es muy tensa gracias a eso, por no decir inexistente.

—Por eso es tu trabajo, limar las asperezas entre su corte y la nuestra su majestad. Tenemos que aprovechar que ha sido invitada para arreglar ese asunto.

Miro a la Lady que ha hablado como si le hubiese salido otra cabeza.

—¿Porque tengo yo que disculparme por la ofensa de otros?

—No necesito que nadie intervenga por mi, planeo yo mismo ir y arreglar el asunto.

Me río, una risa de verdad divertida por lo que dice.

—¿Te has vuelto loco Duque?— pregunto con humor — A ver... Dinos cómo planeas ir cuando la reina Leonor prácticamente te ha vetado de la corte.

Todos esperan una respuesta igual de intrigados que yo pero el carraspeo de Arturo llama la atención de todos.

—El Duque se ha ofrecido a ser su acompañante esa noche Majestad— informa, apreto mis manos en puños a mis costados, pero no digo nada para quejarme, en cambio, suelto un suspiro y hablo.

—Bueno, parece que no me necesitan más aquí pues ya lo tienes todo decidido consejero— me pongo de pie y todos hacen lo mismo de inmediato —Salimos al anochecer entonces.

El consejero no intenta detenerme cuando salgo de la sala hecha una furia. Lo que me faltaba, pasar más tiempo del justo y necesario con ese hombre.




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